Clive Cussler - El oro de Esparta

Crítica realizada por Irdala

Los cazadores de tesoros Sam y Remy Fargo irán en busca de un tesoro perdido que perteneció a las antiguas civilizaciones persas y que luego cayó en manos de Napoleón.
En el año 1800, mientras cruzaba los Alpes Peninos con sus tropas, Napoleón realizó un hallazgo asombroso: un tesoro persa perdido hacía siglos. Incapaz de transportarlo, dibujó en doce botellas de vino un enigmático mapa. A su muerte, el emperador se llevó consigo su último secreto, pues la curiosa bodega se dispersó por el mundo.
Sam y Remy Fargo, dueños de la Fundación Fargo, están rastreando tesoros en Maryland. Lo que hallan en el fondo de un pantano no es lo que esperaban: un pequeño submarino de la Segundo Guerra Mundial. En su interior hay una extraña botella, que tal vez perteneciera a la mítica reserva personal de Napoleón. Fascinados por el descubrimiento, no tardarán en emprender la búsqueda del resto de la colección.
Pero Hadeon Bondaruk, un oscuro millonario mitad ruso mitad persa, también anda tras la pista de las botellas. Él sabe que son la antesala de una presa mayor, el legendario tesoro de Jerjes, el conquistador que desafió a Esparta en la batalla de las Termópilas. Está convencido de que el tesoro le pertenece a él por derecho de herencia y de que nada ni nadie logrará interponerse en su camino.

En esta novela escrita por Clive Cussler y y Grant Blackwood, Sam y Remi Fargo, son los personajes principales de esta primera novela perteneciente a una saga protagonizada por un intrépido matrimonio que han hecho de su pasatiempo favorito una profesión: buscadores de tesoros y aventureros. Según ellos, la fortuna favorece a los atrevidos, y siguiendo esta máxima viven —y vivimos con ellos— aventuras apasionantes desde la primera hasta la última página de la novela.

Sam es ingeniero y Remi antropóloga e historiadora. Ambos hablan varios idiomas y son entendidos en muchas materias. Se mantienen en muy buena forma porque practican y conocen varios deportes. Por supuesto, y siendo Clive Cussler uno de los escritores de esta historia, conocen todo lo que hay que saber sobre barcos y submarinismo. Dada la profesión (o la afición) a la que se dedican, tienen oportunidad de poner en práctica todas y cada una de las múltiples habilidades que ambos poseen, incluida su extraordinaria inteligencia e imaginación.

Iniciamos la lectura del libro encontrándonos a ambos buscando un tesoro enterrado entre el lodo de un pantano de Maryland. Sin embargo, lo que encuentran nada tiene que ver con lo que buscan, pues descubren un diminuto submarino nazi. Comoquiera que el hallazgo resulta sorprendente porque es muy extraño haber encontrado algo así en ese lugar, deciden visitar y consultar con un profesional en la materia, y justo llegan a tiempo para ver que está siendo secuestrado.

A partir de aquí comienza la aventura y la trama se va enrevesando hasta el punto que del misterio del minisubmarino pasamos al descubrimiento de botellas de vino de la bodega personal de Napoleón que en la teoría están repartidas por todo el mundo y cada una de ellas te plantea un acertijo para hallar la siguiente y todo indica que al final, al encontrar las doce botellas, el premio será un tesoro, ¿pero qué tesoro? Los Fargo no tienen ni idea pero, como en toda buena novela de aventuras que se precie, hay un malo malísimo, Bondaruk, un multimillonario de origen ruso y persa y el jefe del crimen organizado de Ucrania, que va tras sus pasos y que a diferencia de ellos, sí sabe lo que busca. Por supuesto este malo malísimo no está solo y tiene a su servicio un grupo de secuaces a cual más despiadado.

Una lucha de inteligencias entre malos y buenos y una persecución a través de un montón de lugares y países. Una trepidante y divertida aventura llena de acción, enigmas, historia, misterio y emoción. Con dos protagonistas valientes (como no podía ser de otra manera con los héroes) y perfectamente compenetrados que mantienen diálogos frescos y en ocasiones hasta divertidos. Y como en este tipo de libros y películas, los malos siempre pierden y los buenos sobreviven, ganan y con un par de rasguños se recuperan divinamente en un lugar maravilloso —porque económicamente no tienen problema ninguno— mientras que se preparan para su próxima aventura. Aventura que por cierto me espera en la mesilla para empezar con ella ya.