Crítica realizada por Irdala
Una mujer divorciada se ve obligada a luchar por su libertad en un mundo dominado por los prejuicios y la rigidez moral. A principios del siglo XX, Roberta Jewett, madre de dos hijos, abandona a un esposo infiel y regresa a Camden, su pueblo natal. Resuelta a rehacer su vida, empieza a trabajar como enfermera, obteniendo un grado de independencia que despierta el resentimiento, e incluso la ira, entre sus vecinos. Para colmo, Roberta inicia una relación con un viudo del lugar... y el escándalo está servido.
Desde luego no puedo decir que sea este el mejor libro de esta escritora, sin embargo a mi me ha encantado. La autora tiene un arte para situarte en el escenario que describe que, aunque no quieras, lo consigue a la perfección. En este caso nos lleva a pricipios del siglo XX con los primeros adelantos de la era moderna: los primeros coches, los primeros teléfonos...
La protagonista es la que lleva la carga de la historia. Es una mujer divorciada y escarmentada que ha sufrido la infidelidad y las mentiras y que de paso, sobrelleva que la miren mal por su estado civil. Ella es independiente, fuerte y decidida. Es una mujer adelantada a su tiempo que quiere vivir su vida y educar a sus hijas según sus propias ideas.
Él, nada más conocerla, la prejuzga, pues ¿qué mujer tendría la desfachatez de divorciarse e intentar salir adelante sola con sus hijas?. Lógicamente, con el tiempo, al irla conociendo va cambiando de idea.
Oh, ¡qué placer es leer a esta escritora!. ¡Qué gusto disfrutar de una buena historia y de una buena narrativa juntas!
No me voy a extender explicando los sentimientos que me produce leer a Lavyrle Spencer, porque lo he hecho ya en varias ocasiones, así que diré que como siempre, esta autora desencadena una oleada de sentimientos en mí, como creo que nunca ninguna otra lo ha conseguido.
Sus personajes me apasionan. Tan sencillos, tan naturales, tan extraordinariamente definidos a lo largo de todo el libro, son perfectamente reconocibles a lo largo de todas las páginas. No sufren "trastornos de personalidad", son lo que son desde el principio hasta el fin.
Siempre me maravilla las preciosas historias que crea esta autora partiendo de protagonistas sin nada de glamour, entrados en años, entrados en carnes, rurales, obreros, con poco o ningún atractivo físico. Con problemas "de verdad". Es la única que te cuenta historias de amor amor (lo he puesto dos veces a propósito) como cientos de miles de ellas que se dieron, se dan y se darán en cualquier estrato social, sin necesidad de decorarlas con lujos. Historias de amor creíbles, y de paso, la historia de una época y sus costumbres. ¡Me encanta! No sé si soy objetiva o no, pero mi valoración es Muy bueno.
-----------------
Crítica realizada por Mariam
No sé por qué aún me sorprendo ante la calidad de las novelas de LaVyrle Spencer, pero lo cierto es que libro tras lo hago. Casi como si la leyera por primera vez y descubriera el increíble don que posee.
En comparación con otras de sus historias, puede que Un verano, una mujer no sea la mejor de ellas. Estoy de acuerdo, pero ¡¡cómo me ha gustado!!
Más allá de tratarse de una historia de amor preciosa, pero de amor en mayúsculas, como lo son para mi todas las de esta autora, creo que también es una novela que puede atraer por muchas otras razones. Más allá de que se trate de una historia de amor.
Sin ir más lejos, creo que se debe a la ambientación. Transcurre a principios del siglo XX, en Candem, donde nos describe cómo era la vida en aquel entonces. Aparte de trasladarnos a esa pequeña población marítima, describirnos sus calles, historia y edificios más emblemáticos, también nos describe a su gente. La mentalidad de la sociedad es aún casi victoriana, imperan los prejuicios, juicios morales y varas de medir de doble rasero. Por otro lado nos habla de una sociedad que, tímidamente, se adentra en la era moderna, con la aparición de los primeros teléfonos, los primeros automóviles... Y es en este cúmulo de innovaciones y pensamientos arcáicos que tiene lugar la apasionante historia de Roberta Jewett.
