Brandy Manhattan - Ligar es como montar en bici

Valoración:

Crítica realizada por Irdala

Lunes de agosto. Siete de la mañana: bronca monumental con mi chico; ocho y cuarto: me despiden; nueve y media: sorprendo al muy desgraciado con otra. ¿Qué haríais vosotras, eh? A lo mejor sois más valientes y hubierais cogido el toro por los cuernos... pero como allí los únicos cuernos me los habían puesto a mí lo que cogí fue mi maleta de Prada. ¿Que por qué me largué a Londres? Porque tengo la doble nacionalidad y un piso compartido.
Pero no esperaba encontrarme a dos compañeras convencidas de que el amor es para locas, débiles o cobardes... ni a un vecino médico que conseguía que mis braguitas se revolucionaran solo con verlo... ni hacerme amiga de Maria, un ejemplo de superación..., ni a su primo, que resultó ser mi actor favorito y que estaba más bueno que comer con los dedos.
Ni descubrir que dejar los problemas en España no significaba superarlos. O que la autoestima no se reinventaba. O que no tenía ni idea de cómo funcionaban los rollos de una noche.
¿Queréis que nos tomemos una copa y os lo cuento con más calma? Id llamando al camarero y pedid una botella de vino: invito yo. Ah, por cierto: me llamo Victoria Adams. No es broma.

Ayyyyyyyyyy, pues con esta sinopsis, ya me diréis qué clase de historia pensará cualquiera que encontrará entre las páginas de este libro. Chick lit, claro que sí... Pues va a ser que no. Puede empezar queriendo ser eso, pero a medida que avanza... vamos, NI DE COÑA. En esta novela hay muchas cosas pero, por encima de todo, una PRECIOSA HISTORIA DE AMOR.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y unas amigas y compañeras de piso que son fantásticas.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y unas anotaciones (notas de la autora) con las que te tronchas de risa. Qué buenas, de verdad.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y una forma de contar la historia que te engancha, te lía, te atrapa, te embriaga... vamos que cualquiera se resiste a no saber qué va a pasar después. Me han dado las tres de la madrugada y esta mañana a las ocho estaba ya leyendo.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y una heroína, Victoria, claro, con la que te tronchas, te emocionas, te identificas (en algunos momentos quisieras ser ella, joooooo), te alías, la apoyas y jaleas, la aplaudes y al final eres tan inmensamente feliz como ella.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y unas escenitas hot que... ufff... que... ahhh... que... vamos que... o sea... uffffffff... Venga, que somos mayores: muy, muy subiditas, pero mucho, ¿eh?. Peeeeeeeero, la forma en la que la novela está escrita, la manera en la que la protagonista te cuenta la historia (porque te la está contando a ti, porque es tu amiga, porque te hace cómplice y partícipe... bueno, partícipe del todo no, porque los buenos ratos con Ashley se los queda ella, la muy...), el tipo de relación que relata y, en fin, las características de la pareja y la personalidad de los protas, piden que las cosas sean como son. Y ¿sabéis qué? Pues que a mí me han chiflado y no me he saltado ni una coma. Y es que cuando "lo exige el guion", cuando de verdad viene a cuento, las escenitas de marras no sobran y están perfectas.

Y un protagonista divino de la muerte.

Y las frases de las camisetas, GENIALES. ¡Qué buenas! ¡Qué risa!

Y un protagonista divino de la muerte.

Y una escritura fluida, amena, divertida, fácil, cercana... No sé cuánto le habrá costado crear este libro que nos presenta una novela ligera, sencilla e hilarante la mayoría de las veces (por la forma de contarla, principalmente), pero desde luego si su idea era que la lectora (porque, eso sí, es una historia para chicas) se sintiera como si le hablara una amiga, conmigo lo ha conseguido desde el inicio. Vamos, que me tomo una copita de vino con ella cuando y donde quiera. Vale, vale, en la terraza no, que es espacio exclusivo de la parejita. Ufff...

