Ellos eligen y ellas deciden 1
Mi nombre es Paula Ariza, aunque al pulverizabragas al que me beneficio —cuando no estoy esforzándome en hacerle la vida imposible— le gusta llamarme Maléfica, pirada u ordinaria, entre otras lindezas. Nunca lo admitiré, pero mi favorito es rubita, sobre todo cuando me lo susurra al oído mientras está hundido en lo más profundo de mi matriz.
Nuestra relación es compleja y he tenido que vérmelas con él en papeles tan variopintos como el de hijo despechado y vengativo, el de jefe tirano y manipulador, el de amante generoso y ardiente, y sí, alucinad: el de maridito tierno y amoroso como el pan Bimbo recién abierto.
Qué puedo decir, salvo que vivimos en una montaña rusa donde las emociones están a flor de piel…
Y a veces, sin querer, dejo ver que no soy tan mala como él piensa.
Soy Brenell Lorrigan, presidente de Lorrigan Starring Publications, Inc., aunque si le preguntáis a ella os dirá que prefiere tildarme de Innombrable, gilipollas o empotrador. Y sí que la empotraba, varias veces al día, contra la pared más cercana, en el duro suelo, sobre la primera mesa que encontrara, o en un baño público, de camino a nuestros respectivos despachos, que se encuentran a unas pocas plantas de distancia en el mismo edificio de oficinas. Y lo hago a menudo, no creáis. Esa mujer me pone como una puta moto.
Por desgracia, no solo en el plano sexual; en el día a día la ahogaría con su propio fular de Carolina Herrera hasta que esa preciosa carita de porcelana se volviera de un subido tono morado. Porque si como empleada es un horror, como dueña de su propia revista resulta un puñetero grano en el culo, y como esposa dedicada y abnegada, en fin… Los dos minutos que duró aquello me encantó, por eso busco la manera de no perderla.
Incluso aunque tengo claro que nunca será tan buena como desearía.
Juntos somos una puta locura. Pero es nuestra locura de amor.
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Comentarios (1)
Chris de Wit
Debo de reconocer que al principio creí que Paula, la protagonista, iba a resultarme detestable, pero, hete aquí, que el manejo de la narrativa de Raquel y su inagotable fantasía ganaron sobre mis prejuicios. Me he reido de las ocurrencias de esa disparatada requete loca de Paula a tal punto que terminé adorándola. Y él, Brenell, bueno, al pobre no le queda más que afrontar una mujer como ella, que es un terremoto. Y también hay que entender su gran desafío. En fin, que es una historia que me ha mantenido en vilo y, sin ninguna duda, me ha encantado. Enhorabuena, Raquel.
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