Crítica realizada por Irdala
Caroline se acaba de mudar a San Francisco. Ha alquilado un piso donde vive con su gato Clive, y ha empezado a trabajar como diseñadora de interiores. Su nueva y excitante vida también incluye a Simon, un vecino algo peculiar, y unas paredes que parecen papel de fumar. Noche tras noche, el mujeriego, como Caroline suele llamarle, la despierta con ruidos escandalosos... No oye únicamente su cama golpeando rítmicamente la pared que separa las dos habitaciones sino también los gritos de éxtasis de sus acompañantes. Pero lo peor de todo es que esta situación no hace más que recordarle que está en dique seco.
Una noche, después de una sesión particularmente ruidosa, Caroline decide tomar cartas en el asunto y quejarse. Pero no esperaba sentirse atraída por Simon. Cuando abre la puerta y ve que solo lleva una sábana blanca alrededor de su cintura, lo encuentra delicioso e irresitible. Pronto las fantasías protagonizadas por este misterioso semental es lo que la mantendrán en vilo.
Caroline y Simon volverán a encontrarse en una fiesta donde, por fin, podrán hablar en una situación normal. Él resulta ser bastante encantador, y nada tiene que ver con el gigoló que Caroline se había imaginado. Incluso podrían llegar a ser buenos amigos... O quizás algo más.
La verdad es que he disfrutado esta novela que, escrita en primera persona con el tono de esa amiga que te llama por teléfono para contarte «mira lo que me ha pasado», resulta, como reza en la contraportada, «divertida, picante y sexy».
La primera parte del libro me ha encantado y me ha mantenido con una permanente sonrisa en la cara. La forma en la que está planteada la historia; la manera en la que la protagonista nos presenta a sus dos amigas del alma; las conversaciones consigo misma; los mensajitos entre los diferentes personajes y especialmente entre Simon y Caroline con ese doble sentido de las cosas dichas entre ellos; el papel estelar que tiene en toda la novela Clive, el gato de Caroline y otras tantas cosas que me resultaron sumamente entretenidas y originales, me hicieron felicitarme por la elección de este libro.
Sin embargo, hacia la mitad de la novela la historia pierde fuelle, quizá porque todo empieza a ser demasiado repetitivo y las «gracias», ya no resultan tan graciosas. Otra pega que le pongo es que en algunos momentos los protagonistas y el resto de amigos de él y de ella, parece que pierden edad y asistimos a hechos y comentarios un tanto «juveniles», incluso, en ocasiones, la narración parece que corresponda al diario de una adolescente. También creo que la autora abusa del protagonismo que le da Caroline a las partes de su anatomía cuando habla de lo que siente (Cerebro tal, Corazón cual, Nervios no sé qué...). Tal vez todo esto se hubiera solventando si se le hubieran quitado unas páginas a la novela; casi con toda seguridad, de haber acortado un poco la historia, se hubiera conseguido mantener el ritmo que tenía al principio.
Dicho todo esto, añado un punto importantísimo a favor de este libro, y es que no hay cama hasta casi el final. La autora hace que salten chispas entre ellos, que se hagan amigos, que él la corteje, que los dos lo estén deseando (y el que lo lee también. ¡Cómo me gusta eso!). Así que, claro, cuando por fin toca, pues ya hay ganas de verdad. Sin embargo, una vez que cruzamos la línea roja, ya hay barra libre, y todo lo «hot» que no ha pasado a lo largo del libro lo tenemos al final.
Concluyendo: es una novela que se lee fácil y de un tirón. Es divertida, entretenida, con algunos momentos de verdad hilarantes, desenfadada y sencilla. Ideal como lectura de verano para llevarte a la piscina o a la playa, no pensar en nada, relajarte y echarte unas risas.
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