Su luna de miel iba a ser eterna, o así lo creía Amber. Pero, al paso que iban, Gray y ella, no llegarían nunca a consumar su matrimonio.
Amber supo lo que hacía cuando se casó con Gray. Comprensivo y amable, era todo lo que buscaba en un esposo. Sensual y atractivo, era todo lo que deseaba en un amante. ¿Por qué demonios tenían que esperar cuando era obvio que ambos se deseaban?
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