La historia del abanico se remonta a muchos, muchos siglos atrás. Tal y como demuestran antiguas pinturas y numerosos escritos, ya los egipcios utilizaban estos instrumentos no sólo para airearse, también para espantar insectos. Aquellos abanicos eran grandes, semicirculares, provistos de largas plumas y de mangos largos y fijos.
Este mismo tipo de abanicos fueron utilizados en la Grecia clásica por las sacerdotisas para preservar los sagrados alimentos. En la antigua Roma también se adoptó esta costumbre y los esclavos romanos aireaban y protegían con ellos del calor, moscas y otros insectos a sus señores. La Iglesia católica en la Edad Media, hizo suya esta costumbre heredada de los romanos para aplicarla durante la liturgia cristiana utilizando estos instrumentos para proteger la Eucaristía de insectos y al oficiante del calor.
Hablando ya de abanicos más pequeños, también en China su uso es milenario y lo utilizaban tanto hombres como mujeres. Se cuenta que llevar el abanico en un estuche y colgado en la cintura era signo de autoridad. Los japoneses, a su vez, lo utilizaban para saludar y en ellos colocaban los regalos que les eran ofrecidos. Para una mujer oriental era impensable acudir a cualquier parte sin su abanico, y hasta a los condenados al patíbulo se les hacía entrega de uno minutos antes de la ejecución.
En Europa medieval hay constancia de abanicos hechos con plumas de pavo real, faisán, papagayo... sujetas estas a mangos de plata, oro o marfil y que constituían un comercio muy lucrativo.
Centrándonos en el abanico plegable, parece ser que "el invento" procede de Japón. Según cuenta la leyenda, en el siglo VII, Tamba, un obrero japonés, inspirándose en las alas de los murciélagos creó uno al que llamó "Kawahori". Fabricó varios de estos ejemplares y como eran cómodos y de fácil manejo, su uso se fue extendiendo progresiva y masivamente.
China, Japón, Persia, India y el resto de las culturas de la zona tienen documentado el uso de este tipo de abanicos. A partir del siglo XV, con los intercambios comerciales, llegaron a occidente traídos por portugueses, españoles, ingleses y holandeses (aunque según recientes estudios se cree que los primeros abanicos plegables fueron introducidos en Europa por los Jesuítas).
En España la llegada del abanico cuenta con diferentes vías de entrada. Por una parte, hay constancia de su procedencia por vía islámica: En la Catedral de Pamplona hay una arqueta de marfil fechada en 1005 en la que se pueden distinguir figuras talladas que sostienen abanicos de diferentes formas. También las Crónicas mexicanas de Tezozomoe hablan de que el emperador Moctezuma regaló a Hernán Cortés varios abanicos cuando tuvo noticias de su desembarco. Por otro lado, se habla de los abanicos en el siglo XIV, en la Crónica de Pedro IV de Aragón, donde se cita como oficio ("el que lleva el abanico") de los nobles que acompañaban al rey. Sin embargo, es en el siglo XVII cuando se extiende su uso en nuestro país. Bajo la protección del conde de Floridablanca, se instaló en España el artesano francés Eugenio Prost y él fue el máximo productor de estos objetos, llegando a superar a Italia y Francia. Máximo exponente de la moda de entonces, los fabricaba de diferentes maneras en cuanto a color, formas, materiales y tamaños. En ese momento el abanico también era utilizado por los hombres, pues por aquellos días se usaban sin distinción de sexos.
En las cortes europeas los abaniqueros franceses tenían gran fama. Se cuenta que el pintor español Cano de Arévalo, se encerró durante todo un invierno en su casa y se dedicó a pintar abanicos. Al llegar la primavera, hizo creer que llegaba a París provisto de una impresionante colección. Los vendió absolutamente todos y fue nombrado proveedor de la reina.
En el siglo XVII los abanicos aparecen en Inglaterra, pero el varillaje de aquellos iba sujeto a un mango rígido, eran de gran tamaño, se adornaban con motivos diversos y estaban pintados por artistas de gran renombre.
En Francia los introdujo la reina Catalina de Médicis que poseía una amplísima colección de abanicos de todo tipo (tenían, la mayoría de ellos, una rica empuñadura, en ocasiones con piedras preciosas incrustadas y los sujetaba a la cintura por una cadena de oro o plata) lo incorporó a su vestuario cuando asistía a grandes recepciones, lo que supuso una enorme difusión en las cortes de toda Europa.