Y como estoy tan emocionada con el libro, no sé si me habré dejado algo en el tintero, pero os aseguro que "Ligar es como montar en bici" me ha encantado.

No sé si ha quedado claro... ¿he dicho ya que tiene un protagonista divino de la muerte? Pues eso.


Crítica realizada por Malory

He pasado el fin de semana con una amiga, seguro que más de una la conocéis también (si no la conocéis, no sé a qué estáis esperando), se llama Victoria Adam.
Durante estos días que hemos pasado juntas, me ha contado lo patas arriba que se puso su vida después de aquel fatídico lunes de agosto… bronca mañanera con su chico, la despiden del trabajo y, como en la canción de Rafaela (sí, esa, la que todas estáis pensado: “…peeeerooo una tardee que se encuentra maaal, reeegreeesa proonto para deeescansar… y se encuentra una mujer, que dolor, que dolor…” vale ya lo dejo, que sé que canto fatal y que todas la habéis estado tarareando), pues eso, que el capullo de Luis se la estaba pegando con otra. Por eso decide irse a Londres y empezar de cero…
No, no me estoy pasando contando las intimidades de una amiga, esto lo sabe todo el mundo, pero no pienso daros más detalles de lo que pasó después, eso que os lo cuente ella.
Sólo os diré que merece la pena conocer la historia de mi amiga Victoria, al menos a mí me ha encantado. Mientras la escuchaba (perdón, la leía), he tenido una sonrisa casi perpetua en los labios, porque su sentido del humor y su ingenio son increíbles, sus golpes son tremendos… vamos que como ella misma dice: es la leche en bote.
Me he divertido muchísimo con sus comentarios, sus “apuntes” y aclaraciones y no nos olvidemos de sus camisetas (yo quiero una, pero ya), me he emocionado en algunos momentos, porque no todo en su vida son risas y situaciones hilarantes, no olvidemos que Victoria es una profesional como la copa de un pino y que se toma su trabajo muy en serio. Y por supuesto en más de una ocasión me ha sacado los colores, porque sí, no se ha cortado a la hora de dar detalles de sus “escarceos” amorosos, pero lo cuenta tan bien, que quién le dice que se salte ese tipo de cosas… ni de coña, con lo cotilla que yo soy.
Al final no he podido más que alegrarme por ella, porque el idiota de su ex se la hubiera pegado con otra y porque hubiera decidido irse a Londres, ciudad que todo sea dicho de paso, parece conocer a la perfección (no es de extrañar siendo medio inglesa), pero la verdad es que al escucharla (leerla), he tenido la sensación de estar allí, por la soltura con que habla de los sitios, de las calles, bares y tiendas…
Ni que decir tiene que el final me ha emocionado y no sólo porque sea el adecuado, el perfecto para esta historia, sino por ese maravilloso guiño que me ha dedicado Victoria al final de su relato… me la comía a besos.
De sus amistades y del vecino del 5º no os diré nada, ya os he dicho que esas cosas mejor os las cuenta ella, pero sí os digo que al vecino merece la pena conocerlo, porque ¡¡madreeee míaaaaa!!

Pasar estos días con ella me ha dejado muy, muy buen sabor de boca. Ha sido genial. Tiene un estilo propio, original, fresco, desenfadado, directo y muy, muy personal para contar las cosas, eso sí, es un estilo impecable. De verdad os lo digo, tenéis que conocerla y dejar que os cuente su historia.
Una novela que considero hay que leer, sobre todo si estáis un poco saturadas de siempre lo mismo, porque a pesar de que “Ligar es como montar en bici” es una historia de amor en toda regla, por la forma en que está escrita, nada tiene que ver con lo que, al menos yo, he leído hasta el momento.
Valoración: muy buena.


