Connie Brockway - No Place for a Dame

Valoración:

Crítica realizada por Bona Caballero

"No Place for a Dame" ha sido publicada en diciembre de 2013 por Montlake Romance. Connie Brockway continúa la serie "Royal Agents" ("Agentes del Rey") ambientada en la Regencia.

Giles, Lord Strand, ha dejado, más o menos, las actividades como espía al servicio de la Corona. Es momento de casarse y se ha prometido, sin mucho entusiasmo, con Sophia. No obstante, cuando su prometida, y su futuro suegro, pasan unos días en la mansión ancestral de Giles, en Cornualles, las cosas se tuercen un poco y, gracias a la intervención de Avery Quinn, la hija del guardabosque, Sophia acaba rompiendo el compromiso.

La ingeniosa Avery es una mujer que ha recibido una gran formación en astronomía. Es inteligente, y su mayor aspiración es poder ingresar en una sociedad científica que le reconozca su descubrimiento de un cometa. Sólo hay un problema: únicamente aceptan hombres. Avery le hace una propuesta a Giles: se hará pasar por un muchacho, su protegido, y él lo introducirá en los ambientes adecuados para poder conseguir sus objetivos.

A Giles todo esto le parece disparatado. Cree que Avery es demasiado femenina como para que nadie la confunda con un muchacho. Además, Giles tiene una imagen de desenfreno y despreocupación que no casa en absoluto con un repentino interés por la ciencia. No obstante, acaba aceptando porque tiene su propio objetivo secreto: encontrar a su desaparecido amigo Jack Seward. Avery puede ser la tapadera perfecta mientras él se sumerge en los barrios bajos en busca de este colega.

Este es el planteamiento de la historia, que nos lleva por las calles de Londres, desde los salones hasta las cloacas. Contra todo pronóstico, y con las debidas cautelas, Avery hace un muchacho pasable. Y poco a poco va desvelándose que Avery y Giles, que siempre se trataron con afecto, sienten algo más profundo el uno por el otro, sin habérselo dicho nunca.

Pero está el problema de que Avery no deja de ser una desclasada. No pertenece ni al mundo trabajador de su padre, ni a la sociedad refinada en la que no sabe moverse. No le van las "conversaciones educadas" en las que se hacen preguntas "que no se espera que nadie conteste sinceramente sino de cualquier forma que haga que quien pregunta se sienta bien consigo mismo". Y Giles no puede permitirse un mal matrimonio. Ellos lo soportarían, pero no querrían estigmas sobre sus hijos. El padre de Giles ya se lo dijo hace años.

El planteamiento de la historia es atractivo, pero su ejecución deja mucho que desear. Tengo la impresión de que, si lo hubiera contado de otro modo, me habría atrapado más. Durante buena parte del libro no pasa realmente nada y luego, al final, todo se precipita. Cómo consigue Avery su objetivo, cómo recupera su rol de mujer, cómo descubren que el suyo es un amor posible...

Giles ha trabajado de espía, lo que exige portarse de determinada forma. Avery ignora esta faceta suya y, cuando la descubre, queda perpleja y decepcionada. Pero esto, como muchas cosas sobre Giles, no es algo que él le confiese, o que ella vaya descubriendo poco a poco a lo largo del libro. Cualquiera de estas dos opciones narrativas añadiría tensión a la historia. Sin embargo, no es eso a lo que recurre la autora, sino a que terceras personas, en escenas que me parecieron irreales, acaben contándoselo todo a Avery, en unos términos casi psicoanalíticos totalmente fuera de la época.

Esto le quita bastante fuerza a la romántica declaración de Giles, casi al final de la novela: "Toda mi vida, he sido un turista, un visitante que interpreta cualquier papel que sea necesario en ese momento. Excepto contigo. Contigo, estoy en casa. Contigo, pertenezco a algo".

No me resulta muy lograda la caracterización de Avery como un "genio". En mi libro favorito de Connie Brockway, "Amarte es mi destino", la heroína es un prodigio con las lenguas muertas y se la ve actuar como tal. Pero en Avery sólo se "dice" que la astronomía es su pasión, sin que la veamos "hacer" nada en concreto, más allá de lo que conveniente para que la acepten en la sociedad astronómica. Por ejemplo, no ha ido nunca a Londres, ¿no sería lógico que un personaje así quisiera conocer el observatorio de Greenwich?

Tampoco me pareció lograda la tensión sexual. Y me eché unas risas al ver, en pleno siglo XXI una de esas "dislocaciones de himen" tan propias de novelas antiguas. Que no, que el himen no está en algún lugar indeterminado más o menos a la mitad de la vagina, que está justo a la entrada: no es algo que el héroe se pueda encontrar cómo decirlo finamente..., en mitad de la faena, por mucho que las autoras de romántica lleven décadas empeñadas en otra cosa.

En resumen. Una novela "bah", ni fú ni fa.

Valoración: Un 5/10

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