Hoy debo sentirme más freak que nunca, porque os propongo un viaje por las casas inglesas y su arquitectura. La que espere un curso sobre gótico normando o neoclasicismo palladiano se ha equivocado de página, por favor que se busque una enciclopedia de verdad, esta humilde que suscribe estas letras solo quiere contaros cuándo dejó de haber un gran salón en las famosas Torres del Homenaje y se llegó los palacios llenos de alcobas privadas, y cómo las fortificaciones se convirtieron en hermosas casas solariegas cuales palacetes renacentistas cuando la realidad es que Inglaterra se quedó aislada en el oscuro estilo tudoriano.
Descubriréis por estas líneas algunos supuestos «gazapos» en las novelas que leemos, y pensaréis: «¡Esta autora no sabía de lo que hablaba al colocar allí la chimenea!». Nooo, no es eso. Las autoras nos documentamos mucho y bien, pero luego nos tomamos nuestras licencias a placer. Un voto de confianza, no seáis malas.
¿Qué, os venís conmigo por casi dos mil años de arquitectura en Inglaterra resumidos en lo que a mí me parezca interesante? Entonces escuchad este dicho tan inglés:
«Los ingleses hacen de su casa un castillo», que no sé a qué viene pero me encanta escucharlo. Y como de castillos vamos a hablar y no de catedrales y otras construcciones religiosas, pues nuestros protagonistas no son precisamente monjes, me cargo mil quinientos años de historia así, como el que no quiere la cosa, desde la romanización en el 50 A.C. en la frontera con Escocia, pasando por los sajones y normandos, la Casa Plantagenêt, hasta el final de la Guerra Civil: la muerte de mi adorado Ricardo III, la llegada de los Tudor al trono.
Bienvenidas a primeros del XVI, chicas, al célebre Enrique VIII, que con su Reforma trajo una relativa paz a Inglaterra. Los noble ingleses enfundaron sus espadas y regresaron a sus hogares de forma permanente —no entraré en la desgracia de sus esposas—,vieron la inutilidad e incomodidad de vivir en fortificaciones y reconvirtieron Torres y Castillos en confortables viviendas, iniciando una edad dorada de la arquitectura civil inglesa.
Y, ¡oh incongruencia entre las incongruencias!, uno de los primeros en realizar tal proeza fue el entonces Conde —ahora es ducado— de Northumberland en el Castillo de Warkworth. Para las despistadas en geografía, en la mismísima frontera con Escocia en un momento donde los pillajes eran juegos de diario y las batallas campales marca de la casa. Pero si Henry Percy mantuvo por fuera una estructura casi infranqueable, hizo de su castillo una cómoda casa llena de placenteros entretenimientos para sus visitantes.
Lo llamaron El Temerario, según dicen por su valor en batalla. Yo apostaría más bien por su estupidez. ¿Diversión mientras acechaban los escoceses?, ¿es que no sabía nada de nada? En aquel entonces leer estaba sobrevalorado, porque si hubiera leído una de nuestras novelas de aguerridos highlanders se hubiera dejado de tonterías...
Pero, ¿cómo era esta tan suntuosa casa, que confieso un poco anterior a Enrique VIII? Pues de cruz griega, con una enorme y cuadrada sala principal en el centro , sucesora del Gran Salón, donde eran celebrados los banquetes sobre una plataforma elevada, y donde durante la Edad Media y en muchos castillos también tiempo después dormían todos los huéspedes en nula intimidad.
Tenía, eso sí, una novedosa estancia: una sala espera, que se incorporó como idea a finales del XIV y se extendió durante el siglo XV, esta inicial un pequeño espacio con bancos de piedra junto a las ventanas para estar bien fresquitos y ampliadas para disfrutar de las heladas vistas hacia el congelado norte escocés. ¡Qué gran bienvenida!
¿Qué otra cosa destaca en esta vivienda y me obliga a hablaros de ella? La chimenea. Durante la Edad Media las chimeneas estaban en el medio de la estancia, cual falla a quemar en San José. La de Henry el Temerarios, sin embargo, estaba ya ubicada en un lado de la estancia.
¿Curioso no?, dos grandes cambios, algo tan básico como no tenerte esperando en el umbral de la puerta a ver si podían recibirte, ya fueras el panadero o el Príncipe de Beckelar, y dónde hacer arder el fuego... ¿En medio de la estancia, en serio? Anotadlo como posible licencia. Aunque sea por los malos humos.
De aquí podríamos irnos al XVI, donde los comerciantes de lana pudieron comenzar a construir sus propias casas de madera y ladrillo en forma de espiga con espléndidos voladizos. Tal vez alguno de ellos fuera antecesor del Sr. Thornton y de mi Richard Armitage, pero ahora mismo son plebeyos y yo elitista. ¿Nos interesan? No, solo que sepáis que también el vulgo fue evolucionando.
Y por el uso del ladrillo, ese ladrillo rojo anaranjado del que tanto tiramos. Kentwell Hall, en Suffolk, es un ejemplo de la sustitución del menos cuantioso roble por la sobrante arcilla, haciendo del ladrillo y el mortero los nuevos elementos de construcción. Pero era también una hermosa casa de la que podríamos decir que su propietario hizo un castillo, desdiciendo el dicho. Amplió el edificio inicial anexionándole alas, y para aprovechar el espacio útil se incluyeron las galerías, un elemento muy isabelino. ¿Isabelino?, pues sí.
Porque además, en lugar de realizar la ampliación dando al edificio una forma de H en honor al rey Enrique VIII, Henry, como se había venido haciendo, que hay que ser pelotas, se le dio forma de E en honor a la reina Isabel I, Elisabeth la de Shakespeare, ya que me pongo tonta. ¿Soy yo, o como para que hubiera otra guerra civil y tu casa fuera declarada un insulto a la Corona?
