Aunque no quería tener otra esposa, deseaba ardientemente besar a aquella mujer... En cuanto se instalaron en Washington la historia empezó a repetirse: el comité de bienvenida de las solteras del lugar, las comidas caseras de regalo... Alex McKenzie era viudo, sí, pero no buscaba una nueva esposa. Sin embargo, su hijo de cuatro años sí parecía haber encontrado una nueva madre… y justo a tiempo para las vacaciones. La vecina Shannon O’Rourke era guapa, inteligente y soltera... y no le había llevado ni una tartera con comida casera. Quizá no estuviera hecha para ser la esposa de nadie, pero lo cierto era que Shannon había conseguido que el hijo de Alex volviera a sonreír… algo que él no había logrado.
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