Crítica realizada por Cris
Entre la fidelidad y el deber, Rosamunde se encuentra ante la decisión más difícil de su vida. Su esposo y sus tierras necesitan el heredero que él ya no es capaz de engendrar. Así pues, al no poder concebir ese ansiado hijo sin traicionar a su marido, a la joven se le plantea un complicado dilema moral: ¿el fin justifica los medios, aunque eso signifique quebrantar las sagradas promesas del matrimonio?
Rosamunde contrajo matrimonio a la edad de 16 años tras quedar su rostro marcado por profundas cicatrices. Su vida ha sido tranquila pero ante la sombra de la muerte que se cierne sobre su esposo y la herencia de este, Rosamunde debe tomar medidas desesperadas para salvar a sus tierras y a las gentes del lugar de una nueva secta: la nueva Mancomunidad de la que forma parte el heredero de la finca. Para ello, el matrimonio necesita un hijo, un heredero que no pueden engendrar. Así pues, hay que buscar la semilla en otra parte. La oportunidad se presenta a un lado del camino, una noche fría, en la persona de un apuesto desconocido. Rosamunde le propone al hombre que, como pago por haberle salvado la vida, la ayude a engendrar un hijo.
Brand no sabe donde está ni como ha llegado allí ni quien es la misteriosa mujer que le hace semejante ruego escondida tras una grotesca máscara. Tampoco sabe qué extraño impulso le anima a aceptar pero lo hace. En el momento en que sus cuerpos se unen del modo más absoluto, también lo hacen sus corazones. Brand intenta por todos los medios conocer a la mujer que se esconde tras la máscara pero ésta parece tener razones muy poderosas para no querer huir con él y no revelarle su identidad.
Tras una intensa noche de amor, Rosamunde narcotiza a Brand y le lleva lejos de su casa de manera que no pueda averiguar quién es ella pero, con la ayuda de su prima y mejor amiga, Diana (Lady Arradale), avisan anónimamente al hermano mayor de Brand, el marqués de Rohgar, del lugar en el que se encuentra su hermano.
La obsesión de ambos personajes el uno por el otro, el amor que nació tras dos noches de pasión, ternura y conversación, les hace sufrir intensamente pero el destino les volverá a unir aunque serán ellos lo que tendrá que luchar para poder estar juntos.
Este libro me ha parecido el más tierno de toda la saga. En muchos momentos lloré por ellos, me emocioné ante la ternura de Brand o la dulzura de Rosamunde. Creo que son una pareja perfecta y me encanta ese toque de realidad que aporta la autora cuando nos envía un mensaje claro: el amor puede hacer desaparecer el dolor provocado por cualquier cicatriz.
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