La primera vez que Page Linstrom puso los ojos en Ian Feber eran las dos de la madrugada y estaba entregando un pedido de paté de trufa en su casa de San Francisco. Ian estaba fascinado. Page mantuvo las distancias. Pero él no captó el mensaje.
Page, la ajetreadísima propietaria del Pedal Pushers, estaba comprometida con su servicio de entregas y no tenía tiempo para hacer vida social. Pero eso no espantó a Ian. Page decía no tener experiencia con la alta sociedad. Eso tampoco espantó a Ian. No obstante, que condujera una moto, sola, por la noche, sí que le importó. Ian deseaba que Page lo dejara antes de que sucediera algo... premonición de la que debería haber hecho caso, pues pronto se ve acusada de un crimen que no había cometido.
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