Crítica realizada por Mariam
Segunda parte
Han transcurrido seis años desde el aciago día en que Laura y Nahuel fueran sorprendidos en los establos, desde que en defensa de la mujer que amaba mató al coronel Racedo, desde que la vida de los amantes se vio separada por mentiras, secretos y cobardía.
Ahora a Laura se la conoce en Buenos Aires como la viuda Riglos, una mujer excéntrica y escandalosa de la que no dejan de correr rumores que deshecha sin que le importe un ápice. Dueña de la editora de la Plata y escritora, protagoniza dialectos verbales y debates de igual a igual con los hombres, expresando su ideología sin pelos en la lengua. Se dice en la ciudad porteña que la bella e inalcanzable viuda, protagonizó años atrás un escándalo al convertirse en la amante de un indio, de ahí el acaloramiento con que defiende al pueblo ranquel. Sin embargo, nadie lo sabe con certeza y es uno de tantos chismorreos como circulan sobre ella sin encontrar respuesta. También se dice que sus amantes han sido numerosos y su nombre se asocia al de hombres de rango y poder.
Pero lo cierto es de aquella joven Laura que soñaba con empezar una vida junto a Nahuel, que se hizo trizas, poco queda años más tarde, pues se ha convertido en una mujer diferente, indoblegable, escandalosa, liberal y autosuficiente. Pero detrás de esa imagen inalcanzable que proyecta, oculta aún el dolor que siente por la desaparición de Nahuel al que cree muerto. Durante años no ha recibido noticias sobre el paradero de su amante, con lo que no sabe si vive o muere, y nunca perdonó a Julián Riglos, a pesar de haberse casado con él. El de ellos fue un matrimonio que estuvo en boca de toda la ciudad porteña, por escandaloso, extravagante y diferente. No vivían juntos y Laura ni siquiera le guarda luto.
Todo el amor que siente por Nahuel lo ha volcado en su familia, en sus sobrinos, su trabajo como editora, en sus múltiples causas y luchas sociales. De cara a la sociedad porteña, Laura es una mujer que lo tiene todo pero, en privado, a solas es una mujer solitaria que no se ha repuesto de la pérdida de Nahueltruz.
Nahuel huyó de Córdoba y Argentina con el corazón destrozado por la traición de Laura. Se juró entonces convertirse en un hombre diferente, alguien que estuviera a su mismo nivel, alguien respetado y de éxito, con la fuerza y poder capaz de destruirla si sus caminos volvían a cruzarse. Seis años más tarde un Nahueltruz diferente, al que ahora se conoce como Lorenzo Rosas regresa a Buenos Aires, tras años viviendo en París. Con una buena posición económica, negocios, amigos influyentes en los altos círculos, culto y refinado, poco queda de aquel indio salvaje que enamorara a la señorita Laura Escalante.
El odio anida en el corazón de Lorenzo que no puede olvidar el dolor que le causó la herida de Laura. El reencuentro entre ellos es frío, indiferente. Los ojos del hombre que miran a Laura ya no brillan de pasión y amor por ella, sino de odio. Pero nadie sabe que tras esa fachada melancólica, oculta un dolor enorme que mezcla la culpabilidad por el destino de su pueblo y la traición de la mujer que amaba.
Tras seis años de separación, de silencios y odios velados, Laura sigue amando a Nahuel con la misma intensidad pero él no le muestra ni un ápice de ese amor, solo desprecio e indiferencia pues la cree una traidora. ¿Podrá Laura sacarlo de su error y ganarse su perdón, sin el que no existe un futuro para ambos?
Si la primera parte de esta novela me ha hecho sufrir, con La vuelta del ranquel me ha sucedido algo similar, pues eso ha cambiado nada, a pesar de tratarse de una historia diferente. En este caso, con un periodo de tiempo de seis años, Florencia Bonelli nos retrata un nuevo escenario con personajes diferentes. Las vivencias de uno y otro nos retratan a una Laura y un Nahuel distintos, irreconocibles.