Crítica realizada por Katon 

Por los comentarios y las críticas sabía que me iba a encontrar con una novela divertida, pero la verdad es que es una novela original (por cómo está escrita), con una protagonista que está algo loca, bueno, bastante, con unas compañeras de piso muy diferentes y un vecino que está para chuparse los dedos, ains, quién no tuviera un Ashley así, con un montón de risas esperando a que las descubramos y con una historia de amor que vemos avanzar poco a poco y que está llena de momentos dulces, divertidos y con pasión para provocar un incendio.

Victoria llega a Londres dispuesta a empezar de cero. Su novio de más de diez años y que dependía económicamente de ella se estaba acostando con otra, además en el mismo día la despiden, o para mantener su orgullo, es una no renovación. Nada más llegar sus maletas van camino de Roma (lo que le pasa a esta protagonista con sus maletas no es normal, ya os lo digo yo) y sus pertenencias llegan un día antes de lo previsto. Y así es como conoce al buenorro de su vecino; mientras discutía en el portal con un montenegrino que se negaba a subir sus cosas.

Ashley, qué decir de este médico (algún defecto tenía que tener) que es comprensivo, cariñoso, paciente, educado, sexy, pero es gayyyyyyyyyyyyyyyy!!!! O eso piensa todo el mundo en el hospital en el que trabaja, incluidas las dos nuevas compañeras de piso de Victoria; Monique y Alberta. ¿de verdad os podéis imaginar cómo es la convivencia entre una alemana, una francesa y una española? ( y no es un chiste). Lo malo para Victoria es que Ashley no para de mandarle señales contradictorias, parece que la atracción es mutua pero Ashley es tan frustrante que una no sabe qué pensar. Hasta que Victoria y Ashley coinciden por casualidad en la terraza y a partir de ahí se inicia una costumbre que los irá acercando un poco más con cada conversación.

Es una novela llena de pequeños detalles que la convierten en un libro original; las frases de las camisetas han sido un puntazo, esos comentarios de Victoria mientras nos narraba su historia (ya decía que está bastante loca) y algunos de esos pie de página que abundan a lo largo de la novela. Lo cierto es que no me suelen entusiasmar demasiados pie de página en una novela, en muchas ocasiones aportan poco y hacen que pierda el ritmo de lectura, pero aquí eran casi un personaje más y con los que he aprendido (desconocía el síndrome de Guillain-Barré) y sobre todo me he reído.

Una de las cosas que más me ha gustado de la novela es que he sido capaz de imaginarme a su autora delante de mí, contándome su historia, gesticulando y sonriendo. Por poner algún pero y es simplemente un gusto personal, reconozco que a la novela le va perfectamente y no se abusa en exceso de ellas, mi pero (un pero pequeñito) son las escenas de cama, ¿vosotras conocisteis los dos rombos? ¿no? (bueno, lo cierto es que yo tampoco) A lo que iba, ¿dos rombos? Ni con cuatro se prepara una para toda la tensión que tenían acumulada Victoria y Ashley. Las escenas hot entre los dos son fuertes, muy fuertes pero como he dicho pegan con la personalidad de la protagonista. El epílogo se merece una mención especial, yo quiero un Ashley así en mi vida.

Resumiendo, que no os la perdáis porque es muy divertida y tiene unos protagonistas que parecen más unos colegas que unos personajes de ficción.


Crítica realizada por Nieves Hidalgo 

Y escribir también es como montar en bici para... digamos Brandy Manhattan, puesto que así firma la novela. Al menos yo he visto pocas veces una facilidad tan pasmosa para contar una historia. Das un vistazo a la sinopsis, se te pone una sonrisa en la boca, pero de las grandes, de esas que si tienes caries te las ve hasta el portero de la finca, y salvo un momento puntual por el que desgraciadamente se debe pasar, ya no te abandona hasta el final.

