Laura McNeal tenía un rostro angelical y un cuerpo de ensueño... y quería que él la ayudara a ¿desaparecer? Sam Zachary era detective privado, no mago, así que lo único que se le ocurrió fue ofrecerle su casa. Sam creyó que sería el escondite ideal para ella, pero no había contado con las balas que entraban silbando por la cocina ni con la mujer sensual que buscaba cobijo en sus brazos; en realidad, su casa era un nido de peligros. Laura había puesto patas arriba la vida ordenada y solitaria de Sam y, aunque podía sobrevivir a los tiroteos, él ya era incapaz de sobrevivir sin aquella mujer.
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