Lavyrle Spencer - Hacerse querer

Valoración:

Crítica realizada por Irdala

Sinopsis:

En el siglo XIX, los hombres emprendedores se aventuraban solos en el lejano territorio de Minnesota, en el noroeste de los Estado Unidos. Así se hizo necesaria la costumbre de mandar a pedir esposas sin conocerlas previamente.
Asiosa por escapar a la humillación de su sórdida existencia en Boston, Anna acepta convertirse en novia por correspondencia de Karl, un adinerado granjero. Él espera una muchacha de veinticinco años, hábil cocinera, experta ama de casa, dispuesta al trabajo rural y... virgen. Generoso por naturaleza, Karl deberá perdonar a Anna todas sus mentiras. Pero hay un secreto que ella le oculta a fin de preservar el amor incipiente...

Opinión:

Karl es un enorme sueco de veinticinco años, muy bien parecido, trabajador y paciente, enamorado de Minnesota, la tierra adonde llegó cargado de sueños de futuro y esperanzas de una mejor vida. Encontró todo lo que buscaba y más. Es un territorio lejano en el que hay que viajar muchos kilómetros para encontrar a otro ser humano. Lo tiene todo, excepto una compañera con la compartir su futuro y sus posesiones, con la que formar una familia y con quien hablar y reír.
Ha puesto todas sus esperanzas en la mujer de Boston que ha respondido a su anuncio del periódico... y le ha pagado el viaje. Está impaciente, emocionado y ya es "su Anna".

Anna, desde su nacimiento, ha tenido una triste y desoladora vida. La única forma de escapar a un futuro aún peor que lo que lleva vivido hasta el momento, es responder a un anuncio que su hermano pequeño ha encontrado en un periódico. Ni siquiera un viaje larguísimo a un territorio lejano y desconocido puede ser más malo que lo que le espera si continúa en Boston y en el lugar en donde vive. Sólo hay un problema: no cumple ninguna de las exigencias que pide Karl en su anuncio. La única solución es mentir... y Anna miente.
Así, cargada de mentiras y con un muchacho de trece años a quien Karl no espera, se presenta Anna en un recóndito pueblo de Minnesota, llena de miedos y con la esperanza de que Karl nunca descubra su más oscuro secreto, el peor de sus embustes.

De esta manera, comienza una deliciosa novela, perfectamente hilada y con un excelente trabajo de documentación. Los personajes, creíbles de principio a fin (¡qué arte tiene esta autora creando personalidades!), son absolutamente humanos.

Durante su lectura, no sólo compartimos con los protagonistas sus vivencias, su entorno, sus miedos, sus dudas, su mutuo conocimiento, su lento enamoramiento... también "estamos allí". Esta autora tiene la capacidad de trasladarte "dentro" de sus novelas por la facilidad con la que lo explica todo.

Me gustan muchísimo todas las historias que tiene que ver con los colonos, así que podéis figuraros lo que he disfrutado con la enormidad de explicaciones que abundan en el libro, sobre la forma de construir las casas, de recolectar las frutas, la manera de aprovisionarse de caza, cómo hacer las velas, la lejía, el jabón, los muebles...

No es un libro fácil, como no lo son ninguno de los de esta autora... no sé si entendéis lo que quiero decir. Ella hace tramas absolutamente humanas, totalmente "posibles", y desde luego, nada dulzonas. Sin embargo, los sentimientos de los seres que crea, son tan precisos, tan reales, que parece que está hablando de "alguien de verdad".
Inevitablemente, cuando un escritor nos presenta un personaje, tendemos a imaginarlo en nuestra mente, a darle forma, a hacerlo nuestro, aunque siempre sabemos que es de mentira. Los protagonistas de Lavyrle Spencer tienen "alma", yo los siento vivos; me los creo tanto que llega un momento que me olvido de la ficción... todo me parece que ha pasado, que está pasando de verdad.

Estoy acostumbrada a leer de otras escritoras la rudeza de los machos-machos, a no verlos llorar, a que se mantengan fuertes y a que parezca que pueden con todo. A manejar y llevar la voz cantante, a que no tengan miedos. A veces parece que los hombres no necesitan abrazos ni caricias, que sólo nosotras precisamos de ese tierno consuelo. Me gusta especialmente como define esta autora los sentimientos de los personajes varones. Describe la ternura y la sensibilidad masculina sin hacerlos por ello menos hombres. Eso me encanta. Este tipo de hombres sí me resulta muy creíble, porque ellos sí son así.

