—Legalmente todavía eres mi mujer —le dijo Rad sin ambages—.
Todo lo que pido es que reanudes tus deberes de esposa: Lainie lo miró. ¡Qué tonta había sido al rechazar su oferta anterior! Pero esta negativa fue dictada por orgullo y ahora la necesidad la obligaba a olvidarse de su amor propio. La asustaba saber que todavía lo amaba y se preguntaba si alguna vez dejó de quererlo…
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