Al perder su trabajo, Gabrielle Clayton se mudó al modesto apartamento de Paul Reed. Había aceptado compartirlo con una condición: total independencia. Luego descubrió que compartir el apartamento significaba también compartir la bañera que estaba en medio de la cocina... y el ambiente comenzó a caldearse. De repente, la mujer práctica y con los pies en la tierra, empezó a soñar con noches mágicas en los brazos de Paul. ¿Qué le pasaba? ¿Era culpa de aquel hombre de ojos azules?
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