«Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre: prepárate a morir».
Si has recitado de memoria esta frase tienes al menos treinta años o eres una nostálgica. En cualquiera de ambos casos has visto "La Princesa Prometida" y estuviste esperando el Gran Duelo casi tanto como que el protagonista gritase su «como deseéis», comedia pastoral de Shakespeare ya que me pongo.
Hola, me llamo Ruth M. Lerga, tengo treinta y nueve años y adoro las escenas de espadachines.
Será por eso que he visto todas las versiones de Los Mosqueteros. Y será también porque tuve el dudoso honor de escribir el que debe ser el «duelo más dicharachero» en una novela romántica histórica que necesitaba resarcirme y estuve investigando a posteriori cómo funcionaban estos actos de honor a los que así, entre nosotras, nunca he terminado de coger el punto, porque ganase quien ganase... esto es entre nosotras, debo insistir... la dama nunca era virgen y el bueno siempre había hecho trampas.
Antes de embarcarnos en una lección que espero no se os haga aburrida y en la que me temo caerán algunos mitos, dejadme que aclare un par de datos que también harán que vuestra idea de los duelos pierda puntos: el concepto es, al parecer, francés (ooh, no es inglés, esta aprendiz de Mrs. Thornton está sufriendo) pues sus primeras regulaciones provienen del país que tenemos justo encima; y aunque eran ilegales, en eso estamos todas de acuerdo, no estaban mal vistos.
Cuando la ley los penó de manera directa sí llegó a considerarse homicidio en primer o segundo grado, dependiendo siempre, claro, de la importancia del individuo al que se matase, que no era lo mismo matar a un conde que a un banquero por rico que fuera... pero durante los siglos XVIII y a lo largo de prácticamente el XIX en casi toda Europa, exceptuando la puritana Inglaterra de la Reina Victoria, eran frecuentes y estaban socialmente permitidos, aunque la Iglesia que correspondiera en cada Estado no los aprobara o las leyes que correspondieran simularan cercarlos con cierto disimulo.
Ahora sí, unos cuantos datos imprescindibles. Elementos indispensables para un duelo: una afrenta o injuria y un desafío, un honor que mantener, armas, padrinos, lugar y doctor. ¡Casi nada!
De afrentas poco puedo contaros, sabéis más que yo. Y de la forma en que se desafía, tampoco. No es casualidad que haya pasado al lenguaje cotidiano «lanzar el guante» como retar.
¿Un honor que mantener?, os diréis. ¡Qué tontería, pues claro! Pues no. Nop. No todos tenían de eso: solo los caballeros y adinerados. ¿U os creías que todo el monte es orégano? El vulgo carece de honor. De este modo, si era un hombre de clase baja quien retaba a un caballero, podía este enviar a un sirviente en su nombre. En este punto diré que las ganas de esta que suscribe de enviar a un mayordomo estoico y flemático a batirse en duelo con arma blanca en nombre de su señor con un marinero por una afrenta ocurrida en una taberna de puerto a horas intempestivas... ains, hay cosas que no son realizables, y un mayordomo haciendo algo así no sería creíble, me pelaríais por falta de rigor, jajaja.
¿Armas?: A pistolas o a espada. Armas nobles, ambas. Se dice, se comenta, se rumorea, que las armas de duelo tenían los cañones desviados para evitar heridos indeseados, una incongruencia como otra cualquiera. ¿Los mejores juegos de pistolas para duelo? Los de los orfebres de Toledo. La tecnología española en su esplendor, señoritas. Si el duelo era a pistolas ya conocéis el procedimiento: se colocaban de espaldas, daban los pasos estipulados y se volvían y ¿disparaban a la vez? Pues depende. Depende del sujeto, de la sujeta, y de cómo se sujeten, que decía mi abuela. Se podía pactar que primero disparase el retado. Llamadme listilla pero yo no aceptaría si fuese el retador, por pésima que fuera la puntería de mi compañero de juegos. Se podía pactar también ir disparando de forma alterna hasta que uno de ellos resultara herido. Así, pum, pum, pum... con las armas truncadas hasta que la casualidad diera su fruto y se vertiera sangre. Eran caballeros, ¿había prisa, acaso? No por mucho madrugar... y se madrugaba, que se quedaba al alba. Se podía incluso ir acortando los pasos si el sol despuntaba demasiado. ¡Ya veis! Eso sí, todo pactado previamente o diligentemente consensuado después. Irían a hacerse daño, pero eran caballeros, después de todo.
