Crítica realizada por Teresa
No; aunque todo parezca señalar lo contrario, aunque se arriesga a terminar en la cárcel de Newgate o de un modo peor aún, Liza Elliott no se ha vuelto loca: tiene poderosas razones para hacerse pasar por sirvienta en la mansión del misterioso y temible vizconde de Radcliffe. Ocultando lo mejor posible su juventud y su esbelta figura, se ha convertido en una mujer obesa, de aspecto descuidado. Así ha logrado introducirse en la mansión del vizconde y conocer a su círculo de amistades... Pero no ha calculado bien el peligro que corre...
Jocelin Radcliffe posee la apostura de un dios griego, la arrogancia de un aristócrata y la sangre fría de un pistolero. Tiene fama de mujeriego insaciable y desaprensivo; de hecho, se afirma que es el propio diablo encarnado. Aunque eso quizá sea una exageración, lo cierto es que se trata de uno de esos hombres acostumbrados a tomar lo que desean. Y, por incomprensible que parezca, lo que desea en este momento es perderse en la fresca fragancia a limón que desprende una de sus sirvientas. El rechazo de la mujer a sus avances supone para él un reto irresistible.
Me gustaría empezar diciendo que de esta autora no me he leído más que dos novelas: Una dama valiente y ésta, Una dama peligrosa. Sé que tiene al menos una docena más y alguna serie, pero me ha sido imposible conseguirlas y me gustaría porque es una autora estupenda.
Lo que más me llama la atención de esta autora (una de tantas que han decidido escribir con pseudónimo puesto que realmente se llama Lynda), es que es antropóloga. A mí me llama mucho la atención la antropología, puede que por eso empezara a leerla.
A lo que vamos, en Una dama peligrosa, nos movemos en el siglo XIX. Es una de esas novelas en las que se hace un llamamiento a los derechos de la mujer que, como todas sabemos, en esa época no podían más que acatar las directrices de sus padres y luego las de sus maridos. Ser -o aparecer- monísimas en sociedad, conseguir un esposo y situarse eran todo lo que se las pedía en la vida. Sus intereses personales no le importaban a nadie y sus derechos como personas a casa nadie. Por lo tanto, ya nos encontramos con una temática interesante y no con una narración simplona de niña guapa se enamora de chico estupendo. Yo agradezco que las novelas tengas más base que una simple relación y dos escenas de cama. Por eso me atrevo a hablar de esta novela.
Analicemos ahora a los personajes: la protagonista, Lizza Elliot, es una muchacha que para la época ya era una solterona. Sí, 24 años era una edad avanzada para poder cazar marido. Además, es una persona preocupada por los demás. Trabaja y ayuda a los necesitados. En resumen, una mujer independiente (dentro de lo posible en aquel entonces), con bastante carácter, de idas claras y decidida. Tan decidida, que no soporta que su padre no vea en ella nada más que un objeto para casarla con un buen partido y subir en la escala social. Al marcharse de su casa y haciéndose pasar por un varón, el señor Pennant, monta una empresa dedicada a la limpieza. Este detalle es uno de los que más me han gustado de la protagonista porque, saltándose todas las normas a la torera, se arriesga a tener su propio negocio. Como entonces una mujer no podía hacer este tipo de cosas, funda su negocio como si fuera un hombre.
La intriga comienza cuando su hermano muere. Lizza empieza a investigar y sus pesquisas la dirigen hacia el vizconde de Radcliffe, Jocelyn. Y ni corta, ni perezosa, la heroína de esta novela se poner a trabajar en la mansión del vizconde para intentar averiguar la verdad, aparentando ser una mujer más gruesa y ocultando su verdadero físico.
El protagonista masculino, como habéis imaginado, es justamente ese: el vizconde, que ha sido en otros tiempos compañero del difunto hermano de Lizza en el ejército. La autora nos entrega a un hombre al que las buenas costumbres le importan un bledo. Un sujeto hastiado de la aristocracia inglesa porque ha conocido las costumbres, mucho más sencillas y abiertas, de los americanos, donde ha estado destinado con el ejército. Un hombre, en fin, más interesado en conseguir una amante que en cualquier otra cosa. Por descontado que es masculino, brillante y atractivo. Ninguna mujer se le resiste hasta que conoce a Lizza.
Lizza piensa que Jocelyn puede tener que ver algo con la muerte de su hermano, pero poco a poco se da cuenta de que eso no es posible, de que otra persona allegada a él debe ser la culpable. Acosada por esa nueva conclusión y por los intentos del vizconde de seducirla, acaba marchándose de la casa.
