Crítica realizada por Carmen
¿Sabéis ese especie de sello que tienen las películas románticas francesas, con un toque de magia o de realismo mágico, tipo lo que nos encontramos en Amelie o en La elegancia del Erizo? Pues eso es lo que yo me he encontrado al leer esta novela, cuyo título es más largo que la historia en sí.
Reconozco que en la pantalla esta manera de contar una historia me gusta. Lo siento como una melodía, cuyas notas tienen sentido y expresan algo maravilloso y, en cierta manera, bondadoso. Algo parecido he sentido al leer este libro, aunque no es mi estilo favorito. Casi es como si la historia fuera un cuento infantil, donde destacan las buenas acciones sobre el resto, donde los detalles son lo más importante y donde nos muestran que en la sencillez de la vida está la felicidad.
Como lectora me ha encantado que la esencia de la búsqueda de felicidad de Clémentine sean los libros. Gracias a su forma de ver la vida consigue rodearse de un grupo de personajes peculiares y fantásticos, como si de un cuento se tratase, y como por casualidad.
Los detalles más simples son los que me han aportado más valor a mi lectura. Un objeto, un color, un gesto... he leído con una sonrisa en la cara, con la sensación de que el mundo está lleno de buenas personas que se merecen que les pasen cosas buenas.
Hay una magia en toda la historia que te hace pensar si las cosas ocurren por algo o las casualidades suelen dar el sentido a todo.
Nuestra protagonista tiene un sueño y éste se va cumpliendo.
De todas maneras, la novela me ha parecido simplemente eso, un cuento, una fábula, con una bonita historia de amor, pero simplemente eso. Creo que está rodea de muchas cosas buenas, pero también creo que hubiese sido más interesante haberla podido leer en el idioma en el que fue escrita, porque tengo la duda de si lo que se lee que no está escrito, tan importante como lo que está escrito, realmente era así (no sé si me he explicado bien, lo siento). No puedo explicar qué es lo que no me ha llegado de la novela, pero sí que no era para nada lo que pensaba.
Lo que más me ha gustado, las últimas páginas, por no decir la última. Tendréis que leerla para saber por qué. Casi es como si la autora consiguiera que yo, con esta novela, sintiese algo similar a lo que Clémentine sintió al leer Fábula en París.
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