A Hannah no le gustan los gatos. Ni su casero. Ni los ruidos de las obras del piso de arriba. Tampoco le gusta ese tipo, Steve, el encargado de la obra que no hace más que interrumpirla a todas horas, aunque no tiene más remedio que reconocer que es guapísimo.
Steve es un hombre sencillo con una vida normal. Entonces, ¿por qué le gusta tanto esa extraña pelirroja, enganchada a los videojuegos, a la comida basura, adicta a hackear páginas web y a meterse en los ordenadores y las vidas ajenas?
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