Cuando voy a una librería, y paseo entre sus pasillos, tengo la sana costumbre de ir acariciando los libros. Me gusta cogerlos, leer las sinopsis y susurrarles al oído la impresión que me causan sus argumentos.
Pero no es el tacto lo primero que impacta en mis sentidos al entrar en una librería. Es el olfato. El olor de los libros me hace navegar suspendida en el aire. Me envuelve ceñiéndome como un amante lo haría entre sus brazos... Que algunas veces apenas me roza, y otras, me falta el aire... 78% de nitrógeno que contiene sentimientos con olor a rosas, 21% de oxígeno que contiene besos con olor a azahar y un 1% de otras sustancias mimosas... declaraciones de amor mentoladas, deseos cítricos, ternuras amaderadas y pasiones picantes que me elevan hasta la troposfera. Las nubes acogen mi olfato etéreo mientras naufraga tratando de discernir los distintos perfumes que habitan en esta burbuja aromática. Me apodero de las notas bajas o de fondo, medias o de corazón, altas o de salida y capto las esencias que se desplazan a través de mis fibras receptoras hasta llegar al cerebro. La labor ha terminado. Pellizco mi pituitaria para que, el trocito de cielo que me arrulla, se volatilice y me haga descender suavemente volviendo a la realidad...
Los libros nuevos son vírgenes ya que aún no han sido profanados por la naturaleza humana y medioambiental. No sé cuándo un libro nuevo deja de oler como tal. Quizás, desde el mismo instante en que lo abrimos por primera vez y sumergimos la nariz entre sus páginas queriendo retener su fragancia personal...
Las brisas saladas barrían los brezales abiertos, cargados con la fragancia de las ciruelas maduras y de las bayas de arrayán, mientras que, en los jardines, los manzanos florecían en perfumadas explosiones blancas. Se detuvo para recoger una, llevársela a la nariz y gozar de la delicada fragancia, que era más preciosa aún por ser de la tierra firme y no del mar. Respiró hondo, como si quisiera compensar los cinco años de no haber disfrutado de ese placer... (Dos veces amada, Lavyrle Spencer).
...No podía dejar de notar que él llevaba alguna fragancia de especias, canela y algo más elusivo. No encajaba con su austeridad... El penetrante y fértil olor a mar flotaba bajo el olor del alquitrán y la madera, del cáñamo y la pintura, y el leve olor a canela.(El acompañante, Susan Squires).
¿Pueden los olores, plasmados en las páginas, ser caprichosos abandonando su hábitat y cruzar nuestras delicadas fosas nasales? ¿Superan el propio olor del libro?
El olor de los libros antiguos es el resultado de los diferentes compuestos orgánicos liberados desde el papel al aire. Dicen que huelen a vainilla (mi olor y sabor preferido) debido a la degradación de la lignina, un polímero orgánico muy abundante en el mundo vegetal que desprende olor a vainilla. Quisiera ser mariposa para vivir en ese mundo y volar sobre las plantas leñosas impregnándome del dulce aroma de la vainilla.
Por desgracia, mi sensibilidad olfativa no es capaz de captar dicho olor en el papel de los libros. Lo único que puedo decir es que me fascinan los libros antiguos. Sus páginas, de color sepia y olor a recuerdos de otra época, me hacen, de vez en cuando, hundir mi nariz en ellos abriendo las páginas sólo lo justo para que no se escape lo que quedó grabado en mi memoria cuando los leí.
Libros de hace 30 años o más... Primer amor de Iván S. Turguenev, La casa del árbol hueco de Enid Blyton, Cuento de Navidad de Charles Dickens, mis libros de texto escolares... Ediciones antiguas con portadas amarillentas y papel marchito pero con un toque íntimo... Pétalos de rosas y jazmines blancos entre sus páginas (que todavía conservo donde las deposité), evocando mi costumbre juvenil de marcar aquellas escenas con las que más disfrutaba. Aún creo poder oler sus fragancias... Olores nostálgicos con aromas florales que acompañan una descripción romántica y que se relacionan con momentos privados de mi vida pasada... Secretos guardados bajo llave en el invernadero de mi memoria. Ocultos entre los efluvios perfumados que segregan las flores y que me hacen retroceder a mi juventud...
*Artículo realizado por Crishi
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Comentarios (23)
Aspasia24
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LILIAN
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Sakhya
Cuando entro en una libreria, siento que me pierdo en el aroma de los libros.
Lo que me pasa mucho, es que cuando un libro me atrae, lo huelo. Casi como si olfativamente pudiese absorver la historia.
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sara
Fantastico tu articulo.
,
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Regla María Pérez García
Lo cierto es que me encanta el olor que desprenden los libros, el tacto de sus hojas, algunas veces ligeramente rugosas así como las notas que oímos la pasar cada una de sus páginas.
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Lucia
Me encanta el olor y el tacto de los libros viejos, evoco en mi mente tiempos pasados y llego a sentirlos.
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Katon
Gracias por esta preciosidad de artículo
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ELSA
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Lili
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LETRA ESCARLATA
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LadyZarek
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crishi
Me encantan los libros antiguos y es cierto que tienen un olor especial, un olor que no es comparable a nada.
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monica-p
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MARY
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kalina
Hermosas palabras que nos meten de lleno en un mundo de olores que las lectoras reconocemos, si es verdad que los libros tienen su propio olor y eso olores nos hacen rememorar sentimientos guardados en un rincón de la memoria.
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tatia
Gracias Crishi.
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Elena
Muchas gracias por compartirlo con nosotras.
Un beso
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marivi
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sandrayruth
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anasy
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Verónica B.
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Andrea
Es emotivo y creo que todas las personas que amanos la literatura, en todos sus géneros, también amamos ese "olor a libro". Tan atrayente, tan misterioso y tan particular.
El libro nuevo tiene su encanto, con el valor agregado del entusiasmo de ser acreedor de una aventura nueva, pero los viejos...
Personalmente compite directamete con el aroma a tierra mojada antes de la lluvia... ambos inigualables.
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arantxa
Vamos que yo amo más el contenido que el continente.
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