En la corte de Enrique III, también se hicieron muy populares, pues se tomó como ejemplo al Rey ya que hacía uso de ellos de manera regular.
En el Renacimiento, el abanico vivió una época dorada. Isabel I de Inglaterra solía decir a sus damas que una reina sólo podía aceptar un regalo: el abanico, pues cualquier otro objeto era desmerecido.
La verdadera época de esplendor aconteció durante los reinados de Luis XIV y Luis XV. Para cualquier gran señora de aquellos tiempos, el abanico era el complemento indispensable a su vestuario. En su fabricación se utilizaban materiales de lujo, desde piedras preciosas, oro y metales preciosos, hasta telas italianas (consideradas las más lujosas del mundo). Se pintaban acuarelas realizadas por los pintores más importantes del momento y sus varillas se fabricaban con oro, plata, nácar, carey, marfil...
Por supuesto en Venecia ya se usaban los abanicos careta para asistir a los bailes de máscaras y carnavales.
El siglo XVIII fue el siglo de la consagración y el triunfo del abanico. En Europa se fabricaban abanicos para todo tipo de usos imaginables. Los había para los lutos, pintados en blanco, negro y gris; de satén para las bodas; para usar en el salón o el jardín. También se encontraban los impregnados en perfume que al abanicarse desprendían su fragancia y servían para los largos paseos del verano. Llegaron también a fabricarse con pequeñas ventanitas o espejitos incrustados que permitían observar sin ser observados.
Como veremos más adelante, el abanico tenía su propio lenguaje. Al amparo de un abanico se hacían confidencias y también era posible utilizarlo para dar ánimos a un pretendiente tímido. Una dama que se preciara no llevaba dos veces el mismo abanico a una fiesta.
El escritor inglés del siglo XVI, Joseph Addison declaró: Los hombres tienen las espadas, las mujeres el abanico, y el abanico es, probablemente, un arma igual de eficaz.
La reina Luisa de Suecia instituyó la Real Orden del Abanico.El escritor del siglo XVIII, Julio Janin, asombrado ante la versatilidad del abanico en manos de una mujer, dijo: "Se sirven de él para todo; ocultan las manos, o esconden los dientes tras su varillaje, si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten alcahuete".
La reina Isabel de Farnesio dejó al morir una colección de más de mil seiscientos abanicos.
La célebre cortesana Minón de Lenclós hacía pintar sus abanicos de las más ingeniosas maneras. Incluso tenía uno con pequeñas lentes con las que, a modo de lupa, conseguía acercar las imágenes.
La Marquesa de Pompadour dio su nombre a una gama de abanicos de varillaje pintado.
La reina María Antonieta los regalaba a sus más íntimas amigas.
La Emperatriz Sisi, al rondar la edad de 40 años, no soportaba que nadie la fotografiara y siempre llevaba un gran abanico de cuero para cubrirse la cara si eso sucedía.
La reina Catalina de Médicis podía perfumar sus abanicos para uso particular o incluso encargaba a sus perfumistas preparaciones especiales para ocasiones en las que necesitara sus efectos, pudiendo contener efluvios exquisitos o filtros y venenos misteriosos de los que conocía el secreto y tenía la experiencia según se dice.
Los abanicos de pericón, de grandes dimensiones y realizados con la técnica de encaje de bolillos, fueron creados en el siglo XIX y se utilizaron sobre todo en el mundo de la danza, el flamenco y el teatro.
En las tertulias de la Generación del 27, Lorca, Alberti, Cernuda... todos usaban abanico, por lo que este objeto se convirtió en un símbolo de intelectualidad.
La Revolución Francesa y la aparición del "ridículo", el pequeño bolso puesto de moda por las señoras de la época en 1807, contribuyeron a la paulatina desaparición del abanico. Posteriormente, la creciente falta de funcionalidad en la vida más moderna del siglo XX, llevó al declive el uso de este instrumento como complemento femenino.Hoy en día sólo queda en España una escuela-taller mundial de abanicos, está en Cádiz y exporta a todo el mundo. Los grandes artesanos y artistas se sitúan en Aldaya, en la Comunidad Valenciana.