¿A espadas? Estos son los que me gustan. Estos sí. Se podían hacer a muerte o a primera sangre. Y como ya he destripado un duelo y lo dicho lo explica todo poco hay que decir. Pero tomaos un minuto e imaginaos a nuestro protagonista, florín español en mano –arma de acero patrio con doble filo y soberbia empuñadura trabajada en las factorías de nuestra antigua capital—, gritando «en garde, pret, allez» y finalmente y con suficiencia «touché», para ofrecer la mano caballerosamente a su contrincante, el malo malísmo, restablecer el honor de su dama y regresar con ella al lecho, donde nuestra protagonista lo espera en vilo, temerosa de que su «desliz por amor» le haya causado la muerte, jajaja.
Pero si queréis un buen duelo, uno de honor y por honor, leed "Matrimonio de conveniencias" de Georgette Heyer. Aquí sí encontraréis espada en mano a dos caballeros de verdad, protagonista y antagonista, que conocen las reglas y no necesitan pactarlas, en un duelo secreto en el que saben por qué están combatiendo y que poco tiene que ver su lucha con una realidad que ambos conocen. (¿Spolier en las próximas frases?). Y que no finalizará hasta que uno de ellos no confiese lo que el otro ya sabe. Soberbio. Y que una vez acabado tiene un mismo final de cínicos caballeros, uno pidiendo un cirujano, el otro prefiriendo que traigan de Londres a su valet (no, no es un spoiler, el duelo es lo de menos y es magnífico en sí mismo; pero he avisado por si acaso).
¿Dónde estaba? Pienso en el Conde de Rule y me disperso... Padrinos: uno por parte. Acordaban el campo de honor -Tothill Fields en el Londres de la Regencia, ¿para qué alejarse del centro?-, comprobaban las armas, ejercían de testigos de fe, y en caso de que falleciera su duelista, el afectado era el encargado de advertir a las autoridades y de llevar el cuerpo a la familia. Así que mejor no elegir al más borracho de White's o Boodle's si quería hacerse bien, que cierta responsabilidad tenían. No, en Almack's imposible, no deis emoción a una noche aburrida. Las patrocinadoras solo daban limonada y un mal ponche rebajado, y cerraban a las once en punto. Difícil retarse allí con dos copas de más a altas horas. Si un caballero se os acerca en Almack's simulando ir bebido, lo que pretende es excusar un comportamiento licencioso con alguna de vosotras... ¡dejaos llevar!
Y por último el doctor, o galeno, o matasanos, o lo que fuera. Que solía ir con uno de los duelistas, en el mismo carruaje. ¡Menudo panorama! En fin, hay oficios para todos los gustos...
¿Un duelo famoso? El del célebre y recto Duque de Wellington –a quien le tengo un afán secreto últimamente- y el Conde de Winchilsea. Ambos dispararon al aire.
¿Uno que marcó la historia? Este en casa, en 1870, el famoso Duelo de Carabanchel entre Antonio de Orleans y Enrique de Borbón. El primero perdió cualquier opción a gobernar, y el segundo la vida.
¿Uno absurdamente ridículo? En 1808, en París, en globos aerostáticos. Sí, sí, tal cual. Al parecer la gracia consistía en pinchar el del otro, si entendí bien, disparando. Finalmente uno logró su cometido y el otro pereció en la caída. El padrino también iba en la cesta, él sabría por qué no alquiló un tercero para ser testigo de fe pero con seguridad, y corrió la misma suerte.
Visto así, el duelo de mis Mosqueteros no fue tan esperpéntico, ¿no? En fin, seguiré soñando con enviar a un mayordomo al campo de honor a batirse con un marinero que le doble en tamaño y que hable un inglés que aquel no entienda...
Artículo realizado por Ruth M. Lerga
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Comentarios (10)
paz fernandez
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Malory
Me ha encantado, de verdad. Gracias.
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Elizabeth Urian
Gracias por el artículo Ruth. Te ha quedado soberbio.
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Patriki
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crishi
Yo también prefiero los duelos con espada, por aquello del cuerpo a cuerpo se me hacen más creíbles. Los duelos a pistola me parecen un poco light. Pero precisamente hace poco estuve viendo la última versión realizada por la BBC de Guerra y Paz, y me llamó la atención un duelo a pistolas. Busque información en San Google y se cuenta que los duelos en Rusia a pistola eran terribles, donde a diferencia de otros países como en Francia las distancias se acortaban, no había padrinos ni médicos y no se cuantas barbaridades más.
Tomo nota del libro de Georgette Heyer, me gusta mucho esta autora y me has dejado intrigada, hija.
Gracias.
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Ruth M. Lerga
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Luciago
Las que leemos histórica, estamos muy enteradas de los duelos, pero siempre se aprende algo nuevo, como sucede con este articulo.
Gracias por compartirlo.
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Cynthia HJ
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Marian Arpa
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Susana
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