Crítica realizada por Mariam
En Emmetsville, una pequeña población del sur de Estados Unidos, la vida transcurre plácida y monótona para Millicent Hayes, quien casi con treinta años, ha renunciado a la esperanza de encontrar el amor y formar una familia como siempre soñó.
Desde que su hermano Alan sufriera un accidente, a raíz del que quedó paralítico, por decisión propia, Millicent ha dedicado su vida al cuidado del joven. En parte la mueve el amor que siente por él, en parte la promesa que hiciera a su madre en el lecho de muerte y en parte la culpabilidad.
Pero inconscientes de sus tumultuosos pensamientos, a ojos de todos, Millicent es una solterona, un pilar de moralidad y rectitud dentro de la comunidad sin otro deber que velar por Alan.
Sin embargo el destino le tiene guardada una inesperada sorpresa cuando a la casa al lado, se muda Jonathan Lawrence, el nuevo director de "The Sentinel", el periódico local.
Jonathan es viudo y tiene una hija de diez años, Betsy, quien es poco menos que un torbellino, alegre y vivaz pero necesitada de una mano femenina que la guíe. Desde el primer accidentado encuentro entre Millie y Jonathan, la tranquila y aburrida vida de la joven no vuelve a ser la misma. La de Jonathan y Betsy tampoco.
A pesar de la apariencia remilgada y severa que Millicent muestra, Jonathan vislumbra la belleza que oculta bajo su anodina y almidona vestimenta y se siente muy atraído por ella, así como por su candidez. Aún siendo tan opuestos, él es un hombre ávido de vida, inquieto, inconformista, un luchador que no duda en decir lo que piensa en su periódico, incluso en contra de los más respetados vecinos de la comunidad, descubre que Millicent le intriga como ninguna otra mujer.
Tras los encontronazos iniciales, Jonathan y Millicent logran encontrar un punto a partir del que nace el respeto y una bonita amistad. Sin embargo, si bien eso parece ser suficiente para Millie, no lo es para Jonathan.
Y así, mientras la apacible vida de Millicent se ve alterada por el atractivo Jonathan, su revoltosa hija Betsy y un enorme y torpón perro, los Lawrence también ven cómo la soledad que ha sido su día a día desaparece de la noche a la mañana bajo la mano de la solterona Millicent Hayes.
Sin embargo, la promesa que Millicent se hiciera a sí misma, que la ha llevado a encerrar en una cárcel su alma, se alza como un obstáculo insalvable entre ella y Jonathan.
Pasión otoñal es una de esas novelas que hoy en día resulta muy difícil encontrar, pues lamentablemente está descatalogada, pero es una historia tan dulce y deliciosa que creo se merece un pequeño recuerdo.
Aunque el argumento de este libro es sencillo y un tanto previsible, creo que a veces no son necesarias historias demasiado complejas ni repletas de malos entendidos o desconfianza, para atrapar al lector. En mi caso, así sucede con esta historia.
En cierta manera, Pasión otoñal tiene un deje a cuento de hadas. El entorno en el transcurre, una población sureña, a finales del S. XIX, en una época en que finalizada la guerra civil americana, el país aún está en reconstrucción, tal vez no invite a soñar o creer en cuentos, pero sus personajes sí me los han recordado, sobre todo Jonathan, que actúa como el caballero de brillante armadura al llegar a Emmetsville y despertar a la doncella de su sueño eterno.
El caballero en realidad un periodista y la doncella una solterona, pero la esencia es la misma.
Pues, en cierto modo, Millicent lleva diez años sumida en un sueño. Desde que Alan quedó paralítico, guardó sus ilusiones y esperanzas en el futuro bajo llave, en un baúl con olor a alcanfor, donde aún conserva los recuerdos de su juventud. Pero pocas veces se aventura a abrir esa tapa y dejar salir las sensaciones agridulces que despierta... hasta que el atractivo director del periódico llega a su vida.
Y así se forma el interrogante, ¿renunciará Millicent al amor por seguir al lado de Alan? ¿Será capaz Jonathan de salvarla de la cárcel que se ha impuesto a sí misma?
Pasión otoñal nos describe la vida de los ciudadanos de Emmetsville, una comunidad donde imperan estrictos morales éticos, donde la familia lo es todo y el qué dirán rige la vida de muchas personas.
La numerosa familia Hayes, con sus correspondientes ramas de Connelly y Holloway, y otras tantas, con la severa e indoblegable tía Oradelle en cabeza y un séquito de mujeres que con gesto adusto y avinagrado condenan la inmoralidad, pese al cariño y apoyo que suponen para Millie, también le ha cortado las alas.
Desde mi punto de vista, uno de los mayores dones de Candace Camp es la habilidad con que, a través de personas sencillos y humildes, cuenta una preciosa historia de amor sin demasiados elementos ni añadiduras.
En Pasión otoñal no hay diferencias de clases, villanos ni grandes conflictos, sólo una mujer que ve pasar la vida ante ella sin dar el paso de volver a formar parte de la misma, un hombre de buen corazón, inconformista y luchador dispuesto a todo por ver a Millicent resplandecer y amar.
Además, la novela cuenta con el aliciente añadido de otra historia, la de Alan Hayes, el hermano de Millie, y Opal, la joven embarazada que trabaja para ellos. Una historia de amor dulce y emotiva, que habla de abnegación, superación personal y mucha ternura.
En un principio el personaje de Alan queda en segundo término pero, poco a poco, va ganando protagonismo, según conoce a Opal. Si la historia de Millicent y Jonathan me gusta, la de Alan y Opal no se queda a la zaga.
Pasión otoñal es una novela que guardo con un cariño especial pues me conmovió tantísimo que, de vez en cuando, me gusta releer y recordar esa historia de una mujer que ya se siente muy mayor para amar y soñar, encerrada en la soledad y en una vida apagada, hasta que la llegada de un hombre y el amor la cambia irremediablemente.
Sencilla y natural, para mí una de las mejores novelas que ha escrito Candace Camp.
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