Aquélla era la casa de sus sueños... pero ella no era la única propietaria
Quizá aquella casa victoriana estuviera hecha una ruina, pero para Meg Hamilton era el hogar perfecto para ella y para su pequeño. Además, era legítimamente suya gracias a la escritura que la tía Amelia había firmado cuatro años antes. Por eso Meg se quedó de piedra al llegar a Mount Esther y descubrir que la habían vendido.
El sheriff Wade Murdock había comprado aquella casa y era el lugar en el que pensaba rehacer su vida después de la trágica muerte de su esposa...
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