La señorita Gamp (nombre que toma Lizza para trabajar en casa de Jocelyn) desaparece entonces de la escena y Radcliffe se encuentra en la disyuntiva de buscarla o no, porque ha llegado a tomarla aprecio. Al no dar con ella, al no tenerla para discutir, al faltarle su presencia, incluso contrata a un detective. Pero a su criada parece que se la a tragado la tierra y es imposible dar con ella. Desilusionado y aburrido de nuevo, el vizconde acepta la invitación de la familia Elliot, que dista mucho de estar en el mismo nivel social que él. La ocasión es aprovechada por el padre de Lizza que intenta por todos los medios que el aristócrata se encandile con la muchacha.
No, no, por supuesto que Jocelyn no reconoce en Lizza a su antigua sirvienta, puesto que vuelve a ser ella misma y ya no está disfrazada. Se siente atraído por ella de inmediato y decide que muy bien puede convertirla en su querida, puesto que no tiene aún intenciones de casarse y ella no es más que la hija de un comerciante.
Tenemos un personaje en la novela que yo diría que acelera el proceso de la unión entre ambos protagonistas: el padre de Lizza. Chantajea al vizconde para que se case con su hija. De todos modos, Jocelyn ya se ha enamorado de ella y decide hacerla su esposa con o sin chantaje de por medio. Hasta que la duda surge entre ellos y el vizconde tiene la convicción de que la joven ha tomado parte en el chantaje solamente para pescarle como marido. Irritada por su falta de confianza, Lizza desaparece otra vez. Pero Jocelyn la busca y consigue encontrarla, enterándose al mismo tiempo de su otra identidad, la de hombre que ha fundado una empresa. Entonces es él, el vizconde, el que la chantajea a ella para conseguir que se case con él. Es eso, o arruinarla. A ella no le queda otro remedio que aceptar el matrimonio.
Esta novela me ha tenido sobre ascuas desde que los protagonistas se conocen, porque es un continuo encuentro y desencuentro. Ella aparece, desaparece, vuelve a aparecer con su propia identidad, se evapora de nuevo. Incluso una vez casados, Suzanne Robinson nos relata un matrimonio en el que surgen las dudas, en el que ella quiere seguir llevando las riendas de su empresa y él solamente quiere que se dedique a ser su esposa. Se aman, pero se repelen porque las ideas de Lizza son demasiado independientes. Por si fuera poco, Jocelyn está convencido de que ella en realidad ha intentado pescarle desde un principio y cree que su amor por ella no es realmente recompensado.
En esta historia nos encontramos con conversaciones muy entretenidas, con un toma y daca entre los protagonistas que nos la hace amena. No decae en ningún momento. La tensión entre ellos es de lo mejorcito que he leído.
Pero lo que más me ha llamado la atención es la forma de pensar de cada uno: ella está convencida de que una mujer es tan valida como un hombre y capaz de ser independiente, mientras que el vizconde, con la mente masculina de ese siglo, piensa que la mujer debe estar en casa y protegida. Aquí es donde la autora nos da una muestra de la habilidad con la que escribe porque, poco a poco, capítulo tras capítulo, Jocelyn acaba por aceptar que su esposa es una mujer tan capaz como un hombre y acaba aceptando el hecho.
No quiero desvelar aquí el secreto del vizconde porque rompería el encanto. Solamente diré que es algo que le ocurre cuando es niño y que le tiene un poco traumatizado. Mejor que os enteréis leyendo la novela.
Sí decir que existen personajes secundarios interesantes, como el amigo del vizconde, Nick, que pone su granito de picante en la historia. La hermana de Jocelyn también es un punto interesante en la novela. Y tanto Toby, un hombre que trabaja para Lizza, como el mayordomo de los Radcliffe, el señor Loveday, hacen pasar al lector muy buenos ratos. Uno soez y el otro estirado, tendrán enfrenamientos en bastantes ocasiones y nos arrancan una sonrisa.
Resumiendo, que esta novela es divertida, amena, te hace pasar unas horas muy entretenidas, expone los problemas de las mujeres emprendedoras de la época y, lo que es más importante para mí, doblega al protagonista masculino para que comprenda que las mujeres tenemos los mismos derechos y podemos llevar una empresa tan bien como un hombre. Para esta humilde lectora, no tiene desperdicio.
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