Atrás quedaron las yermas tierras de la pampa, las humildes tolderías con olor a cuero y ganado, caballos y fuegos. El escenario donde se reencuentran Laura y Lorenzo -el nombre cristiano de Nahuel- es en Buenos Aires, entre elegantes mansiones y teatros, en un marco de esplendor y riqueza que no muestra nada del pasado que los unió.
Durante este tiempo ambos han continuado con sus vidas, Laura creyéndolo muerto ha seguido su camino y, aun sin olvidar su dolor, ha tomado decisiones y experiencias que Nahuel no puede perdonar ni aceptar. El dolor por la aniquilación de su pueblo, de la que se siente culpable, se suma a la situación política y social del país y al papel de determinados personajes vinculados a la vida de Laura.
Nahuel -ahora Lorenzo- se ha convertido en un hombre al que Laura no podría rechazar por sus orígenes humildes. Ya nada queda de aquel ranquel con el que vivió a escondidas un amor entre huertos, establos y tierras yermas. Lorenzo es un hombre culto que habla varios idiomas, declama a Petrarca, refinado, adinerado...
Como digo, son dos personas diferentes que, a su manera, han seguido con sus vidas pero en el momento que se reencuentran, el tiempo parece detenerse y no haber transcurrido pues dentro de ellos sigue existiendo ese algo que los unió, aunque tal vez sea demasiado tarde... o no.
Si la novela anterior despertó un torrente de emociones, con La vuelta de ranquel me ha sucedido igual. Es cierto que aún con los mismos personajes, estamos ante una novela diferente. Diferente porque han transcurrido seis años, porque ni Laura ni Nahuel son los mismos, porque sucede en un marco nuevo y porque ya no existen las tolderías ni el poblado ranquel.
La historia de amor de Laura y Nahuel -a mí me cuesta pensar en este personaje como Lorenzo, así que lo sigo llamando Nahuel- está muy entrelazada al destino del pueblo ranquel. La culpabilidad que siente el indio por abandonar a su gente tiene sus raíces en aquello que lo separó de Laura, pero él no perdona ni olvida. Tampoco puede seguir adelante.
Los encuentros y desencuentros de la pareja protagonista transcurren en la aristocrática Buenos Aires de finales del siglo XIX. La vida de los Montes, Escalante, Beaumont, Lynch... siguen muy presentes en la trama.
El personaje que más me ha calado es Laura porque la nueva Laura es una mujer, en mi opinión, admirable. No doblega su voluntad, levanta la cabeza ante los comentarios malintencionados, escandaliza, lucha y nunca se rinde, a pesar de que por dentro llora, sufra y no olvida a su gran amor. Y, ante todo, me ha parecido una mujer valiente que se mide y actúa como cualquier hombre. El nuevo Nahuel, Lorenzo, es un hombre lleno de culpabilidad, rencor, odio y también mucha vulnerabilidad. Su amor por Laura es obsesivo pero el rencor, la traición y su incapacidad para perdonar hacen un infierno de sus vidas. Durante gran parte del libro he tenido sentimientos encontrados hacia él.
Con estos personajes, con una novela que tiene como trasfondo la aniquilación del pueblo ranquel, es inevitable que Indias blancas. La vuelta del ranquel no te conmueva, te haga sufrir y emocionar, al menos a mí. Como acostumbra y es un sello característico de Florencia Bonelli, estamos ante algo más que una novela romántica, es una novela que con una maravillosa y desgarradora historia de amor, pero además te traslada a la Buenos Aires de finales del siglo XIX, retratando hechos históricos y políticos, donde se entrelazan las vidas de personajes ficticios y reales, tal como hiciera en la primera parte. Ls trama histórica, que relata hechos reales, tiene un papel importantísimo.
De todas las novelas que he leído de Florencia Bonelli, Indias blancas es una de las que más me ha calado, las emociones y sentimientos que ha despertado, siguen latentes. Es uno de esas historias de amor que perduran y siguen viviendo en tu memoria aún después de cerrar el libro. He empezado a leer otra novela pero aún pienso en Nahuel y Laura, aún sigo sintiendo ese resquemor que me ha tenido en vilo página a página. Así pues, puedo decir sin mentir ni un poquito que Indias Blancas es una novela de las que dejan huella y no olvidas fácilmente.
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