Cuando leemos novela histórica, a menudo nos encontramos con mujeres fuertes e independientes, heroínas adelantadas a su época que no están dispuestas a dejarse dominar por el varón opresor de turno, sea este el padre, el marido, o un pretendiente venido arriba. Suele justificarse con aquello de que una mujer sometida y con nula capacidad de decisión, como tenía la desgracia de ocurrirle a la mayoría, resultaría como poco aburrida. Pero dejando aparte necesidades argumentales, lo cierto es que, con independencia del periodo histórico, siempre han existido mujeres valientes que han defendido sus derechos con uñas y dientes. Una de ellas fue Leonor de Aquitania.
Leonor nació en Poitiers en 1122, era la primogénita del duque de Aquitania y cuando su único hermano varón falleció, se convirtió en la heredera del ducado, una extensa franja de territorio que iba desde el Loira hasta los Pirineos, un feudo mayor que el del propio rey de Francia. La corte aquitana sobresalía entre las de su tiempo por la inclinación hacia la cultura y las artes y Leonor no solo aprendió a leer y a escribir, hablar latín, inglés o francés (ya que su idioma natal era el provenzal) sino que fue instruida en la equitación, la cetrería y la estrategia militar.
Cuando su padre falleció, durante una peregrinación a Santiago de Compostela, su matrimonio fue concertado de inmediato con el rey de Francia, Luis VII. Ella tenía quince años, él diecisiete. Aunque fue un matrimonio impuesto se contaba que, en un principio, fue muy feliz. Dicen que Leonor era muy bella y que el rey la amaba. Ella quiso introducir en la corte gala lo mismo con lo que había crecido en Aquitania. Trovadores, juglares, poetas... Eso le trajo las primeras críticas, pero con sus más y sus menos el matrimonio resistió hasta que el rey, animado por la llamada a la guerra santa de Bernardo de Claraval, impulsor de la orden del Cister, decidió marchar a las Cruzadas y llevarse con él a sus caballeros. Hasta ahí todo bien, si no hubiese sido porque Leonor, en su calidad de señora feudal, decidió ir también.
Eso no gustó ni al rey ni a Bernardo ni a nadie, que una mujer pretendiese ir a la guerra y encabezar su propio ejército era poco menos que una herejía. No en vano, la iglesia consideraba a la mujer como fuente y origen de pecado, y por eso, cuando la cruzada fracasó, muchos aprovecharon para echarle la culpa a Leonor (que nunca cruzada alguna consiguiera triunfar, no fue razón suficiente para negar la fuerza del argumento).
La relación entre Luis y Leonor se había ido enfriando, el carácter adusto de él chocaba con la vivacidad de ella. Leonor buscó apoyo en su tío y tutor, Raimundo de Poitiers, príncipe de Antioquía, y con ello solo consiguió que aumentasen los rumores y las acusaciones. Para entonces el matrimonio estaba muy distanciado, pero aún hubo un último intento de reconciliación que culminó con el nacimiento de la segunda hija de Leonor. Eso tampoco satisfizo al rey. Quería un varón.
Fue la gota que colmó la que debía ser escasa paciencia de Leonor. En 1151, catorce años después de su boda, pide la anulación al Papa alegando consanguinidad, una excusa muy socorrida ya que prácticamente todos los matrimonios de la nobleza eran consanguíneos en mayor o menor grado, el suyo lo era en cuarto. Leonor era una mujer muy poderosa, más aún que el propio rey de Francia, y el Papa acabó accediendo para mayor humillación de Luis.
Como no era cuestión de perder el tiempo y la política de alianzas era un asunto crucial, Leonor vuelve la vista hacia el otro lado del mar y decide contraer nuevas nupcias con Enrique de Plantagenet, rey de Inglaterra y diez años más joven que ella.
El matrimonio se celebra y la corte se establece en Poitiers y puede que no se tratase solo de interés, ya que Leonor, a sus treinta años, aún hacía honor a la fama de su belleza y las crónicas destacan la gallardía y el arrojo de Enrique. Además tuvieron ocho hijos, sin duda otra señal de buen entendimiento, cinco varones y tres mujeres. Entre ellos el célebre Ricardo Corazón de León (célebre sobre todo por las películas de Robin Hood, era el rey cuyo regreso todos esperaban) y también la pequeña Leonor, que fue reina de Castilla. A esta otra Leonor la enviaron con ocho años a Tarazona (Zaragoza) para que se casase con Alfonso VIII, el noble, otra mujer con una vida más que interesante.