¡¡Me ha encantado esta protagonista!! Es una mujer valiente, orgullosa, decidida, tal vez demasiado moderna o adelantada a su época, pues sin prestar atención a las murmuraciones y críticas que recibe por su actitud, decide abandonar a un marido infiel y regresar a Candem, su ciudad natal, como una mujer divorciada. Casi se diría que no puede haber nada peor por las miradas de soslayo que recibe, las murmuraciones a su espalda y la ligereza con que se la juzga. A ojos de los hombres una mujer divorciada es ligera de cascos, amoral, mientras que ellos, padres de familia y miembros respetados de Candem, echan sus canitas al aire sin que se les juzgue por ello. Al contrario, reciben una palmita en la espalda.
En un principio también Gabriel Farley la juzga erróneamente, como el resto de hombres. Pero cuando comienza a trabajar para ella, reparando la ruinosa casa que Roberta ha comprado para vivir con sus tres hijas, comienza a admirar su coraje y a verla con otros ojos: como a una mujer valiente que no rinde cuentas a nadie y para quienes sus hijas son lo más importante.
Gabriel es viudo desde hace siete años. Su vida se reduce al trabajo, tiene un negocio de carpintería y reparaciones junto a su hermano Seth, y a su hija Isobel, una tímida jovencita de catorce años.
Pero enseguida se ve arrollada por el ímpetu y la alegría desbordante de las tres niñas Jewett: Becky, Susan y Lydia. Y las cuatro se vuelven inseparables y así acercan cada vez más a sus padres, reticentes, a veces parecen sentirse atraídos, otras no llevarse muy bien...
Podría contar muchas cosas de esta novela pero lo cierto es que prefiero no hacerlo, decir solo cuánto me ha gustado.
Es una historia maravillosa, humana, cercana y dura por momentos, que ha hecho que me sacudiera por dentro, al ser testigo de la injusticia que rodea a una mujer por el simple hecho de ser divorciada. Pero ella no agacha la cabeza, no se dejar avasallar por la sociedad y vive la vida en sus términos.
Confieso que he sentido admiración, pero en mayúsculas, por Roberta. He leído novelas con muchas heroínas que me han llegado al corazón, pero pocas como Roberta. Es muy fácil ser valiente cuando se tiene una buena posición económica, respaldo o un status social, pero no lo es tanto cuando se vive en las circunstancias de Roberta.
Y como es tan habitual y tan característico de LaVyrle, nos describe a personajes muy humanos, muy reales, imperfectos, tozudos, valientes pero con honor. Son humildes, ni Gabriel ni Roberta gozan de una posición económica muy solvente, con lo que nos cuentan una historia de amor de personas sencillas, trabajadoras y de buen corazón.
A Gabriel lo veo en la línea de otros protagonistas de LaVyrle Spencer, un hombre rural, serio y trabajador, callado y un tanto taciturno, pero Roberta Jewett es un torbellino de energía.
No me extiendo más. En mi opinión Un verano, una mujer es una novela romántica histórica muy original, por la época en que acontece, humana por la infinidad de emociones y situaciones que viven sus personajes y que te transmiten, osada porque convierte a Roberta, un personaje sencillo y valiente, en alguien a emular y respetar -al menos desde mi punto de vista- y romántica, pues nos describe un amor más maduro, que regala a sus protagonistas una segunda oportunidad para amar. Y no por eso es menos dulce que el de cualquier otra novela de esta maravillosa escritora.
Sé que no es la mejor de sus novelas, pero por lo que me ha conmovido y todo lo que he sentido al leerla, la considero muy buena.
Crítica realizada por Crishi
Casi todas las historias de Lavyrle Spencer me dejan con una sensación de plenitud tan placentera que no logro desprenderme de ella hasta pasados unos días. Este libro no ha sido una excepción, lo terminé de leer hace ya algún tiempo y las secuelas que dejó en mí todavía se hallan presentes, por ello he preferido exteriorizar esta carga y poder pasar página.
La historia transcurre en el verano de 1916 en Camden, un pueblo costero situado en el estado de Maine. Cuando la decidida Roberta Jewett, junto a sus tres hijas, vuelve al pueblo que la vio nacer con el fin de reconstruir su vida y ofrecerles a sus hijas un futuro más digno, se encuentra con una endurecida comunidad rural cuyo terco convencionalismo moral rige sus vidas. Roberta abandona Boston dejando atrás un pasado humillante para ocupar un puesto de enfermera itinerante en Camden. La condición de mujer divorciada y la autosuficiencia de Roberta remueven los decorosos cimientos de sus hipócritas habitantes, que no dudan en complicar la estancia de esta valiente protagonista.
