El tiempo se detiene, los pitidos de los coches dejan de sonar para ellos, Kendra y Gael forman un atasco en hora punta en Madrid. En ese momento las mariposas los asaltan y se remueven en sus estómagos, por primera vez, para los dos. Arrancan los motores.
¿Quién es ese dios vikingo que la ha dejado sin habla? Kendra no podrá parar de sonreír pensando en su encuentro y en esos atrayentes ojos, olvidándose de Jon, su amigo y recién bautizado novio. Y el vikingo aparecerá, se colará en su vida poniendo todo patas arriba y a su fidelidad cuesta abajo.
Sí juntos se ríen a carcajadas, si flotan cada vez que se miran y sus tripas se convierten en centrífugadoras cuando se tocan, ¿por qué no se lanzan?
Tranquilos, para eso estoy yo… Habrá que darles un empujoncito.
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