No son muchos, pero existen unos pocos museos donde ver abanicos que son verdaderas joyas y obras de arte; a través de ellos podemos hacernos una idea de su evolución a lo largo de los años.
Todavía hoy, algunas nostálgicas no pisamos la calle sin un abanico en el bolso. Para ellas y para todos, unas cuantas nociones sobre el que fue su lenguaje invisible, gestual y cifrado con el que expresar sentimientos o pasar contraseñas con todo tipo de finalidad en función de cómo fueran sus movimientos, posición o colocación:
Fuentes: www.todoabanicos.com y http://alenar.wordpress.com
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Comentarios (40)
Emilia
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Bella
Muy interesante el artículo, gracias.
Un saludo
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Cynthia HJ
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Laura
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Esther Alcaide
Es sorprendente todos los usos por lo que ha pasado.
Desde usarse para espantar insectos, a usarse en la actualidad como un complemente de moda.
Lo que más me ha llamado la atención sin duda, es todo lo que las damas de la época podían decir a través de un simple gesto, moviendo el abanico de una u otra forma, podían expresar más que con palabras.
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Loreena
Me ha encantado el artículo. Gracias.
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Rosa Ramos
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Paqui Medina Ivorra
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MARIAN
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Silvia77
Si queréis comprar abanicos artesanales, si vivís por la costa levantina, os aconsejo visitar la feria de artesanía de Xàtiva, en Alicante, que se celebra en el mes de agosto. Incluso se puede ver como los fabrican y los decoran a mano. Todo un arte.
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Lady Petunia
Interesantísimo artículo, ya había leído sobre el tema, pero has aportado datos que desconocía y que son la mar de interesantes sobre sus orígenes. A todas las que les interese saber un poco más las insto que visiten el Museo del Romanticismo de Madrid o La casa Lis de Salamanca. Donde tienen una amplia colección e informan de diversas curiosidades sobre el lenguaje de este.
Por favor me ha encantado el “dárselo a la madre” ale se terminó. XD
Gracias al autor/autora, muy chulo.
Saludos
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verito
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Agredecida
Hay algunos museos muy bonitos de abanicos y su lenguaje, yo recomiendo uno que hay en Valencia el palacio de " El marques de dos aguas"
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Bel71
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María
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Mario
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Rincon_Romantico
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sorlib
Conocía el lenguaje de los abanicos pero no sabía que era tan extenso...yo creo que debería llevar apuntado en un libreta todos los significados para no confundirme :)
Espero tener la oportunidad de ver algún día un museo de abanicos porque hay verdaderas obras de arte.
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Olaya. P
¡Qué constreñidas vivían!
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Carmen Zapico
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Maesfe70
Sabía de la existencia del lenguaje, pero ¡qué complicado! Imagináos que una pareja se comunicase en un baile con ese lenguaje y que otro lo sepa y crea que es por él...¡Vaya lío! jijiji
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latinas2982
besitos
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Lucia
Muy completo e interesante el artículo, muchas gracias por compartirlo con nosotros.
Me ha llamado mucho la atención eso de tener incluso bolsillos y lentes y que la reina tuviera ¡1600! ¡que pasada!
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luciago
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MARI Torcuato
Y que maravilla,cuantos significados.no conocía tantos
Yo suelo llevar en el bolso,pero no tenía idea de este"mundo tan interesante"que lo rodea!!!
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Elena
Me gustan mucho los abanicos y en verano suelo llevar uno en
el bolso
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kalina
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Savannah990
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morticia
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marivi
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crishi
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Malory
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Katon
En resumen, de los mejores artículos que he leído.
¡Gracias por acercarnos detalles y objetos que salen en nuestras novelas!
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sonia
Muchas gracias por el articulo.
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arantxa
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anasy
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rociodc
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Mary Jo
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sandrayruth
Me ha gustado también las costumbres que tenían algunas mujeres, como las Reinas, o la Emperatriz Sisi. A mi siempre me han gustado los abanicos, es más, guardo un montón de recuerdos de ellos. Me gustaban mucho los que vendían en los talgos cuando yo era pequeña, y más de una vez me dio alguna rabieta porque mi abuela no quería comprármelos.
Hoy en día guardo uno de aquellos abanicos, de papel, que se plegaban sobre si en una especie de cajita de metal. es mi preferido!!!
Gracias por el artículo!!
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marisa
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