Por Noemí J. Furquet
Es una verdad universalmente conocida que hay novelas que nos atrapan. Desde la primera página o incluso desde la primera frase se nos acelera el pulso, sentimos un cosquilleo en la nuca y en la comisura de la boca nos asoma una sonrisita por la expectación. La cosa promete... Qué os voy a contar que no sepáis.
Desgraciadamente, también hay novelas que, tarde o temprano, acabamos dejando. Y no me refiero a esas novelas que empiezas y, a las pocas páginas, te das cuenta de que no es el momento adecuado, bien porque no te apetece adentrarte en ese subgénero, bien porque el ritmo o la trama no son lo que necesitas o te apetece ese día. Ahí cierras el libro y esperas, porque antes o después volverás a oír su llamada y el reencuentro será perfecto.
No, me refiero a esa novela que no cumple su promesa. Esa novela que empiezas ilusionada como una niña con zapatos nuevos, y que página a página va sumando una decepción tras otra, hasta que, finalmente, te das por vencida. En inglés, con su querencia por las siglas, simplemente se habla de DNF, un did not finish lacónico y lapidario. Pero me gusta la metáfora del barco: a veces eres la primera en saltar por la borda; otras estás ahí, como la orquesta del Titanic, viendo que la nave hace aguas por todas partes y sin atreverte a abandonarla, esperando a que se produzca el improbable milagro que os libre al libro y a ti del desastre. Y nada de final feliz: o acabas el libro, frustrada por el tiempo que has perdido, o lo dejas a medias y, encima, te sientes culpable.
Hay ocasiones en que me he visto tentada de tirar el ejemplar por la ventana. Otras, de escribir con todo el cariño del mundo a la autora, porque se notan el esfuerzo y el buen trabajo. Pero también ha habido momentos en que he tenido que aguantarme las ganas de poner un post incendiario en alguna red social. Menos mal que siempre hay amigos dispuestos a despotricar con una y a ahogar las penas en chocolate.
Los motivos para dejar una novela a medias pueden ser muchos. El más evidente —y confieso que aquí me puede la deformación profesional— es que esté mal escrita. Me cuesta leer algo con faltas de ortografía, con una tipografía descuidada o con problemas de redacción. Por mucho que me prometan un pastel delicioso, si su aspecto me provoca rechazo, no pasaré del primer bocado.
Siguiendo con mi vena quisquillosa están los problemas de credibilidad: hace no mucho leía una novela ambientada en la Alemania nazi en la que las protagonistas tenían nombres ingleses —supongo que la autora pensó que Inga o Ulrike no eran nombres lo bastante bonitos— y las distancias se medían en millas y yardas. Si escribo ciencia ficción, puedo establecer mis propias reglas, pero si me atrevo con la novela histórica y una época bien documentada... Por no hablar de ese rancio paternalismo que en ocasiones aflora cuando se presentan culturas «exóticas» desde ciertos puntos de vista. Entiendo que no se pueda cruzar el planeta o viajar en el tiempo para documentarse, pero qué menos que contactar con alguien familiarizado con el país o la época que queremos plasmar en la novela para que le eche un vistazo al libro, ¿no? Aunque solo sea por respeto...
Y, siguiendo con el tema del respeto, entraré en un aspecto distinto pero que me saca de quicio (y será el último, que si no voy a parecer una tía vinagre): no soporto cuando se trata a la heroína con condescendencia. Esta puede ser pobre, joven, tímida o inexperta, pero si el héroe —en realidad, ¡la autora!— la trata como una tontita y no le da espacio para demostrar su valía, me llevan los demonios. Aquí resultan especialmente peligrosas las novelas históricas, en las que, con la excusa de los «viejos tiempos», aparecen actitudes que deberían estar desterradas de nuestros libros, o al menos condenadas como se merecen. Porque no es una cuestión de que antes las cosas fueran distintas y ahora la mujer esté más empoderada. Hay excelentes novelas antiguas con protagonistas ejemplares —Darcy es un borde, pero jamás trata a Lizzy como si fuera boba o incapaz— y hay novelas modernas que dan un poco de vergüenza ajena.
Si nos ponemos tiquismiquis, podríamos pasarnos aquí todo el día: que si la falta de coherencia de este argumento, que si esa horrible subtrama de relleno o, ¡una de mis favoritas!, aquella sinopsis que prometía una novela totalmente distinta a la que acabas leyendo (un problema que merecería su propio artículo). Además, no siempre es fácil saber por qué no funciona el libro en el que estás inmersa: qué es lo que hace que ese duque algo canalla te ponga de mal humor en lugar de sentirte atraída por él, por qué no soportas a esa heroína simpática aunque lo tiene todo para que te identifiques con ella, por qué ese sentido del humor, en vez de provocarte una carcajada, te hace torcer el gesto...
En fin, menos mal que hay muchos y buenos libros para elegir, porque no habría nada peor que quedarse con el mal sabor de boca de dejar una novela a medias en lugar de disfrutar de las mieles de un final feliz. Pero, por curiosidad, a vosotras, ¿qué es lo que más os molesta en una novela romántica? ¿Cuál fue la última vez que dejasteis un libro sin terminar? ¿Y qué hizo que abandonarais el barco?
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Comentarios (9)
Cristina
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Bona
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maliso
Y en mi modesta opinión, la culpa la tiene la editorial que publica semejante obra.
Imagino que todo lo que se publica debería pasar por una serie de filtros de personas que se han leído lo que van a publicar, pero me temo que eso no ocurre así y por eso, hoy en día, se publican auténticos "truños" que me sorprende que se vendan y más aún, que haya personas a las que les pueda gustar.
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Savannah990
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Lola
Quizá se debería añadir la inoperancia de las editoriales que publican semejantes libros. No entiendo como son capaces de poner en el mercado auténticas porquerías.
Y, además, qué decir de la autopublicación; apartado donde casi todo el mundo se cree digno del mejor premio literario y ni tan siquiera conocen las normas básicas de puntuación.
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Lina
Las última novela que abandoné fue porque me resultó muy sosa, entre otras cosas porque el romance era casi inexistente... Ya me dirás tú.
Pero también he dejado libros a medio leer porque no soporto los comportamientos machistas... , ni tan siquiera cuando se trata de escritoras de romántica antigua tanto en histórica como en actual. Reconozco que me pesa hacerlo pero este tipo de historias las he dejado por imposible.
Lo peor es cuando lo que no soporto de una novela me lo encuentro en una de mis autoras preferidas, entonces lo paso fatal pero me pongo en plan masoquista y la termino.
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Marian
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ELSA
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Cynthia HJ
Los principales motivos que me hacen odiar una novela son, básicamente, los que has mencionado. Detesto que esté mal escrita o con un lenguaje que no pegue para la época en la que está ambientada. ¡O que tenga palabrotas! Especialmente, si no vienen a cuento de nada. También detesto las novelas que se pasan con el sexo y ya hasta me aburren. Capítulos enteros con eso, madre mía. Y no puedo soportar una protagonista imbécil (del tipo mosquita muerta) o un protagonista que siempre esté haciendo cosas horrorosas a los demás... no puedo perdonarlo, la verdad.
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