El detective Max Dakota creía haberlo visto todo... hasta que rescató a aquella bella rubia que acababa de tirarse de un puent. No recordaba nada ni llevaba nada que la identificase... sólo un extraño tatuaje que se esforzaba por ocultar.
Max sólo sabía una cosas: aquella mujer a la que él llamaba Annie no era ninguna dama en apuros; sabía disparar y forzar cerraduras, y sus manos parecían capaces de ser letales. Sobre todo cuando lo tocaban a él. Entre ellos había surgido una pasión incontrolable que hacía que Max la deseara con la misma intensidad con la que desconfiaba de ella.
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