Crítica realizada por Mipeti
Al saber que sir Waldo Hawkridge visitaría la villa, los caballeros y damas del lugar fueron presas de una viva agitación: ¡el famoso deportista, heredero de una inmensa fortuna, y figura principal de la sociedad londinense, sería por unos días uno más entre ellos!
Los jovenes idolatraban al Sinigual; los padres lo desaprobaban y madres e hijas lo veían como el mejor y más escurridizo partido de todo el reino.
Pero una persona permaneció tranquila. Desde que decidió ser institutriz, Ancilla Trent había dejado de lado los romances, y al principio, el revuelo solo le divirtió. Pero cuando sir Waldo ignoró a las bellas del lugar, hizo un descubrimiento sorprendente: ¿estaba cortejándola el famoso caballero?
Sir Waldo, principal representante del grupo de los corintios (al parecer, grupo de élite londinense aficionado a los deportes y demás aventuras) es un hombre joven, rico, guapo y con mucho carisma. Allá donde va levanta cierto revuelo, no tanto por su comportamiento, sino por la leyenda que de él se ha creado. Sus hazañas deportivas son conocidas incluso en la campiña, los jóvenes tratan siempre de imitarlo, tanto en el vestir como en demás actividades, y las mujeres por supuesto se lo disputan. Sin embargo, a pesar de tanta devoción, no es un hombre orgulloso, engreído o presuntuoso. al contrario, es bastante afable, de buen corazón, con un gran sentido del humor y muy inteligente. Destina parte de su fortuna en la creación de organatos y trata de ser buen ejemplo para sus primos.
Ancilla, joven mujer de veintipocos años, se ha resignado a no casarse nunca. Su familia, noble pero venida a menos, pasa por penurias financieras y ella decide dejar de ser una carga más y dedicarse a la docencia. De ese modo, acaba como dama de compañía de una jovencita huérfana y heredera de una gran fortuna, que vive con su tia y primos. Ésta se las hacer pasar canutas, pues es una chica muy ingreida y presumida, demasiado vanidosa para caer bien.
Cuando Sir Waldo recibe una herencia de un tío lejano, se presenta en la región para conocer el estado de la misma y allí es donde nuestros protagonistas se conocen. Mientras Ancilla, como criada que es, no debería codearse con él, su jefa, que hace las veces de casamentera, se da cuenta de ciertas miradas que hay entre ambos y decide echar cartas en el asunto.
Es una novela para mi gusto divertida, con muy entretenida, típica de esta autora, llena de embrollos y malentendidos. Para quien guste de novelas clásicas esta una verdadera joya. Me ha encantado el desarrollo de la historia, los diálogos mordaces entre ambos protagonistas, porque Sir Waldo representaba todo lo que Ancilla despreciba en un hombre. Es una historia con un gran despliegue de personajes secundarios y situaciones disparatadas.
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