Candela es locura, aventura y pasión. Pero a veces su sonrisa no es más que una mueca que adorna sus labios. Un falso «Estoy bien» aunque no sea así en realidad.
Javi y ella se conocen desde siempre; son amigos, mejores amigos. De los que ríen por todo y pese a todo. De los que hablan y también de los que callan porque qué pueden decir que ya no sepan. De los que se entienden con una mirada, aunque ahora se pierdan en los ojos del otro... De esos que se adoran tanto que nunca darían un paso en falso en lo que respecta a su amistad. Pero ¿y si el destino se empeñara en que tiene que «ser»?
Una noche. Algunas copas de más. Un «¿Por qué estás tan triste, nena?». Y todo se complica entre ellos.
Pero ¿qué pasa si la chispa que ha prendido ya no pudiera ser apagada? ¿Y si en vez de una chispa fuera un puto incendio descontrolado? ¿Y si los besos quemaran, las caricias dejaran huellas en la piel y no pudieran resistirse a la tentación?
***
Nada de lo sucedido ayudaba demasiado. Ni la mierda de Rubén ni el homenaje de sexo que nos habíamos regalado como dos extraños que pretenden no verse más y quieren aprovechar el tiempo.
Tampoco que la piel le brillara, su risa tintineara en mis oídos ni que ella mantuviera una mano sobre mi muslo durante toda la cena.
Candela. Candela. Candela.
Siempre Candela.
«Joder, nena. Qué difícil me lo estás poniendo».
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