En Poitiers, Leonor de Aquitania ejerce de mecenas y la corte vive una época de esplendor cultural favoreciendo el auge de la lírica caballeresca y el florecimiento del amor cortés. Los trovadores idealizan a la mujer describiéndola como un dechado de perfecciones, convirtiéndola en objeto de un deseo con frecuencia inalcanzable y exaltando en sus cantigas lo gozoso de sufrir por amor.
Pero la realidad tiene la mala costumbre de irrumpir en la mejor urdida de las ficciones y el ensueño cortés y caballeresco de la corte aquitana se esfuma cuando Leonor anda ya cerca de la cincuentena. Enrique se busca a otra más joven (los hombres son iguales en todas las épocas), muda su corte a Inglaterra y desaíra a Leonor exhibiendo a su amante en público como si se tratase de su auténtica consorte. Leonor, que había sido reina de Francia, que era reina de Inglaterra, que había guiado a sus propias huestes hasta los muros de Jerusalén, no puede soportar tanta humillación y no duda en volver a sus hijos contra su propio padre, llegando incluso a aliarse con su exmarido, Luis VII, para hacer frente común y tratar de derrocar a Enrique.
Todo para nada, porque la rebelión fracasa y Leonor es recluida por orden de su marido. Permanecerá encerrada durante más de diez largos años. Tuvo que esperar a que Enrique muriese y a que su hijo Ricardo Corazón de León fuese coronado para recuperar la libertad.
Tenía por entonces sesenta años y tampoco fue esta una etapa tranquila, ya que las constantes ausencias de Ricardo, comprometido en una nueva cruzada e inmerso siempre en revueltas y campañas, hicieron que tuviese que actuar como regente, mediando ante el Papa cuando Ricardo fue hecho prisionero en Viena e intercediendo a favor del menor (y menos querido) de sus hijos, Juan I, el llamado Juan Sin Tierra, cuando Ricardo falleció sin descendientes, a causa de la infección que le produjo la herida de una flecha.
Todavía a los ochenta años, Leonor reunió la fuerza necesaria para realizar un viaje que la llevó desde Anjou hasta Castilla para reencontrarse con su hija Leonor de Plantagenet y escoger de entre sus nietas a la que habría de ser la nueva reina de Francia (siempre lo primero las alianzas). Casó a su nieta con un hijo de su primer marido. La elegida fue Blanca, de doce años, y Leonor volvió a acertar porque ejerció como regente durante largos periodos y pasó a la historia como un modelo de prudencia e inteligencia política.
Pero cuestiones estratégicas aparte, imaginad el viaje de Leonor en plena edad media, en palanquín o en carreta, cruzando los Pirineos a saber por qué caminos, jornadas y jornadas de viaje hasta llegar a su destino y otras tantas para regresar. Leonor debía tener tanta voluntad como resistencia.
Falleció a los 82 años. Una edad excepcionalmente larga para la época. Una mujer excepcional en muchos sentidos. Las leyendas sobre su figura se multiplicaron tras su muerte y muchas la representaron como una mujer egoísta, intrigante y manipuladora, otras, en cambio, destacaron su belleza, su cultura y su inteligencia. Posiblemente todas ellas tenían algo de razón y a mí me gusta así.
Las mejores heroínas no siempre tienen por qué ser perfectas. Basta con que sean de carne y hueso.
*Artículo realizado por Marisa Sicilia
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Comentarios (23)
Loreena
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Roxana
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eva026
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yosoy
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Olaya.P
Leonor fue una mujer fuerte y claramente adelantada a su tiempo.
¡gracias por el artículo!
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Carmen Zapico Zapico
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Griselda Martínez
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Lorena Gomez
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Maria Dolores
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Rociodc
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TAMARA PELEGERO
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Marina
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kalina
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Dougless
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Marisa Sicilia
Y también os recomiendo la película que comentaba Bona, merece la pena verla aunque solo sea por ver a Katherine Hepburn interpretando a Leonor :))) Es perfecta, no me imagino a otra mejor!
PD. Y que gracias a vosotras por leerlo
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ELSA
Gracias por ponerlo
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Katon
Gracias por el artículo!
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Bona Caballero
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merce
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Luciago
Gracias por el artículo.
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Elena
Muy interesante!!! Muchas gracias por compartirlo con nosotras.
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Marhya
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Anasy
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