La llamaron Socorro. Y, ciertamente, eso fue su pluma para muchas mujeres de su época; quienes la usaron para hacerse unas las con las que echar a volar la imaginación, huyendo de la anodina España de la posguerra. Sin embargo, el ser la única chica de cinco hermanos varones hizo del diminutivo algo inevitable. De este modo, Socorro pasó a ser Socorrín. Y esta, dándole un giro más a su nombre, decidió convertirlo en Corín, que suena mucho más chic.
Hoy, si me lo permites, me gustaría hablarte de una mujer que ha hecho mucho por las letras españolas. Aunque estas sigan negándose a reconocerlo, siendo obstinadamente snobs. En este artículo voy a intentar acercarte un poquito más a la figura de Corín Tellado.
María del Socorro Tellado López nació el 25 de abril de 1927, en El Franco (Asturias). Aunque, a los doce años, en 1939, su padre, maquinista naval de profesión, fue ascendido a oficial y la familia se trasladó a Cádiz.
A la novelista le gustaba definirse como una joven muy tímida, que ni siquiera jugaba en el patio con sus compañeras de colegio y gastaba las horas leyendo clásicos franceses como los de Alejando Dumas. Sin embargo, una de estas compis con las que ella aseguraba no relacionarse, afirmó que la pequeña Socorrín era justo lo opuesto a esta semblanza: más lanzada que una de esas bicis que le gustaba montar, aunque en la época no estaba bien visto que las señoritas lo hicieran. Además, se escondía en los baños para fumar. Por no hablar de que, entre El conde de Montecristo y El tulipán negro, la candorosa Corín también tenía tiempo para echarle un ojo a las novelas de Pedro Mata, que eran más picantonas que la guindilla.
¡Ay! ¡Cómo es la gente! Ya no la dejan a una ni montarse la película. A ver, si la mujer quería jugar a ser como una de las inocentes protas de sus novelas, ¿pa’ qué le vamos a dar el disgusto?
Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que las heroínas de Corín nunca fueron las clásicas muchachas indefensas que dibujaban las novelas románticas de la época. Por el contrario, su obra presenta a chicas que, si bien es cierto que esperan el amor, también poseen sueños propios; ansias de conocer el mundo o desarrollarse profesionalmente. Lo que no es poco, teniendo en cuenta la época en la que a su autora le tocó vivir.
Fue cuando uno de sus hermanos escribió una novela; en ese momento, Corín decidió que ella también podía hacerlo. Así, de este pique entre hermanos, nació la que se convertiría en su profesión.
Al fallecer el padre, la familia Tellado atravesó por problemas económicos. Pro suerte, Onofre, el dueño de la librería en la que la joven Corín compraba sus libros (los de lectura confesable y los que era mejor mantener en secreto) la puso en contacto con la editorial Bruguera, que por esa época buscaba nuevos talentos. De este modo, en 1946, nuestra chica publica su primera novela, que tuvo por título Atrevida apuesta. Pero ya se sabe que el mundo de la escritura es inestable y, después de su debut, Corín casi se ve obligada a dejar la pluma en el tintero para empezar a trabajar en una zapatería. Digo casi porque, al final, Bruguera decidió incluirla en su nómina de autores y le ofreció un contrato por el cual la escritora debía entregarles una novela corta a la semana.
¡Qué locura! A mí me entran los sudores solo de imaginarlo.
Pero que no cunda el pánico, porque Corín presumía de poder tener lista una historia en menos de tres días. Y debe ser verdad, porque su fama era de extremadamente puntual con el cumplimiento de los palazos de entrega. Llegando, muchas veces, a tener los borradores listos antes de tiempo. Disciplinada hasta el exceso, se levantaba a las cinco de la mañana y daba inicio a su jornada laboral frente a la hoja en blanco. No es de extrañar que llegara a publicar más de 5000 novelas, las cuales han sido traducidas a veintisiete idiomas.
En 1959, Corín hizo lo que la mayoría de sus heroínas al final de la novela: pasó por el altar. El afortunado novio fue un señor vasco, llamado Domingo Egusquizabal. Pero, espera, no te pongas romántica porque, según afirmó ella misma, su matrimonio no fue un acto de amor, sino de despecho.
¡¿Qué?! ¿De despecho hacia quién? ¡Jo, Corín! Tantas historias que nos has contado, y vas a dejarte en el tintero la más suculenta de todas. ¡No puede ser!
En fin, el caso es que el matrimonio le duró poco. Normal, con la base de la que partía… Lo contrario habría sido un milagro.
