Crítica realizada por Soraya
Annie Sweetwater no era como las otras chicas. Todos se lo habían repetido durante toda su vida. Todos, excepto Luke Carpenter, que nunca había dejado que la cojera de Annie le impidiera ver lo que realmente era: toda una mujer llena de sueños, deseos y esperanzas para el futuro... un futuro con él.
Luke no podía ni recordar cuándo había empezado a amarla. Para la familia de Annie, ella siempre había sido una muñeca de porcelana en una silla de ruedas. Para Luke, siempre había sido la dulce Annie, inteligente y con un corazón tan grande como el cielo infinito del Salvaje Oeste. Y lo arriesgaría todo para hacerla su mujer.
“Mi dulce amor” es el segundo harlequín que leo de esta estupenda autora. Tras la anterior, “La mujer de su hermano”, que me encantó, me entraron muchas ganas de leer algo más, y fue ésta precisamente, la que más llamó mi atención. Menudo acierto.
Como harlequín que es, es una novela cortita, sin muchos contratiempos, sino más bien centrada en la vida de Annie, una joven que desde que tiene uso de razón, se encuentra encadenada a una silla de ruedas. Tiene una lesión en la cadera que provoca una cojera al caminar, pero además, siempre ha estado sentada en su silla, por lo que los músculos se han resentido y ha perdido gran parte de la fuerza que podría tener.
La novela comienza con una niña pequeña el día en que cumple los 10 años. Está siendo un día como cualquier otro, para lo que se está divirtiendo… Todas las personas más importantes de su alrededor la tratan como a una muñequita a la que se puede dejar en un sitio, con la seguridad de que no se moverá de allí. Es bonita, con sus vestidos llenos de volantes, y sin moverse, simplemente para ser contemplada. Pero nadie piensa que con silla o sin ella, no deja de ser una niña, y los niños necesitan jugar y divertirse. Cuando en la fiesta aparece Luke, siendo también un joven de 14 años, todo parece cambiar. Luke le ofrece la oportunidad de montar en su caballo junto a él, y así los dos se van a dar un vueltecita corta, convirtiendo aquel momento en el mejor de la vida de ella, hasta entonces.
Los padres de Annie al verla volver montada sobre el caballo se aterrorizan, en el fondo realmente piensan que su dulce y “frágil” niñita, no es capaz de hacer nada que se salga de estar sentada y poco más. De ahí que, como es evidente, se líe la de Dios padre y muy señor mío, y al pobre Luke le den hasta una paliza, ésta cortesía del hermano mayor de Annie. Annie por su parte se siente impotente sin poder ayudarlo, sabiendo que él no le ha hecho ningún mal, sino todo lo contrario. Pero claro, quién va a escucharla a ella, cuando jamás le piden su opinión en nada. Para ella todo son órdenes, desde el cariño (según ellos), pero sin esperar a que ella desobedezca, saben lo qué es mejor para ella y punto. Este punto es clave durante gran parte del libro,pues pensando que así la librarán de desilusiones causadas por futuros fracasos, la están privando de grandes alegrías.
Pasan los años, y se vuelven a encontrar. En todo este tiempo a él le han prohibido acercarse a ella, desde aquel cumpleaños. Y aunque podría haber buscado la forma, siempre ha temido que por su causa la mandasen lejos. Así que se mantuvo a un lado esperando a que ella se hiciese mayor, y pudiese dirigir su propia vida.
Sin embargo, nos encontramos con una Annie bastante parecida a la niña del prólogo. Sigue en una silla de ruedas, aún siendo consciente de que puede mantenerse en pie y dar pasos, pues lo hace en la intimidad de su habitación. Sigue obedeciendo todas las órdenes de sus padres, sin dar a penas su opinión, en definitiva sigue siendo tratada como a la niña de diez años que era.
La historia de amor entre Annie y Luke me ha encantado. Son dos personajes con inseguridades, ella por su deficiencia física que tan arraigada tiene en su mente, debido a los contínuos comentarios de sus propios familiares. Será Luke el que le enseñe a ver todo lo que puede hacer, en vez de lo que no puede. A su lado se hará más fuerte, más segura de si misma, empezará a ser una mujer en todos los sentidos de la palabra, y no la niña que era.
Luke por su parte es un trabajador, todo lo que tiene lo ha conseguido por si mismo. Nadie nunca le ha regalado nada, pero aún así, siente que no es suficiente para su Annie, una joven que está acostumbrada al lujo (su padre es el único banquero de la zona).
Juntos tendrá que aprender a confiar, no el uno en el otro, sino en sí mismos, e irán viendo que pueden con todo y con más.
En fin, creo que se puede ver que me ha gustado bastante. Es una novela, tal y como dice su título, muy dulce. Se lee de un tirón, además de porque es cortita, porque tiene mucha fluidez. Yo, como harlequín, le doy 4 sobre 5.
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