Y ahora vamos con el protagonista. Gabe Farley es un modesto carpintero del pueblo que enviudó años atrás, su hija Isobel es una niña solitaria que no actúa como tal debido a un padre que, desde la trágica muerte de su madre, inculcó en ella un concepto de la responsabilidad nada acorde con su edad. También, Gabe es tan celoso de su intimidad que guarda el recuerdo de su esposa de manera impoluta, este hecho le priva de mostrar sentimientos de afectividad alguna a las personas que lo rodean.
Gabe es contratado por Elfred, el odioso cuñado de Roberta, para realizar las obras de rehabilitación de la desvencijada casa donde Roberta y sus hijas se han instalado. Los primeros encuentros de Roberta y Gabe son infortunados, cada cual forja una idea preconcebida y equivocada del otro, pero conforme avanza la relación, y conocen sus respectivas historias, surge un calmado sentimiento que da lugar a otros más profundos.
Aunque escrito con la sencillez que Spencer otorga a sus historias, este libro contiene un argumento que no se anda con ligerezas, como también abre sus tentáculos hacia otras pequeñas tramas sentimentales ligadas al hilo conductor que no me han dejado impasible. Los diversos personajes están dotados de unas cualidades tan humanas que me han hecho sentir su cercanía. Desde la más honda ternura hasta la más intensa aversión, es la gama de sentimientos que he experimentado durante la lectura de este admirable libro.
Si a ello le uno la estupenda ambientación que, por cierto, -como gozo de ese mal llamado curiosidad hacia lo desconocido- he buscado para situarme en este atractivo contexto bañado por las aguas del mar. Tampoco hubiera sido necesario porque la autora se asegura de hacerme disfrutar con sus ambientaciones, pero, ya digo, cuando se trata de lugares -o hechos reales- me gusta consolidar en mis pensamientos la colorida solidez de un paisaje existente.
Gabe es un protagonista que me ha gustado mucho. Es un hombre corriente, con un trabajo de lo más normal y una personalidad rigurosa. Sin embargo, y al ritmo de los acontecimientos, su comportamiento da paso a un Gabe sensible –y hasta sorprendente- que apoya a Roberta frente a los ataques incomprensibles de una sociedad ñoña en general y repugnantes en referencia a algún personaje secundario en particular.
Con Roberta me ha pasado mucho más de lo mismo, pero esta vez la firmeza de una protagonista tan aferrada a sus ideas toca el cielo. Es la protagonista más independiente que creo haber leído hasta el momento. Desde joven, Roberta se puso el mundo por montera y dirigió su vida por otros derroteros muy distintos a los que una mujer de su tiempo estaba destinada por su condición, y así ha sido hasta el desenlace de la historia, mostrando una seguridad en sí misma y una falta de fragilidad que me ha asombrado hasta en el peor de los momentos.
La relación de Roberta y Gabe es preciosa pero con muchos y difíciles escollos por superar, es de esas relaciones que tanto me apasionan cuando se advierten los primeros cambios y la confusión vuelve sus corazones inermes a pesar del fuerte temperamento de sus protagonistas.
En cuanto a los personajes secundarios, las hijas de Roberta y Gabe hacen las delicias de este libro. Influenciadas por la educación de Roberta, las hijas de ésta acogen de buena gana a Isobel, que la hacen partícipe de sus actividades. Me han encantado aquellos momentos tan fraternales en que la relación paterno y materno filiales hacen a ambas familias obrar como una sola. Hay otros secundarios que en cierta medida infieren en el desarrollo de la historia, personajes con microhistorias que me han dejado un regusto agridulce como la de Myra, madre de Roberta, que bien podría tener su propio libro.
Leer Un verano, una mujer no ha sido un camino de rosas, tiene partes muy bonitas donde los buenos sentimientos campan a flor de piel en contraposición a otras partes que turban la fibra sensible de la persona que los lee. Partiendo de una sencilla pero magnífica historia, la autora esculpe con naturalidad y precisión los diversos giros que toman los sentimientos de sus protagonistas, a la par que me ha hecho considerar sus actuaciones. No puedo decir más, solo que he disfruté de este libro desde la primera hasta la última página, dejándome sin saber qué libro seguir leyendo.
En mi opinión, con esta historia Lavyrle Spencer vuelve a demostrar su maestría dentro del género romántico y posicionarse entre las más grandes. Amén.
Valoración personal: Muy buena.
Copyright © 2002 - 2022 rnovelaromantica.com y elrinconromantico.com
| Aviso legal | Política de privacidad | Política de Cookies |