Jane Kelder - El puerto de la luz

Crítica realizada por Luciago

Cada vez que leo un libro de Jane Kelder vivo realmente en la época que recrea. Es asombroso lo bien que ambienta y describe sus historias. Es imposible no introducirse en ellas y vivirlas con intensidad, tanto los sentimientos de los personajes como su forma de vida y lo que ven sus ojos e incluso sienten.

En este libro, la autora nos sitúa a primeros del siglo XX, en la isla de Gran Canaria, donde habitaba una gran colonia de ingleses, generaciones ya nacidas en la isla conviviendo con los canarios. En esos momentos se estaba ampliando el Puerto de la Luz por ingenieros ingleses y la autora ha querido que uno de ellos sea nuestro protagonista, Dan NordHolme, inglés nacido canario.

La historia empieza en Inglaterra donde Nathalie, al morir el que ella creía que era su padre, se entera por la madre de este que es bastarda. Le dice que es hija de un español de Gran Canaria y que no la quiere en su casa, que para ella está muerta y que ya no tiene casa, ni familia. Se encuentra prácticamente en la calle y su única idea fija es cómo puede llegar a esa isla y localizar al que es su verdadero padre y conocer sus orígenes. Para ello se crea una nueva identidad y acepta la oferta de matrimonio de un inglés viudo que está en Inglaterra y vuelve a Gran Canaria. Una vez en la isla, la red de mentiras va engordando conforme van pasando los días, hasta que los remordimientos, el chantaje de un mal individuo, el amor naciente por el hijo de su pretendiente viudo y la desesperación por encontrar a su padre, la hacen huir con la única pista que tiene a Tenerife.

La narración es trepidante y con una prosa muy cuidada. Está perfectamente hilvanada, no decae en ningún momento, al contrario, hacia la mitad del libro ya no lo puedes dejar de lado.

La ambientación está perfectamente cuidada, tanto en Inglaterra, con la descripción de la sociedad menos favorecida, como en Gran Canaria, con ese elitismo de la colonia inglesa, su modo de vida, sus tés, sus fiestas... Me ha chocado el menosprecio hacia los habitantes autóctonos, salvo el protagonista.

En cuanto a la descripción de la isla, magnífica. Yo no la conozco, pero me han quedado unas ganas enormes de hacerlo. Tanto los paisajes, como sus costumbres, incluso los platos típicos, la luz que tanto destacan, los arenales, las dunas, los bosques, las leyendas guanches... parece que tiene de todo.

La relación de los protagonistas es bonita y blanca, no necesita nada más. Se enamoran en cuanto se ven, pero hay escollos en el camino y tienen que solucionarlos. Dan es un encanto, un hombre serio y cabal muy caballero. Todo lo contrario de su padre y, pese a tener sangre inglesa, ama todo lo español. De hecho él se dice canario, por eso se lleva todo mi cariño. Natalia es una muchacha dulce que pasa por mucho, pero como es fuerte y la suerte le acompaña, con la amistad de la señorita Snodgras y el destino, consigue ir sorteando los problemas.

Secundarios, hay muchos y de destacar, pero me he quedado con la maravillosa y admirable señorita Snodgrass, me gustaría tener una amiga así, un gran apoyo, para Natalia, una mujer independiente, viajera, abierta de mente y poco usual de su época.

La intriga con la búsqueda del padre, los secretos que guarda Natalia y lo que se va descubriendo poco a poco, hace que sea imposible dejar el libro de lado. Me enganchó en las primeras páginas y me duró escasamente dos días. Lo que me apenó y me alegró al mismo tiempo, porque me hubiese gustado seguir leyendo sobre la vida de estos dos protagonistas y Gran Canaria.

Una preciosa historia donde el amor más grande se junta con la maldad más ruin. Perfectamente ambientada, con personajes entrañables. Una prosa cuidada, con la intriga necesaria, con una historia de amor bonita y romántica que me ha hecho pasar unas horas estupendas y de aprendizaje histórico. No le pido nada más a una novela. Lo recomiendo totalmente.