Los momentos de amor, las caricias, los besos, las palabras tiernas, las miradas, los abrazos, el roce de las pieles... ah, son tan dulces, están tan bien contados, ¡son tan bonitos...!

En fin, como ya habréis comprendido, este es otro precioso libro que os recomiendo.

Puntuación: Muy bueno



Crítica realizada por Mariam

No sé por dónde empezar para explicar qué me ha parecido Hacerse querer. No conocía este libro y tras leer algunas opiniones, tenía muy claro que iba a gustarme, pero no sabía que tanto.
Me gustan las novelas históricas que te describen con nitidez y realismo el entorno histórico y cultural en el que transcurren porque, como en este caso, te sientes transportada a esa realidad y la lectura además de contarte una historia de amor inolvidable te hace conocer más sobre la época y las vivencias de los personajes. 

Hacerse querer parte de una novia por correspondencia, una de las temáticas por las que siento debilidad. ¡Cuánto tiempo hacía que no leía una novela sobre este tema! Y además una novelas obre colonos. El resultado es  una historia tan preciosa, tan humana y realista que aún tengo nítidas en mis recuerdos las emociones e imágenes visuales que se han creado mientras leía. Casi como si  los personajes hubieran cobrado vida.

Me ha conmovido la vida de Anna y James, la sordidez y devastación que ha sido el pan de cada día desde que nacieron, la desesperación de los hermanos por dar la espalda a ese pasado y forjarse un futuro lejos, aun si conlleva mentir, robar o engañar. La avidez de James por ser útil, por aprender, por sentirse digno de vivir en Minesotta me ha calado muy hondo , tanto como el miedo y la vulnerabilidad que Anna esconde por sus mentiras.
Y qué decir de Karl, este sueco grandote y con corazón más grande imposible, de su paciencia, su bondad, su ingenuidad e inocencia... del dolor que lo desgarra y lo hace débil ante Anna.

Con pocas historias me he sentido tan dividida por sus protagonistas, comprendiéndolos a ambos, emocionándome por ambos y sufriendo junto a ellos.
La verdad es que suena difícil de creer que una historia que lees cobre vida en la piel de los lectores, pero es lo que me ha sucedido con Hacerse querer. Es algo que, en general, me sucede con todas las novelas que leo de Lavyrle Spencer.

Por último tengo que mencionar la fabulosa y minuciosa ambientación, la descripción de los bosques de Minesotta, cómo llevas a ver en tu mente las diferentes especies de árbol, a Karl talando árboles, plantando la huerta o fabricando los muebles...
Es otro de los rasgos de esta autora que me sorprenden, el mimo y dedicación con que explica las labores y trabajos de los protagonistas, así fabriquen barcos, sean leñadores o granjeros, vives a través de sus ojos el amor hacia sus tierras.
Y, por supuesto, vives y te emocionas con la inolvidable historia de amor de Karl y Anna.  Creo que una de las joyas que ha escrito Lavyrle Spencer.

Valoración: Muy Buena.


Crítica realizada por LILIAN

PUEDE CONTENER SPOILERS

Anna de diecisiete años y James de trece, siempre han estado muy unidos. Provienen de Boston, de una vida mísera y sin expectativas. Sin padre conocido, su madre se dedica a la prostitución y presta poca importancia a los niños. Los considera un estorbo y cada vez que tiene un cliente, los dos hermanos tienen que salir a las calles de la ciudad a dejar pasar el tiempo. Cuando la madre muere, James y Anna están más desamparados que nunca. Por tanto, cuando James ve un anuncio en el periódico que dice: Se solicita una esposa de 25 años, que sepa cocinar y que no le sea ajena la vida en el campo, el cielo parece que se abre. El problema es que Anna no cumple con ninguno de los requisitos. Por no saber, no sabe ni leer ni escribir y es su hermano James, dirigido por Anna, el que empieza a cartearse con el desconocido. Anna no miente en su apariencia: Irlandesa de pelo cobrizo (o rubio del color del whisky como le gusta a Karl imaginar) y ojos marrones. Cuando llega el momento de dejar Boston, Karl -que no conoce la existencia de James- manda dinero para el pasaje de Anna. A la desesperada Anna, que no piensa dejar atrás a su hermano, acaba vendiéndose en una ocasión a uno de los "amigos" de su madre.

