Suerte en las cartas, desgraciada en el amor.
Para Savannah la vida había sido siempre así. Y ella sabía que debía haberse detenido, mientras aún era tiempo.
Esa noche, en la reunión, se le habían subido a la cabeza el vino y esa suerte que no parecía abandonarla nunca. Ganar y ganar. Hasta que el final, ella arriesgó todo. Apostó muy alto y perdió... La apuesta era pasar un fin de semana con Cord Harding.
Cord era esbelto y hermoso, espaldas anchas y un indomable cabello rojo. Además, Cord era un hombre con voluntad de acero. Él no sabía lo que era perder. Y, naturalmente, estaba decidido a cobrar sus ganancias.
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