Rory Connor era un jugador, y por ello tenía la suerte del jugador. Desde el día en que nació, su madre supo que Rory sería algo en la vida.
A los siete años ya ganaba dinerillo haciendo trabajos de poca monta, y a los catorce ya trabajaba a tiempo completo. Cuando cumplió diecinueve años se escapó de la fábrica donde trabajaba para convertirse en un recaudador de alquileres.
Ahora, a los veintitrés años, se encontraba pleno de ambición y siempre andaba buscando mayores y mejores juegos a los que jugar. No temía nada ni a nadie, ni siquiera al propietario sin escrúpulos para el que trabajaba.
Para ser un muchacho con un trabajo normal, lo estaba haciendo bien, hasta que un día, su suerte cambió y de repente las cosas no salieron de la forma a la que estaba acostumbrado...
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