Colleen McCullough - Las señoritas de Missalonghi

Crítica realizada por Teresa

La escritura mágica de Colleen McCullough consigue, en Las señoritas de Missalonghi, transportar al lector a un mundo fascinante que participa por igual de la realidad y de la ensoñación. Missy Wright, la protagonista de la novela, es una mujer soltera que, a sus 33 años, compensa los tonos grises y difíciles de su vida con la lectura de novelas románticas. Missy arrastra una vida sin alicientes en la localidad australiana de Byron. Una existencia llena de estrecheces económicas y la convivencia con su madre y su tía constituyen las referencias vitales en que se mueve nuestra heroína cotidiana. Hasta que, inesperadamente, entra en escena John Smith, un desconocido que proyecta instalarse en el valle cercano a la casa en que habita Missy. A partir de aquí, despuntará un mundo de felicidad y entrega que colmará las ilusiones, hasta entonces frustradas, de la protagonista del relato. El hechizo del amor hará milagros y Missy alcanzará una vida llena, por encima de las mezquinas tensiones familiares y la marginación femenina de que había sido víctima. Las señoritas de Missalonghi es una descripción exacta y brillante de la vida en una remota localidad australiana y, también, un verdadero cuento de hadas.

Opinión:

La protagonista lleva una existencia aburrida junto a su madre y su tía. Le falta de todo, desde dinero a ilusión porque tampoco hay viabilidad para hacer nada nuevo, para formarse como persona, constreñida por una época, una ciudad y unos vecinos que en nada ayudan a la muchacha a ser feliz.

El personaje no es una muchacha joven, sino una mujer adulta que ha pasado ya la treintena y que ha perdido las ganas de todo. Es una soltera. Una solterona demasiado mayor para buscar la felicidad y a quien las circunstancias la tienen prisionera de una vida sin alicientes en la que solamente se dedica a su familia. Solo tiene una ilusión; seguir leyendo sus libros preferidos, los que le presta la única amiga que tiene.

Los Hurlingfords dominan el lugar, tanto terrenos como comercios, y en nada ayudan a una convivencia decente y plácida, siendo lo de siempre: el pez gordo se come al chico.

El protagonista masculino llega al pueblo rodeado de misterio con la intención de establecerse en él. De inmediato, cae bien aunque es un poco rudo y hasta antipático. Le cae bien al lector, que no a las cotillas y cotillos del pueblo que piensan de él que tiene algo que ocultar porque nadie se pueda llamar simplemente Jhon Smith.

El romance está plagado de esperanzas y dudas, de ilusiones y desilusiones. Missy se enamora de Jhon irremisiblemente aunque su corazón le dice que no va a coseguir nada con él.

Lo que más me ha gustado de la novela es el modo en que cambia la protagonista, de ser una persona calmada, transigente, apocada y completamente dependiente de los demás, arrinconada como ser humano, pasa a ser una mujer decidida y plena que intenta aprovechar el tiempo y, lo más importante, no volver a dejarse ningunear por nadie.

Es por tanto una historia de superación, con más ilusión que romance, sin escenas que puedan acalorar a la lectora y de narrativa fácil donde, una vez más, se nos demuestra que al amor puede cambiar a una persona.