Colleen McCullough - El pájaro espino

Valoración:

Crítica realizada por Mayte72

“Existe una leyenda sobre un pájaro que solo una vez en su vida, canta más dulcemente que ninguna otra criatura sobre la faz de la Tierra. Desde el momento en que abandona su nido, busca un árbol espino y no descansa hasta encontrarlo. Allí cantando entre las ramas se empala en la espina más larga y afilada, y mientras agoniza, olvidando su dolor, entona un canto más hermoso que el de la Alondra o el Ruiseñor. El mundo entero se detiene a escucharlo, y Dios, en el cielo sonríe, por que lo mejor, se compra a precio de gran dolor, o al menos eso dice la leyenda.”

Con esta leyenda australiana, en la que se basa el titulo del libro, el padre Ralph de Bricassart, intenta explicarle a Meggie Cleary, siendo una niña, que la vida está llena de sufrimiento, pero también de belleza.

A comienzos del siglo pasado, el corazón de Australia era una tierra salvaje en la que sólo se podía salir adelante a base de orgullo y determinación.
Cuando Mary Carson encarga a su hermano Paddy Cleary la administración de Drogheda, su inmensa finca ovejera, empieza a trenzarse la trama de pasión y tragedia que alcanzará a tres generaciones sucesivas de los Cleary.
En ella se verán fatalmente envueltos la dulce Meggie, la hija de Paddy, y el carismático sacerdote Ralph de Bricassart, el protegido de la maquiavélica señora Carson.

Crítica:

Contiene spoilers.

A principios del siglo XX, nos encontramos en Australia, una enorme finca ovejera, Drogheda, dirigida por una mujer mayor fuerte y dominante, Mary Carson, viuda y sin hijos a los que dejar en herencia sus bienes.

Allí llega el padre Ralph de Bricassart, un ambicioso sacerdote joven y guapo, y que llama la atención de Mary, que lo engatusa haciéndole creer que dejará sus bienes en herencia a la Iglesia Católica, con lo que el ascenso de Ralph sería meteórico hasta la Santa Sede, pues es su objetivo en la vida.

Al poco tiempo, hace venir a su hermano Paddy Cleary desde Nueva Zelanda, para que le ayude en la dirección de la finca, y llega con su mujer Fiona y sus 5 hijos (cuatro chicos de distintas edades y una chica, Meggie, de 7-8 años) y otro en camino. La madre, que en su juventud, era una dama de alcurnia, adora al hijo mayor, que conforme avanza la historia, sabemos que es fruto de un amorío de soltera y que se casó con Paddy para darle un padre. Con el resto de hijos, es indiferente, excepto con Meggie, a la que trata con dureza, ya que piensa que como mujer, solo ha venido a este mundo a sufrir, igual que ella. El padre, un hombre llano, pobre y sencillo, que está enamorado hasta la médula de su mujer, intenta ser el contrapunto. Choca con el hijo mayor, rebelde y trata a Meggie con dulzura. Sus hermanos también la quieren mucho, pero el desamor de su madre, la marca. Cuando el padre Ralph los conoce, siente una inmediata simpatía y cariño por Meggie, y le muestra su predilección, intentando que vaya a la escuela y aprenda como los chicos, ya que es muy lista. Su madre alega que debe quedarse con ella y ayudarla con su hermano por venir y en las tareas de la casa.

Allí empieza el plan de Mary Carson, para conseguir que el padre Ralph esté pendiente de ella, ya que está enamorada de él sin remedio. Al pedir su intervención para conseguir que obligue a los padres a permitir su asistencia al colegio, ella empieza a manejarlo sutilmente, haciéndole ver que puede ser su heredero ó en caso contrario, los hijos de su hermano.

El hijo pequeño de Paddy y Fiona muere, y el padre Ralph, le explica a Meggie, con la leyenda del pájaro espino, porque Dios a veces, se lleva a los seres queridos y nos causa dolor.

Paddy y su hijo mayor, se enemistan y él se hace boxeador, pero en un combate, mata al contrario y lo meten en prisión. Otro hijo, muere en un accidente. Otro en un incendio.

