Al igual que sucede en el mundo real, los cambios en el ritmo que imprimimos a un movimiento afectan a la percepción que obtenemos del mismo. La literatura no es ajena a todo esto, y el principal recurso de que dispone un escritor para afectar a sus lectores en un momento clave de su obra no es otro que el ritmo narrativo.
El ritmo en una novela viene dado a través de dos vías: en primer lugar, por la distribución de los acontecimientos en el relato. Si nos dedicamos a plasmar absolutamente todo lo que hace un personaje desde que se levanta y hasta que se acuesta, sin filtrar aquello que de verdad es relevante para el avance de la trama, nuestra obra pecará de falta de ritmo.
La segunda vía tiene que ver con la impresión de velocidad que transmite la narración, es decir, con el tempo. Hablamos de tempo lento cuando la narración se demora en descripciones y reflexiones, mientras que los acontecimientos son escasos. Hablamos de tempo acelerado cuando los hechos se suceden con rapidez y en abundancia. En resumen, que el ritmo narrativo será más pausado cuando describamos, y más veloz cuando encadenemos acciones.
Un buen manejo del ritmo va a resultar crucial para mantener la tensión del relato. A medida que avance la trama y se aproxime el clímax de la historia, menguará la extensión de los capítulos, se acortará la longitud de las escenas, y las descripciones irán cediendo terreno en favor de la acción y el diálogo.
Para producir alteraciones en el ritmo narrativo, debemos prestar especial atención a las palabras que empleamos y también al modo en que lo hacemos. Los factores lingüísticos que determinan el ritmo son:
• La longitud de frases y párrafos: a mayor longitud, menos ritmo.
• El predominio de oraciones simples o complejas: cuantas más oraciones complejas, menos ritmo.
• La presencia de diálogos, sobre todo si estos son de carácter breve, siempre permite agilizar el ritmo.
• El tipo de palabras utilizadas: la abundancia de adjetivos y adverbios es propia de un ritmo más lento y monótono. Por otro lado, el verbo será el protagonista absoluto en un texto de ritmo rápido.
En cualquier caso, habremos de alternar ritmos de forma constante para no cansar al lector en un sentido ni en otro. El ritmo no hay que forzarlo; debe estar determinado también por el estilo del autor y por la naturalidad.
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Comentarios (3)
Víctor
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Katon
Gracias Érika por estos capítulos tan instructivos.
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Malory
Muchas gracias
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