Después de unos meses en los que nuestros artículos se han centrado más en cuestiones concretas de estilo literario, ha llegado el momento de retomar el proceso de creación donde lo habíamos dejado. Antes hablamos de conflictos, de tramas y estructuras, de planificación de la historia... Pero no podemos perder de vista que nuestra historia no será tal sin unos actores que la pongan en acción, que la experimenten, la gocen y la sufran en sus carnes: los personajes. En el caso de la novela romántica, además, donde el peso recae sobre las emociones y los anhelos humanos, sin personajes no tendríamos absolutamente nada.
Nuestra primera decisión al respecto vendrá marcada por la siguiente pregunta: ¿qué personajes son los más adecuados para ejecutar el conflicto que les estoy planteando? Todo personaje es un poco el monstruo de Frankenstein, ya que el autor le da vida tomando características de aquí y de allá. Sean cuales sean las que tú les impongas a los tuyos, hay cuatro que todo personaje debe poseer si quiere llegar al lector:
• Coherencia: no puede hacer o deshacer sin un motivo claro para ello.
• Verosimilitud: tu personaje solo resultará verosímil si sus actos, sus pensamientos y sus emociones lo son. La credibilidad de los personajes es lo que ayuda a mantener esa ilusión de verdad que el lector espera que le transmita la novela.
• Atractivo: con esto no nos referimos al aspecto físico, sino a que aquello que diga, haga, piense o sienta un personaje debe resultar sugerente e interesante para el lector. Incluso sus defectos. Cuanto más alejados estén nuestros personajes de los estereotipos, más profundos y atractivos resultarán.
• Cercanía: si no nos sentimos identificados con un personaje, con sus problemas y con sus alegrías, difícilmente la novela calará hondo en nuestro interior.
Debemos pensar en nuestros personajes como en extensiones de nosotros mismos de los que conocemos todo; esta es la única vía para sentirnos seguros al contar su historia, para proteger su coherencia y para garantizar su verosimilitud.
Todo autor debe conocer de sus personajes tres dimensiones básicas: la física, la psicológica y la social. Incluso aquello de lo que no vamos a hablar de forma explícita en la novela debemos conocerlo bien como autores. A la hora de incluir cualquier personaje en nuestra trama debemos tener muy claros factores como su aspecto físico, su personalidad, su profesión, su forma de vestir, sus ilusiones, sus miedos, su biografía, su forma de hablar, sus relaciones, su estatus socioeconómico, su carácter...
Todo este trabajo previo, que puede parecer una tarea inabarcable a simple vista, se verá facilitado si elaboramos fichas de personaje. Las fichas van a constituir un anclaje en el que apoyarnos durante la planificación y, sobre todo, un puerto seguro al que acudir durante la escritura del borrador.
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Comentarios (1)
Katon
Uno de los puntos más importantes de toda novela romántica.
Gracias Érika por estos artículos que nos hacen pensar en nuestras novelas.
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