Pasan los años y lo que en principio es cariño, se va convirtiendo en amor, ya que Ralph es el apoyo que Meggie necesita y Meggie, con su dulzura y cariño, se gana a Ralph para siempre. Tanto Meggie como Ralph se enamoran, pero Ralph está dividido entre su ambición de llegar a lo más alto en la jerarquía eclesiástica ó ser un hombre y amar libremente a Meggie. Al final se decide por su ambición, ya que Mary muere y en su testamento, deja la finca a la iglesia, y a los Cleary como administradores. Ralph, ve la oportunidad que siempre ha esperado de conseguir escalar y deja a Meggie con el corazón roto, a pesar de sus súplicas y con un solo beso de amor entre ellos y una pequeña rosa. Mary lo conocía muy bien y sabía, que no podía tenerlo para ella, pero tampoco lo tendría su sobrina Meggie.

Ella, por despecho, se casa con un aparcero de la finca, Luke O’Neill y se va lejos, pero su matrimonio no es lo que ella esperaba. Su vida hasta ese momento, había sido la de una señorita, pero su marido es pobre, la lleva la otra punta del país, y empiezan los problemas en la pareja. En un momento dado, ella lo abandona y se va con su hija pequeña lejos.

Pero Ralph, que ya goza de un cargo importante en el Vaticano, no la ha podido olvidar. Se presenta en Drogheda y se entera de lo sucedido en su ausencia. Va a buscarla y la encuentra y allí, en una playa tropical, dan rienda suelta a su pasión. Ella se entrega totalmente, consciente de que está con su verdadero amor. Y él, alcanza el cielo por otros medios distintos a la oración. Pero aún así, él la vuelve a traicionar, abandonándola para volver a Roma.

Pasan los años y se ve a Meggie de vuelta en Drogheda, separada y madre de ¡dos hijos! Ralph no le perdona que, después de haber sido suya, todavía hubiese vuelto con su marido y hubiese tenido otro hijo, Dane, pero para sufrimiento de Meggie, que trata a su hija igual que su madre la trataba a ella (ya que le recuerda a su marido), y adora a Dane, él decide seguir la carrera eclesiástica.

No voy a contar el desenlace de esta historia de amor, que transcurre a lo largo de varias generaciones. Solo deciros que es una hermosa historia de AMOR, un amor puro y apasionado, que tiene el inconveniente de que él es un sacerdote católico, que antepone su carrera a lo que más desea en el mundo (Meggie) y aún así, no puede tener.

Un frase que me gustó mucho, fue ésta: “¿Por qué tiras tanto de mi corazón? ¿Por qué llenas ese espacio que Dios no puede llenar?” (Ralp a Meggie)

Valoración de la historia: Muy buena.


Crítica realizada por Crishi

 

Una historia de amor excepcional con una ambientación maravillosa, que abarca un largo periodo de tiempo donde trascurren un par de acontecimientos históricos (si la memoria no me falla). Los sentimientos están tan perfectamente descritos, a través de los pensamientos de los diversos personajes, que ponen la piel de gallina e invitan a una lectura más interiorizada para no perder detalle.

La pérdida de la inocencia a una edad temprana, la necesidad y el miedo de amar y ser amados, el peso de la culpa -a veces mal entendida y usada como coraza-, en definitiva, los “hilos” que mueven la conciencia y la examinan son, diría yo, algunos de los escollos que dominan esta novela escrita con una prosa lacerante, pero a la vez, y por ejemplo, en los pasajes más crudos de la guerra, utilizando un tono lírico. En este hermoso relato me he encontrado con una historia muy conglomerada debido a la unión de los diferentes rasgos producidos por los síntomas de un amor irrealizable, y otros que definen al resto del magnífico elenco.

Si la relación entre los protagonistas es ya de por sí controvertida, las historias de los personajes secundarios no lo son menos puesto que andan inmersos en sus propios defectos y carencias, y se recrean en ellas para purgar sus vidas en vano. Pero, como dice el libro “… nosotros, cuando nos clavamos la espina en el pecho, sabemos lo que hacemos. Lo comprendemos. Pero lo hacemos. Lo hacemos a pesar de todo”.

Lo difícil y duro es asumir las consecuencias, para después aprender a cargar con ellas.

El pájaro espino es una novela que contiene un amor puro, apasionado pero insalvable; difícil de digerir por su clara inclinación hacia los desenlaces lastimosos, pero que mantiene en vilo hasta los corazones más insensibles, y que seguro volveré a leer porque, tal vez, entre tanta buena hechura, me haya perdido alguno de esos sentimientos que tratan de enroscarse con los del mismo lector a modo de simbiosis.

Valoración personal: Excelente.

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