Crítica realizada por Teresa
Sarah es una exitosa abogada y socia del bufete en el que trabaja en San Francisco. Sin embargo, su vida personal es bastante desastrosa, pues vive desde hace cuatro años una relación que no le satisface en absoluto a Phil, un colega abogado. Todo cambia el día en que su cliente favorito, un anciano millonario, le lega una cuantiosa suma de dinero en su testamento y la posibilidad de adquirir la inmensa mansión en la que él residía. En esta casa solariega a Sarah le esperan muchas sorpresas: una emotiva historia familiar, la felicidad de ver sus sueños cumplidos... y un hombre completamente diferente a Phil.
Yo soy lectora de novela romántica, para empezar. Nunca me ha parecido que esta autora sea especialmente de ese género, aunque reconozco que algunas de sus novelas –he leído pocas- no me han desagradado, pero tampoco me han enganchado demasiado. Escribe bien, su narrativa es buena y las circunstancias que plantea en sus libros resultan interesantes. Lo que pasa es que a mí me gusta más el género romántico-romántico, aunque sea de época actual.
Sarah es una mujer conforme con su vida, le gusta lo que hace y ejerce la abogacía con bastante soltura. Trabaja de sol a sol, pero no le importa. Para ella todo se basa en su trabajo porque no ha encontrado a nadie importante al que darle su tiempo. Es decir, que su vida amorosa es un fiasco, como si dijéramos. No es que no tenga pareja, no. La tiene. Y el sexo con él es estupendo, cuando lo hacen... Pero se siente desilusionada, los dos trabajan demasiado y apenas se ven. A eso hay que unir una relación bastante desagradable con su propia madre.
Phil, la pareja de Sarah, ha estado casado, tiene hijos, no quiere nada que se parezca a formar de nuevo una familia. A las insinuaciones de Sarah de que quiere una relación más completa, se hace el sordo.
Hasta aquí el libro se me ha atascado un par de veces, me ha parecido muy repetitivo entre los problemas que tiene la protagonista con su madre y los que tiene con su pareja.
La vida de Sarah y la novela se hace más interesante cuando hereda de un cliente, sin esperarlo. De un millonario al que ella tenía y él le tenía a ella mucho cariño. Desde aquí, la autora nos cuenta el modo en que cambia la actitud de la protagonista que deja de lamentarse. Con el dinero que hereda también dejaría de lamentarme yo, vamos. Y cualquier hijo de vecino. Porque la señora se compra una casa de casi tres mil metros cuadrados. Una pasada.
Ahora es cuando aparece Jeff, que es arquitecto y el que tasó la antigua casa del millonario que acaba siendo de la chica.
La primera parte de la novela, como he comentado, me ha costado bastante pasarla, tanta conmiseración me estaba hartando. La segunda se hace más amena, aunque sea por ver esa casa tan inmensa y lo que Jeff aporta a la historia.
No me ha decepcionado el libro, esperaba una historia así, sin demasiado romance ni aventura. No me ha decepcionado pero tampoco me ha matado del gusto.
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