Crítica realizada por Elmonte
Muchas veces me he preguntado el motivo por el que una novela te puede parecer pasable en un principio, y la lees mucho tiempo más tarde y te preguntas cómo es posible que no te gustase en un principio. Eso me ha pasado con este libro. Lo compré en su día más que nada porque me gustaba el título y me atraía la trama, sin embargo empecé a leerla y la dejé aparcada cogiendo polvo en la estantería.
Ha pasado más de un año desde entonces, y rebuscando entre los libros, la encontré al final de mi estante y la cogí. Sabiamente, esta novela ha estado esperando a mi maduración como lectora para que pueda captar la profundidad de los sentimientos que se describen en ella. Muchas veces a través de las novelas de otras épocas hemos visto la situación de las mujeres, la escasez de derechos y la dependencia con respecto a las decisiones masculinas ya fuese, del padre, hermano, marido…
Lo primero que me llamó la atención es la madurez de los protagonistas, Lili para aceptar el reto de hacerse cargo de una propiedad aún a sabiendas de que es una especie de “venganza” maquinada de tio Horatio contra su declarada vena sufragista, y de Avery por aceptar la decisión y dejarle vía libre a Lily y marcharse. En un principio pensé que era la típica actitud de esconder la cabeza bajo el ala, pero no, Avery lleva toda la vida soñando con hacerse cargo de Mill House y cuando llega el momento, con todo el dolor de su corazón decide dejar la propiedad en manos de Lily y aceptar la decisión de Horacio. Pone tierra de por medio, pero Lily no tiene la conciencia tranquila y decide cumplir una de las cláusulas del testamento, enviar todos los meses una cantidad de dinero a Avery, con lo cual se inicia una correspondencia asidua que es el punto de inflexión de la novela. Todas las cartas están llenas de puyas, pero tienen un trasfondo en el que poco a poco se va formando una amistad sincera, hasta el punto de que muere un amigo de Avery en una expedición y le envía una carta a Lily más que nada buscando consuelo. La carta que le envía Lily se convierte en bálsamo para su espíritu y su corazón.
Pasado cinco años Avery regresa y comprueba que Lily no es la arpía fea que él se había imaginado, más bien es bella, delicada y …. usa pantalones. Por el contrario, Avery no es el muchacho debilucho que aparece en el retrato del salón, se ha transformado en un hombre fuerte, decidido, seguro de sí mismo y rotundamente masculino. La atracción entre ambos es instantánea, aunque ambos se enzarzan en una batalla verbal cada vez que se tropiezan, para regocijo del resto de los habitantes de la casa.
El amor ha germinado sin remedio en los corazones de ambos, y deberán enfrentarse a esa realidad, dejando a un lado el pasado, las normas sociales y aceptando al otro.
¡Qué difícil es aceptar al otro! , cuando la relación se basa en una relación amor-odio. Sin embargo esta autora ha conseguido que sienta empatía por ambos protagonistas, ha conseguido que me ponga en el lugar de cada uno, que comprenda sus odios, temores, sentimientos y emociones. Se ve claramente la evolución de ambos, de sus sentimientos e inseguridades. Los diálogos son chispeantes y cargados de tensión, y los secundarios juegan un papel importante en la trama.
Sinceramente me ha parecido una buena novela, profunda y que merece la pena leerla.
Valoración personal: muy buena.
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