Crítica realizada por Mailo
Richard, duque de Cleybourne, volvió a casa con la vida destrozada, pero dispuesto a superar la trágica pérdida que había sufrido cuatro años antes. Sin embargo, sus planes se vieron interrumpidos por la llegada de Jessica Maitland. Aquella pelirroja estaba allí para presentarle a su nueva pupila, Gabriella. Por si la presencia de ambas mujeres no fuera problema suficiente, Jessica le reveló que Gabriella se encontraba en peligro. Alguien estaba intentando hacerse con la fortuna de la muchacha... y era alguien que Richard conocía demasiado bien. Fue entonces cuando una tormenta hizo que en el castillo se reunieran un variado grupo de invitados. Y, cuando alguien fue asesinado, Richard y Jessica decidieron que debían descubrir al culpable y resolver un oscuro misterio... aunque eso supusiera tener que luchar contra el mayor misterio de todos: los secretos de un corazón.
Me llamó la atención el argumento por eso de la intriga, el asesinato y las investigaciones para dar con el culpable. Siempre me han gustado las novelas de misterio en las que debes ir buscando pistas para encontrar al criminal y ésta me parecía una de ellas.
Voy a hablar un poco de la protagonista de la novela, porque no es habitual encontrar a una heroína con sus características en una novela de época como la que nos ocupa, más bien las encontramos en novelas más actuales. Y me llamó poderosamente su forma de ser.
Ella no le hace ascos a una relación sin estar casada, lo que no era muy habitual en ese tiempo. Tampoco es muy respetuosa con lo que la sociedad demandaba en la época y se salta las normas cuando le apetece. Tiene ideas propias. ¿Por qué no? ¿Por qué las heroínas de antaño debían ser siempre niñas tontas que hacían lo que se les decía, que sólo buscaban un marido que las mantuviera y dedicadas a procrear? Francamente, estoy cansada de ese tipo de personajes, por eso me ha parecido una ráfaga de aire fresco.
Bien, a lo que iba, que me voy por los cerros de Úbeda. Jessica no tiene dinero y se ve obligada a aceptar un empleo como institutriz de Gabriella. Y cuando muere el general Streathern no tiene más remedio que buscar la ayuda del duque de Cleybourne.
Aquí es donde damos con el hueso duro de roer, porque Richard no quiere saber nada de ninguna de ellas y necesita una buena cantidad de acoso para admitir que están allí y allí van a quedarse.
El duque es uno de esos personajes un poco siniestros, amargado, resentido contra todo porque ha tenido una pérdida de la que no se ha repuesto, la muerte de su esposo y de su hija. Tan mal está, que hasta piensa en morir porque para él la vida ya no tiene valor.
Me ha gustado el modo en que la autora describe la animadversión que siente el protagonista por estar cerca de un niño, ya que le recuerda que fue padre y el dolor regresa con tanta fuerzas que le hiere profundamente.
Entre los secundarios, hay un personaje odioso, Vesey, al que le gustan las niñas pequeñas. Con palabras claras, un pederasta, porque por desgracia han existido siempre. Su esposa tampoco es que sea para tomarla cariño que se diga. Y lo peor es que quiere la custodia de Gabriella y se presenta en el castillo del duque con esas intenciones.
El asunto se complica aún más cuando alguien les pone en peligro a todos y que, según vemos, podría haber cometido un asesinato con anterioridad.
A mi entender, la autora ha perdido la oportunidad de explayarse más con el problema personal del protagonista, porque lo resuelve de un modo que te deja un poco fría y con demasiada rapidez. Pasa de ser un hombre amargado y deprimido a otro completamente distinto así, sin pensarlo dos veces.
Sin embargo, en el personaje de Jessica ha conseguido una protagonista agradable, distinta, con chispa, responsable y muy digna. Eso sí, parece más una heroína actual que una de época, pero ya digo que a mí particularmente me gustan con agallas. No teme a Richard en ningún momento y eso que es de temer al principio por su carácter huraño y hosco. Que no guarda las formas con alguien como él, que es todo un duque, vale. Que ella no es más que una institutriz, vale también. Que lo trata como si fuera una criatura a veces, lo admito. Casualmente eso es lo que me ha gustado de este personaje. Una mujer que consigue ganarse el respeto de los criados que acaban haciéndole caso en todo.
Las escenas calentitas desesperan un poco porque no las ves llegar a buen término, pero te mantienen alerta.
Me han sobrado, tal vez, las fantasías sexuales de la mujer de Vesey. Supongo que la autora ha querido darnos una idea clara de lo pérfida que es esa bruja.
Una novela que me ha resueltazo fácil de leer y que es buena para pasar un rato entretenido.
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