Esta novela no podía haberse escrito en tercera persona. Porque Brandy Manhattan no nos cuenta la historia más o menos graciosa de Victoria, una chica a la que el novio le pone los cuernos, pierde el trabajo y decide largarse a Londres. Hubiera sido demasiado sencillo, demasiado visto y hasta demasiado vulgar para esta autora. Ella hace las cosas de otro modo. Sabe hacer las cosas de otro modo. Si queréis comprobarlo sólo tenéis que leerla.

Consigue que la lectora sea uno más de los personajes, que entre, que no se quede al otro lado del libro. Con la historia de Vic olvídate de estar sentada en tu sillón preferido, tienes que actuar porque no eres una mera espectadora, tú formas parte activa de la novela. Tú opinarás sobre si los zapatos le quedan bien, si debe ponerse o no ese conjunto interior tan sexy y provocativo, si te parece una excentricidad gastarse un pastón en un modelito de los de Nombre y Apellido; vas a salir de marcha, vas a decirle lo que piensas sobre el mamonazo de Luis, le pondrás o no pegas a sus locuras, te harás cómplice de sus compañeras de piso, degustarás (un poquito apartada, eso sí) una copa de vino en la terraza, mientras escuchas cómo abre su alma y le narra sus penas a Ashley, un hombre al que se le perdona todo porque desde que le conoces solo piensas en comértelo vivo. Achucharás a la protagonista para que se lo lleve al huerto, aunque te reviente tener que hacerlo porque lo que en realidad querrás es quedarte con Ashley para ti, sólo para ti y nada más que para ti, ¡¡y que le den morcilla a Victoria!!

Esperarás, durante toda la novela, que te cuente qué es eso que le hace cierta parte de su anatomía cada vez que se aproxima al doctor Greenfield. Que te lo imaginas, sí, vale, de acuerdo en que ninguna somos monjas, pero una cosa es imaginar y otra saberlo de fijo.
Sin embargo, no os llaméis a engaño, la novela no es todo un cúmulo de escenas jocosas y situaciones a veces rocambolescas. Es mucho más. Es ir conociendo los pensamientos de Victoria, los más íntimos, los que le crean dudas, los que le hacen pensar si hace las cosas bien y verse algunas veces como una bayeta de fregar suelos. Ese tipo de reflexiones que sólo suelen contarse a las amigas íntimas.

La novela está repleta de expresiones recurrentes. Se utiliza un lenguaje cercano al lector, porque es su interlocutor, el que escucha a Victoria y recrimina o aprueba sus decisiones. De paso, nos deja conocer algo del mundo de los médicos rehabilitadores y los fisioterapeutas. Gracias por eso, Brandy.

Tengo que hacer especial mención al personaje de María: una mujer increíble, una vitalidad desbordante, una perenne sonrisa en los labios. Ella nos enseña lo estúpidos que somos preocupándonos por chorradas sin importancia, ya veréis el porqué si leéis la novela (que espero lo hagáis porque no tienen desperdicio).

Llegamos a las escenas hot. Rectifico: llegamos a las escenas de sexo, que empiezo a estar hasta el bisoñé de que se utilicen palabrejas que no son nuestras. Aquí hay sexo, sí, pero de primera categoría. Con clase, sabiendo cómo describirlo, sin dejar nada a la imaginación. La autora hace que te remuevas en el asiento, que agarres lo que tienes a mano para abanicarte, que te estires del cuello de la camiseta (por cierto, me tengo que encargar varias camisetas con leyendas como las de Victoria), que soples, que se te atasque la saliva en la garganta, que te pases luego la lengua por los labios para no babear... ¡¡Que llegue tu chico, por Dios, que vas a probar con él cada postura!! Y si no se cena, pues no se cena, coño.

Bueno, yo me voy a dar una ducha fría porque escribiendo la reseña se me ha vuelto a subir la temperatura. Luego, me depilaré las piernas bien depiladitas (la que haya leído la novela sabrá a qué me refiero), y me vestiré sólo con una camiseta que ponga: «Brandy Manhattan, eres la leche en bote». 

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