Crítica realizada por Mencía
Como muchas otras autoras Terri Brisbin tiene novelas que me han llegado al corazón y otras que me han resultado indiferentes. Sin embargo, y aun en el caso de estas últimas, su estilo sencillo y el sello de fortaleza que imprime a sus protagonistas ha hecho que procure hacerme con cada una de sus obras en cuanto ven la luz en nuestro idioma.
El marido de la duquesa es una obra algo atípica, pues aun reuniendo muchos de los tópicos propios de la época de la Regencia, esta vez es la pareja protagonista la que encarna el rol de matrimonio aséptico propio de la nobleza.
Casi desde sus inicios la unión de Adrian y Miranda se rige por las leyes sociales. La joven, hija de un terrateniente local de fortuna, resultaba de lo más conveniente para el segundo hijo de un duque, que falleció, dejando tras de sí un buen número de deudas - con su dote se podría salvar el patrimonio ducal y el heredero elegir con libertad a una duquesa realmente apropiada-. Sin embargo, la muerte prematura del primogénito provocará que Adrian y Miranda alcancen una posición para la que, por diferentes motivos, creen no estar preparados.
Preocupados por cumplir las expectativas que han recaído sobre ellos, adoptan el papel que la sociedad les exige diligentemente. Su matrimonio pasa a ser casi como un contrato: siguen a rajatabla el protocolo, las agendas de ambos cónyuges no convergen salvo a última hora del día para la cena o algún que otro acto social. Y por supuesto, se mostrarán tan fríamente respetuosos como si se tratara de pareja de extraños obligada a compartir techo.
En cuanto a la intimidad, sus obligadas relaciones maritales, a fin de proveer de un heredero al ducado, son más de lo mismo: un acuerdo tácito de reunión semanal llevado convenientemente y poco más. Así dejarán pasar 7 años, sin que el heredero llegue, ni ellos se conozcan de verdad. Un hecho inesperado, que no es cuestión de desvelar, constituirá el punto de inflexión que dará lugar al desarrollo de la trama.
La novela es relativamente sencilla y muy fácil de leer. En algunos puntos puede chocar o incomodar, ya que nuestra educación y preferencias, en este tipo de novelas, no están acostumbradas a digerir con agrado ciertos temas.
En esta obra encontraremos a ese “mejor amigo” de él y la consabida “mejor amiga” de ella. A la suegra fría, mala y meticona, y a la amante de turno que, cosa rara, no entra dentro de la categoría de despechada. ¡Ah! Y algún que otro insignificante atisbo de celos, por eso de tener de todo un poco. El marido de la duquesa sigue pues la senda de lo que hallamos en cualquier otra novela de Regencia. Pero aun así, me ha resultado una lectura amena y fresca - tanto amor y excitación loca a golpe de vista, en desechos de virtudes, puede llegar a saturar-.
Al ser una novela corta el progreso de la trama es rápido en detrimento de la profundidad, es por ello que a veces cuesta entender la evolución de los personajes. Pero es diferente en su concepción y planteamiento, lo que en mi caso ha constituido un punto de lo más apetecible, aunque su desarrollo no tuviera nada de novedoso.
Resumiendo: es una novela que, sin cambiar de ambientación ni saciar, ha conseguido tenerme pegada a sus páginas y disfrutar, por unas horas, del maravilloso placer que resulta leer la historia de un amor.
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