Tras solo tres años de convivencia, y dos hijos en común (Begoña y Domingo) la pareja se separa. Según Corín porque, ya que de todos modos era ella quien mantenía a sus hijos, pues su santo esposo no tenía trabajo ni ganas de encontrar uno, no había razón para seguir al lado del señor Egusquizabal. Y más, si no estaba enamorada. Yo, desde luego, la entiendo perfectamente; no hay nada que justificar.
Corín y Domingo no llegaron a divorciarse, ya que no era posible hacerlo en la época. Pero ella se llevó a sus hijos, de los cuales el padre se desentendió, a Gijón, y nunca más volvieron a interferir el uno en la vida del otro.
Hasta aquí llega la vida amorosa de la autora de romance más famosa de España. Por lo menos, la que trascendió los límites de su intimidad. A parte de esto, de Corín no se sabe nada que no esté relacionado con su prolífica carrera literaria.
Siguió escribiendo para Bruguera hasta 1964, cuando la editorial decidió reeditar viejas novelas de la autora, cambiándoles el título para hacerlas pasar por nuevas. Entonces, ella puso fin al contrato de exclusividad que tenía con ellos, al empezar a recibir cartas de lectoras que decían sentirse estafadas.
Firmó un nuevo contrato con la editorial Rollán y, en 1966, a sus novelas se sumó la colección Corín Ilustrada, que adaptaba algunas de sus obras al formato fotonovela. También siguió publicando relatos en la revista Vanidades, que le valieron una gran fama en Latinoamérica. La propia autora reconoció haberse sorprendido al comprobar lo conocida que era al otro lado del charco, durante un viaje que hizo a Chile para promocionar su trabajo.
Pero su relación con la editorial que la dio a conocer no acabó con la ruptura del contrato que mantenían. Esta, fue más difícil de romper que su matrimonio. En 1973, Bruguera ganó el contencioso que mantenían y la escritora se vio obligada, además de a pagar una suculenta indemnización (¡¡¡365 millones de pesetas!!!) a volver a trabajar con ella, en exclusividad, hasta 1990.
Si es que da igual la fama que se tenga, los escritores estamos en lo más bajo del escalafón social. ¡Ay, Corín! ¡¿Cómo se te ocurrió meterete en pleitos con la editorial, mujer?!
Suerte que la señora era una trabajadora incansable y siguió dándole brío a la pluma para no morir de hambre. Ni ella, ni sus hijos.
En el 77 se estrenó en el serial radiofónico con Lorena, historia de una chica de alterne. Sin embargo, este terminó siendo censurado. Pero no por su contenido indecoroso, que es lo más fácil de imaginar por el título. Sino pro las alusiones políticas que en él se hacían.
En medio de tanto varapalo, el hundimiento de Bruguera, en el 86, le devolvió la libertad. Que, a ver, no es que una se alegre del mal ajeno. Pero sí del beneficio propio, ¿o no?
Al final de su vida, Corín se vio sometida a tener que recibir tres sesiones semanales de diálisis peritoneal. Pero ni así dejo de escribir. Siguió imaginando historias, que ahora dictaba a su nuera para que esta las mecanografiara. De este modo siguió con su actividad hasta el 11 de abril de 2009, cuando falleció de un infarto cerebral dejando tras ella tres novelas inéditas.
De verdad, si lo de esta mujer no es amor por las letras… ¡entonces dime tú qué lo será!
Es por eso que me escuece bastante que su nombre se ningunee, incluso se tome a risa, entre la mayoría de las personas que trabajan o disfrutan de la literatura. Es una pena que los prejuicios nos impidan reconocer el gran trabajo de esta autora que, después de Cervantes, tiene el honor de ser la más leída en lengua castellana. Y, 11 años después de su muerte, su obra se sigue publicando.
No soy una fan de Corín Tellado, de hecho, no habré leído más de tres novelas suyas, y ya ni recuerdo de qué iban. Aun así, como la trabajadora incansable y entregada que fue, no puedo más que reconocer su labor y lamentar que seamos tan pocos quienes lo hacemos.
¿Y tú? ¿Qué opinas de Corín Tellado? ¿Te gusta? ¿No te gusta? ¿Has leído algo suyo?
¡Qué preguntona soy! ;-P
Perdón. Pero, como siempre digo, tu opinión es la parte más importante de este artículo. Así que ya sabes, ¡te leo en los comentarios!
Adriana Andivia
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