Crear una obra literaria implica forzosamente pasar de una idea abstracta a un texto acabado y tangible, y para lograrlo solo hay una fórmula: trabajar. Unos buenos conocimientos técnicos no van a ser suficientes sin el impulso que nos mueva a crear y sin una disciplina que nos ayude a esquivar la procrastinación, a superar las inseguridades y a desarrollar nuestro proyecto de forma eficaz. Nadie va a venir por arte de magia a ocupar nuestra silla y escribir esa idea particular que nos ronda la cabeza; solo nosotros podemos hacerlo.
El oficio de escritor, como ya hemos comentado en ocasiones, es justamente eso, un oficio. Igual que en cualquier otro, es necesario seguir ciertas pautas que nos van a orientar hacia los mejores resultados:
• Escribir todos los días: todos tenemos ocupaciones, compromisos y horarios, pero intenta incluir en tu agenda escribir al menos un párrafo al día. La regularidad es difícil de conseguir: unos días nos sentiremos especialmente creativos, mientras que otros no tendremos tiempo ni ganas para sentarnos ante el manuscrito. Sin embargo, la irregularidad también repercute de forma negativa sobre el tono, la coherencia de los personajes, la consistencia de la estructura o incluso sobre nuestra propia autoestima como escritores, por lo que es aconsejable no apartarnos de las letras durante mucho tiempo.
• Escribir en el mismo lugar y a la misma hora: todos poseemos un reloj interno que marca su propio ritmo. Descubre cuáles son las horas en las que el tuyo se muestra más activo y aprovéchalas para escribir. Si, además, lo haces siempre en el mismo lugar, conseguirás mejorar tu concentración y rendimiento.
• Lugar de trabajo apropiado: la idea de viajar a algún lugar exótico y sentarse a teclear en una máquina de escribir antigua ante una ventana con vistas resulta muy romántica e inspiradora, pero más propia de las películas de Hollywood que de la vida real. A pesar de ello, recuerda que tu concentración agradecerá unos mínimos de orden y comodidad, así como una iluminación, ventilación y sonorización adecuadas.
• Estimulación favorable: el escritor es tremendamente permeable a sus propios estados de ánimo y a los estímulos externos. Aprovecha esto a tu favor y elige aquellos estímulos que te faciliten la tarea (canciones, sabores, olores, etc.).
• No releer: toda idea debe dejarse reposar un tiempo antes de evaluarla. Por ello, releer algo recién escrito o en un momento de gran vulnerabilidad emocional puede derivar en un duro golpe a nuestra motivación o en un análisis poco realista. En ningún caso valores tu rendimiento como escritor hasta que tu cabeza se haya enfriado.
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Comentarios (1)
Malory
Estupenda entrada.
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