Algunos días no deberían existir. Cualquiera que se encontrara en el pellejo de Bea pensaría lo mismo. ¿Cuántas probabilidades hay de que la Administración cometa un error tan grave que envíe tu vida y tu estabilidad al garete? ¿Y de que te toque precisamente a ti? ¿Y qué es lo peor de todo? Que quien tiene que demostrar que fueron ellos los que metieron la pata eres tú —¿quién si no?—.
Jodido, ¿verdad?
Viuda, con un bebé al que mantener y sin trabajo, a Bea no le queda otra que pedirle a su cuñado, Theron Mitros, que la ayude a deshacer el entuerto. No sería nada del otro mundo, si no fuera porque nunca le cayó bien a Theron, porque este vive en Creta y… porque le está ocultando algo.
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Isabella
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