Sólo la gran maestra que es LaVyrle Spencer podía crear un personaje masculino como el protagonista de esta novela. Karl, que es todo entusiasmo y sabiduría, es un emigrante sueco rubio y grandote, que con veinticinco años y más solo que la una, está decidido a labrarse un porvenir en América. No hay arte que se le resista (bueno quizá la anchura de miras, pero en el siglo XIX en Minnesota, digamos que es lo que toca). Es leñador y además domina la carpintería, sus conocimientos sobre animales y plantas es de experto -pero sin jactarse- y tampoco se le resiste la cocina. Karl, hace bien todo lo que se propone pero no resulta Don Perfecto. Es una persona que actúa con naturalidad y acoge a Anna y a su hermano, como si fueran parte de su familia nada más conocerlos. Y eso que la primera impresión que recibe de la moral de Anna no es muy alentadora. Karl se encuentra que debe de mantener una boca más y que su matrimonio empieza con tres. A Karl, Anna le parece físicamente muy atractiva pero cuando empiezan las preguntas y se van descubriendo las mentiras se lleva más de un sofocón. Unas mentiras, que por otra parte, estaban más que justificadas porque la disyuntiva era mentir -y casarse con un colono- o morir de hambre.

Tras el período de adaptación, James encuentra un padre en Karl y Karl un hijo. No hay niño más dispuesto que James. Hace todo lo que puede por ser útil y obedece sin rechistar. Sabe ser discreto y quitarse de en medio cuando amenaza tormenta "entre los mayores". Le encuentro un personaje adorable, todo piernas y brazos, flacucho como como un junco, con su cara pecosa siempre sonriente buscando la aprobación de su hermana y cuñado. La gran LaVyrle debió encontrar la vida que llevaba tan solitaria, que con su varita mágica, casi al final del libro, le buscó una amiga. Mató de esta forma dos pájaros de un tiro, porque también colmó las ansias de Karl por tener vecinos (una gran familia de suecos, encantadores y habilidosos que contagian su alegría allá por donde van y que han llegado a establecerse en esta tierra). Aunque no todos están tan contentos con su llegada porque Anna, que no se lleva tan bien con su marido como quisiera, empieza a sentir celillos (y aquí me planto para que lo descubráis vosotras).

Anna hace lo imposible por adaptarse y eso que tiene muchas limitaciones. Tan pronto, quiere ponerse dos trenzas enrolladas sobre la cabeza para parecer una buena chica sueca como que está metida bajo la chimenea, de su casita de adobe, intentando cocinar algo que se pueda comer. Anna es un espíritu libre, que se siente mejor en el exterior ayudando con los troncos que tala Karl que con las tareas domésticas. Aun así es una chica muy dulce, que no quita, que le salga de vez en cuando ese temible temperamento que dicen que tienen los irlandeses. La última de las mentiras que descubre Karl, el tema de su virginidad, amenaza con arruinar su matrimonio. La antigua camaradería que disfrutaban se hace añicos y cuando deberían estar más juntos, están más separados. Su tristeza es palpable pero también lo es la de Karl. Y la verdad es que la he sentido tan cerca, que he acabado por zambullirme en su relación y casi podía oír los consejos que les hubiera dado si los tuviera delante.

La ambientación es una maravilla. Está claro que la señora Spencer lleva Minnesota en la sangre. Si a esto le unes, su talento como escritora, hueles la madera que corta Karl, los bollos que quema Anna, el pan recién hecho en el horno de barro o el oso que se aproxima a la casa del manantial.

En fin, yo me pregunto: ¿Qué tendrá esta escritora que empiezas a hacer un comentario sobre un libro y acabas escribiendo una crítica? Desde luego, es algo más que magia, es algo único. Hacerse querer me ha parecido un novelón y mi valoración es: Excelente


 

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