Todas las ideas que surgieron durante esta época y que no os he explicado porque no venían a mi cuento se conjugarían en la mansión del Barón de Burghley, Tesorero de la Reina Isabel, en Lincolnshire. Para qué explicarme: ¿la casa de Mr. Darcy en Derbyshire?, ¿la mansión de los Crawly en Downton Abbey? ¡Pues una preciosidad similar!
La azotea, repleta de detalles clásicos y con setenta y seis chimeneas, presumía de estancias. ¡¡Exacto!! Al fin habitaciones privadas... dormitorios... salones... Se acabó el Gran Salón y ningún lugar donde reunirse, y se añadieron habitaciones con vistas, espacios para colgar montones de cuadros... Y una curiosidad de las mías: se incluyeron las barandillas en las escaleras. Si es que...
Hago un inciso técnico y os pido que tengáis en cuenta, por favor, que Inglaterra se aisló religiosamente de Europa, y como consecuencia —mi ignorancia me impide saber cuál— no llegó el Recentismo, así que el estilo Tudor se mantuvo...
Hasta el siglo XVII, en que al fin los ingleses comenzaron a viajar y descubrieron todo lo que se habían estado perdiendo, la riqueza arquitectónica de la vieja Europa y nacería, esta consecuencia sí la entiendo perfectamente, una nueva disciplina entre las artes inglesas: la Arquitectura. Se acabaron mamposteros y carpinteros, ladrilleros y albañiles, y llegaban los cultivados hacedores de casas auto elevados a diseñadores y que se equiparaban a sus señores mientras estos se lo permitieran, claro, pero ya se sabe, el ego de un artista... Habían llegado los hombres de ciencias y eruditos arquitectos.
Iñigo Jones —me encanta el nombre, me suena a héroe de pacotilla— fue el primero con nombre y apellidos aunque no el más importante, y construyó la casa de la Reina Ana de Dinamarca, esposa de Jacobo I, una reminiscencia de la Villa Medici, un edificio sencillo en su exterior pero declarado por el mismísimo Rubens, el estreno del barroco a lo grande.
¿Que qué me gusta de este edificio? Que se convertiría después en la Casa de Banquetes de White Hall, porque en el Palacio de Saint James, usado en la época georgiana, no siempre cabían todos. ¡Ja!, ese «detallito» tampoco lo tenemos en cuenta. Licencias de autoras. Todos caben en Saint-James. Siempre. Si Prinny organiza una fiesta para doscientos, todos caben en Saint-James, ¿para qué trasladarlos a la Casa de los Banquetes de White Hall? Jijiji.
Por último, y aquí acabo mi viaje, el tercer Conde de Carlile pidió que le construyeran un castillo del que hacer su hogar, una auténtica maravilla en Yorkshire. Os podría contar tantas cosas de esta preciosidad... pero hablaré de su mayor curiosidad: tiene uno de los primeros pasillos que se construyeron en Inglaterra, a primeros del siglo XVIII.
¡¡Tacháaan!! ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Ahora pensad. Cuando habéis ido de viaje y habéis visitado palacios, ¿no habéis ido de una estancia directamente a otra? Estabais en un salón, de ahí a un estudio con escritorio, de ahí una puerta a una antesala, y otra a un dormitorio; de esta otra puerta a una sala enorme, otro dormitorio, y otro, ¡y otro!, y cambio de tercio, una sala de estar, un estudio, ¡y más dormitorios! ¿Os imagináis que al del último dormitorio, y esto iba por orden de importancia, se le antojaban unos huevos revueltos a las tres de la madrugada?
¡Sí! Jajajaja, ¿veis como soy una freaky? El sirviente de turno iba habitación por habitación, sala por sala, dormitorio por dormitorio, dudo que cordialmente recibido, hasta llegar a destino, bandeja con huevos revueltos en mano. ¡Y después tenía que regresar a origen!
¿Creéis acaso, almas de cántaro, que nos copiaron a los españoles los largos corredores de nuestros palacios, a los que los ingleses llaman «corridors», porque fuéramos más listos que ellos? Pues no. Lo hicieron solo porque lo español era antifrancés. Me dejan sin palabras.
Pero quedaos con este dato: salvo que todos los nobles hicieran una reforma estructural de sus casas y castillos durante el siglo XVIII, cuando las monedas escaseaban, si en alguna novela leéis que todas las mansiones tiene pasillos, sospechad... la autora se está tomando licencias.
Porque no dudéis que lo sabe, que todos mis nobles tiene pasillos. To-dos.
Os diré que hay otro dicho inglés que dice que «el polvo hace de una casa un hogar», pero sobre eso prefiero no escribir. Llamadme escrupulosa.
Artículo realizado por Ruth M. Lerga
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Comentarios (5)
Vero ok
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Andrea Muñoz Majarrez
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ANA MARIA GARCIA
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Cynthia HJ
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crishi
Hay algunas cosas que desconocía y otras me han resultado muy curiosas, como por ejemplo el tema de los pasillo. Es verdad, no había caído, en los palacios que he visitado las habitaciones están conectadas unas a otras de manera correlativa.
Lo cierto es que solo tengo unas leves referencias sobre estilos arquitectónicos ingleses. Cuando os ponéis a describir tal o cual paisaje, estancia y blablabla, me gusta consultar imágenes y algo de información para tener un mejor concepto espacial del lugar donde se desenvuelven los protagonistas, y de paso poder sentirme yo misma rodeada de tanta opulencia.
Estupendo artículo, lo he disfrutado mucho.
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