En el concurso "Cuentos de Navidad" del pasado mes de diciembre, ha resultado ganador el relato titulado Olor a canela, de Cristina Díaz Marlasca.
Olor a canela
Cuando desperté aquella mañana la cama aún conservaba su olor y recuerdos de la noche pasada inundaron mi cabeza. Me parecía mentira todo lo ocurrido, ¿era aquel mi milagro navideño? Una sonrisa se pintó en mi cara y perezosamente me puse en pie.
La actividad frenética de aquella mañana consiguió alejarle de mi mente por unas horas, pero a la hora de comer, cuando el timbre sonó, los nervios se hicieron dueños de mi estómago. Abrí la puerta y allí estaba, alto, imponente, de sonrisa infantil. Su mirada tan cambiante, en ese momento me contemplaba dulcemente.
-He traído comida del italiano que te gusta- Y sin más, me dio un rápido beso y puso la mesa.
¿Así de rápido sucedía todo después de tantos años? Le miré es silencio, contemplando admirada sus movimientos. Parecía que sí.
Alberto y yo nos conocíamos desde hacía años. En la Facultad ya me fijé en su aspecto algo desgarbado y en cómo se le rizaba el pelo en la nuca. El olor de su colonia me persiguió durante años, solo que nadie olía igual.
Las navidades eran las peores fechas. La última vez que le vi era Navidad, justo antes de que se fuera a la otra punta del mundo. Dijimos muchas cosas y prometimos otras tantas. Al final, como siempre, no se cumplieron ni la mitad. Mucha distancia, poco tiempo...
Pero hace unos días le encontré de nuevo, en una librería de viejo del barrio de Salamanca. Lo cierto es que voy poco por allí, pero entonces me apetecía no sé bien el porqué. Y allí estaba, mas maduro, mas hecho, con los mismos rizos en la nuca y un ejemplar de Dickens en la mano. Al principio no me reconoció, no fue como en las películas ni nada de eso. La verdad es que he cambiado un poco desde esos años y el pelo de colores hace tiempo que desapareció.
Nos quedamos mirándonos sin saber bien qué decir, hasta que el dependiente me preguntó si buscaba algo en concreto y esa fue nuestra salvación.
Al salir de allí fuimos a una cafetería y hablamos de todos estos años con la complicidad de quien no se ha separado nunca. Sus ojos estudiaban mi cara y yo grababa en mi memoria cada una de sus expresiones. Mis manos deseaban tocar las suyas, pero no me atrevía.
Fue una tarde maravillosa que terminó con una despedida en la boca de metro y un intercambio de teléfonos. La vuelta la viví en una nube y al llegar a casa me vibró el móvil. Tenía un mensaje, Alberto me preguntaba si me apetecía comer con él al día siguiente. Casi sin pensar dije que sí. Esa noche apenas dormí.
El día empezó de cabeza, era 23 de diciembre, la gente estaba nerviosa y deseaba acabar pronto.
Habíamos quedado en su casa, un agradable piso alquilado cerca del templo de Debod. Al cruzar la puerta un intenso olor a canela inundaba la estancia. No me lo podía creer, estaba haciendo pastas. Con una sonrisa me dirigí a la cocina.
-¿Qué veo aquí? El señor "no al azúcar" ha encendido el horno para hacer dulces.
-No te sorprendas tanto- Contestó - El olor a canela me ha ayudado a pasar muchas Navidades...
En esas palabras había mucho más de lo que se decía pero no quise profundizar en ello. Me dirigí al salón y comencé a poner la mesa, luego cotilleé un poquito por el apartamento.
El estudio era amplio y luminoso. Uno de los rayos que entraba por la ventana, me hizo fijarme en el mueble de la esquina. Un pequeño objeto brillaba en uno de los estantes, era mi cadena de la Virgen y el Niño. Siempre creí que la había perdido en mi última mudanza. Pero allí estaba, mas brillante que nunca, tan cuidada como un tesoro, y en manos de quien no esperaba. Mientras la sostenía, incrédula, su voz resonó en la estancia:
-Siento habérmela llevado, pero tenía que tener algo tuyo- Metió las manos en los bolsillos y me miró- y eso era lo que mas cerca estaba de tu piel.
Me estremecí al escucharle. No sabía qué decir. "¿También te he echado de menos?", "¿No tenías derecho a llevártela?". Le podía decir eso y muchas más cosas, pero solo quería besarle, sentirle, tocarle como hacía años que no hacía.
Guardé la cadena en mi bolsillo y fui hacia él. Sin más me puse de puntillas y lentamente besé su labio inferior. Él me agarró y empezó a besarme, primero dulcemente y luego... nos perdimos sin más.
Así comenzó nuestra Navidad, nuestro pequeño milagro navideño. Al principio todo fue un secreto, no queríamos que nadie se entrometiera en nuestra felicidad, pero en estas fechas es algo complicado.
Decidimos contar a nuestras familias que todo volvía a estar en su sitio, nunca perdieron la esperanza de volver a vernos juntos. La cena de Nochevieja en casa de mis padres fue una locura de abrazos, besos, preguntas, confidencias y buenos deseos. Él había regresado a mi vida en todos los sentidos y esta vez para quedarse.
*Aquí se pueden leer los tres relatos finalistas.
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Comentarios (28)
Lady Macbeth
Parece mentira que en tan pocas palabras se pueda expresar tanto....
Felicidades Cris!!
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laura
enhorabuena
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Miryam
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Sandrayruth
Me ha encantado Cris, enhorabuena!!!
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Elena
A mi también me encanta el olor de la canela.
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Sandra Palacios
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AMUNT
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Adala
Enhorabuena!
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Barbara
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Lili
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Dolly Gerasol
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kalina
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Mara Oliver
Es muy bonito y tan cercano, parece un recuerdo... uno muy bonito ;)
Mil besos!
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Nuria Pantoja
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maesfe70
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Dougless
Muy tierno y romántico, escribes muy bien.
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Malory
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Loreena
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patufet
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analaura
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Lola Rey
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CRISTINA-DO
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Noabel
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sara
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merce
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rosamoni
la verdad es que es una maravilla. felicidades
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Perséfone
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anasy
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