La princesa prometida

En 1987, sobre un guión de William Goldman, se llevó al cine un cuento romántico. Un cuento que es una de las más bonitas historias de amor.

¿Quién no ha visto esta película? ¿Quién no se ha enamorado de Wesltey (un jovencísimo Cary Elwes, cada vez que dice eso de: como desees, a su amor? ¿Quién no se ha sonreído con ese bonachón gigante? ¿Quién no se ha enfadado con el deleznable príncipe Humperdinck, disfrutado con el malvado Vizzini o admirado la valentía de la princesa Buttercup? ¿Quién no se ha sumado a la lucha de Iñigo de Montoya y recuerda su famosa frase que ya es una leyenda? ¿Quién no se ha enternecido con ese niño al que un inmejorable Peter Falk haciendo de abuelo, lee el cuento de la princesa Buttercup? ¿Quién, si es posible, no se ha reído a carcajadas con ese clérigo que no pronuncia la R?

En una mezcla de romance, comedia y fantasía, La princesa prometida nos pasea por palacios, paisajes maravillosos que nos llevan hasta Irlanda, hasta los Acantilados de la Locura que no son otros que los de Moher, arrastrándonos a compartir las mil aventuras de los personajes.

Wesley no tiene fortuna pero ama a Buttercup y por ella se va a recorrer mundo. Tras caer en manos de piratas, acaba convirtiéndose en uno de ellos y regresa a por su amada. Pero ella está en las garras de Humperdinck que quiere desposarla a toda costa. La princesa es raptada y Wes se enfrenta al príncipe, a la magia y al peligro, sin importarle perder la vida o ser torturado en una máquina infernal. Y acaba muerto. O casi muerto, como dictamina un brujo que da a Iñigo y al gigante el remedio para su cura. Porque estamos en un cuento y en ellos no puede morir el protagonsita, como no puede hacerlo en la novela romántica que nos gusta a todas.

Máquina de agua que quitan la vida, intrigantes, traiciones, peleas a espada, viajes en barco, animales terroríficos, capas mágicas, chocolate que cura. Una historia medieval preciosa para soñar como cuando éramos pequeñas y leíamos cuentos de hadas y brujas, de princesas y héroes, para disfrutar con los paisajes, deleitarnos con una música estupenda y, sobre todo, para conocer al significado del Amor Verdadero.

Me gusto principalmente que la historia empiece como un cuento que el abuelo lee a su nieto. Porque al final, el muchachito, que en un principio nada quiere saber de historias de besos, acaba pidiendo al anciano que vuelva al día siguiente para leerlo una vez más. Lo que demuestra que los cuentos de amor y aventuras no son exclusivos para niñas, como una buena novela romántica donde haya acción tampoco lo es de las mujeres. Los niños y los hombres también saben apreciar un buen argumento y saben descubrir el amor verdadero.

La película cuenta con un buen número de frases célebres. Para mí, las mejores son:

-Como desees (de Westley)

-Hola, me llamo Iñigo de Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.

Valoración: 5/5