Bien dicen que lo prometido es deuda; y yo, que soy una mujer de palabra, hoy vengo a cumplir la mía.
Hace unas semanas te propuse que nos sumergiéramos juntos en los orígenes de la Novela Romántica. Entonces te hablé de Pamela ―ya sabes, esa chica tan, pero tan honesta, que no omitía detalle de las penurias que estaba viviendo lejos de su hogar en las cartas que escribía a sus padres―. Pero también te conté que no es lo mismo hablar de la que se considera primera novela romántica que del género romántico en sí.
Esto se debe a que todo género tiene sus propias “normas” no escritas. Sus propios clichés ―si queremos llamarlos así― que lo definen y se repiten de un título a otro. Lo que, lejos que resultar monótono, ofrecen al público aquello que quiere encontrar en la historia que tiene entre las manos.
En el caso del romance, los ingredientes de la receta mágica que ha perdurado hasta nuestros días comenzaron a cocinarse en la década de 1970. Es entonces cuando surge la que por aquella época se llamó Novela Rosa.
Te voy a evitar entrar en la connotación peyorativa que tiene esta denominación ―hay tanto que decir de ella, que daría para otra entrada― y voy a ir directa al meollo de la cuestión. Porque, no nos andemos por las ramas, aquí lo que de verdad nos interesa ―pero de verdad, de verdad― es saber cuál es la que, por consenso general, se lleva el honor de ser pionera del género romántico tal y como en la actualidad lo conocemos.
No hace falta redoble de tambores, ¿verdad? Si has echado un ojo al título de este artículo te habrás dado cuenta de que he fusilado el factor sorpresa ―lo de hacerme la misteriosa nunca ha sido lo mío, lo admito―. Como ya has leído, la respuesta a la incógnita es La llama y la flor. Una novela que se publicó por primera vez en el año 1972 y que fue escrita por una de las grandes del género romántico, la inolvidable Kathleen Woodiwiss.
Toda esta perorata sobre “quién fue antes y qué dio origen a qué” lo aprendí hará cosa de un año, mientras preparaba un taller de escritura de Novela Romántica. Me pareció interesante explicar los orígenes de la misma antes de entrar en materia, y te confieso que me hizo ilusión que esta autora fuera “la primera” del género porque, para mí, sí que lo fue. Quiero decir que fue la primera escritora de romance que leí.
Debuté como lectora de Novela Romántica con Amarás a un extraño. Un libro que pude comprar gracias a la paga que por aquel entonces me suministraba mi abuela mensualmente y aprovechando que tenía hora libre en el instituto. Era una adolescente y mi madre me tenía terminantemente prohibido leer este tipo de historias. La pobre me conocía bien y sabía de qué pie cojeaba, y todavía hoy cojeo.
Como ves, soy la prueba viviente de lo contraproducente que es vedar a la juventud cualquier cosa por la que se sientan atraídos. Así que ya sabes, jamás lo hagas con tus hijos, sobrinos o ahijados. A no ser que quieras que terminen cayendo en los vicios de los que intentas mantenerlos alejados.
Aunque la señora Woodiwiss fue quien me abrió la puerta a la romántica, confieso que no había leído La llama y la flor hasta hace poco. Lo hice para hablar con conocimiento de causa en el taller que mencioné antes. Y, la verdad, debo decir que, en mi modesta opinión, la trama difícilmente soporta una lectura hecha bajo el prisma de nuestra actualidad. Es demasiado fuerte para el siglo XXI. Particularmente porque cuesta ―así fue para mí, al menos― ver algo diferente a una violación en el primer encuentro de los protagonistas.
Ese capitán Brandon Birmingham, con su imponente e irrefrenable vigor masculino… En fin, ¿qué te digo? Si me pareció mal que el señor B. secuestrara a Pamela, imagínate lo que opino de lo que este hombre le hizo a la infeliz Heather.
Sin embargo, jamás me verás demonizar una novela. No. Y, menos, una romántica, que para eso ya hay voluntarios de sobra, no hace falta nadie más. Hacerlo me parece cometer una injusticia tanto con las obras como con los autores. Particularmente porque, al emitir un juicio negativo, la mayoría de las veces lo que estamos demostrando es nuestra incapacidad para entender el universo recreado en el libro en cuestión.
En el caso de La llama y la flor es imprescindible retrotraernos al pasado para ser capaces de apreciar la historia que esconden sus páginas. Un viaje en el tiempo que debemos hacer por dos veces. La primera, para adaptarnos a la sociedad de los setenta, momento en que fue escrita la novela y en que lo políticamente correcto o incorrecto se medía con otro rasero. La segunda, para dejarnos envolver por la época en la que se sitúa la acción. No recuerdo exactamente si estamos en el siglo XVIII o el XIX pero, en cualquier caso, es un periodo histórico en el que ―nos guste o no― las relaciones entre hombres y mujeres eran muy diferentes a como son hoy en día, por lo que no podemos esperar que los personajes piensen, actúen y reaccionen como lo haríamos nosotros. Ellos tienen sus propias costumbres y moral.
Si digo esto no es porque pretenda justificar nada, sino porque, en lugar de criticar, prefiero aprender. Y la novela que nos ocupa es una oportunidad maravillosa para imbuirnos en la romántica, porque rezuma la esencia del género.
¡Ay! Qué poética me estoy poniendo. Descuida, ya corto el rollo.
Sé que lo más probable es que hayas leído La llama y la flor ―y, si no es así, corre ahora mismo a hacerte con un ejemplar―, por eso me voy a abstener de comentar la trama. Aunque de verdad que me habría encantado hacerlo porque, aquí, amiga mía, hay salseo del bueno. ¡Qué cosas le pasan a la pobre Heather! Con diecisiete años ya había vivido más que yo a los treinta. Pero, mejor que gastar tinta hablando de algo que las dos sabemos, te cedo el testigo.
Ahora es tu turno. Cuéntame, ¿qué te pareció la historia de Heather y el capitán Brandon? ¿Eres de las que viajan en el tiempo a la época en que se sitúan las novelas que lees? O, por el contrario, ¿te enciendes de indignación con determinados comportamientos de los protagonistas?
¡Te leo en los comentarios!
Artículo realizado por Adriana Andivia.
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Comentarios (9)
Paz Fernández
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Endora81
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Danay
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teresa
precisamente la flor y la llama no me parecio de lo mejor.
tb son para mi gusto mucho mejores, Shanna y el lobo y la paloma.
ç
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Rocío DC
Como dices, y yo tampoco voy a entrar en el tema, se critica más hoy la romántica desde dentro a causa de este tipo se historias. Y solo pienso que es un gran error. Fueron el comienzo y no por nada a día de hoy aún se siguen leyendo.
En cuanto a la novela y si mi memoria no me falla, la he leído, pero no soy capaz de recordar en sí la historia jeje voy a investigar si no la intentaré volver a leer XD
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Luciago
Estoy completamente de acuerdo con lo que dicos. Yo me suelo meter en la época en la que transcurre la historia, así que no me suele impresionar lo que leo que no sea correcto en la vida actual. Sólo soy crítica con la novela contemporánea.
He leído La llama y la flor, y toda su obra, pero, si he de ser sincera, no recuerdo nada. Aunque yo considero a esta gran autora una pionera.
Gracias por el magnífico artículo.
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ELSA
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Savannah990
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Cynthia HJ
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