Si esto fuera la película de Regreso al Futuro (una de mis favoritas, por cierto), marcaría en el Superdelorean (en realidad, solo Delorean, el súper lo he incluido yo) una fecha del pasado, digamos año 2005, por ejemplo, y buscaría a mi yo de esa época, tan inocente y sin saber nada de lo que quería ser de mayor (y eso que ya era mayor) para darme un mensaje. Sería algo así: «Haz lo que llevas deseando hacer desde que tienes recuerdos. Escribe. No tengas miedo a las letras. No tengas miedo a dar una parte de ti».
¿Y por qué me diría eso? Porque leo libros desde que tengo uso de razón, desde que me pasaba horas y horas encerrada en mi habitación con mi primera versión de La Historia Interminable, era una versión en la que el color de las letras se alternaba en cada capítulo, y ninguno era negro.
He crecido con tantísimas novelas increíbles que fue inevitable que mi pequeño (o inmenso) mundo interior se llenara de historias de piratas, mundos fantásticos, hadas, vampiros, superhéroes… Aunque con esto aún no me he atrevido, pero tiempo al tiempo, porque es mi pasión. Bueno, y con lo otro, con la literatura romántica no fantástica, no me atreví hasta hace muy poco. Y tampoco se puede decir que fue un atrevimiento: fue una explosión. Sara, Oliver y Adam explotaron en mi cabeza y tuve que dejarlos salir; no me quedó otra alternativa.
Copyright © 2002 - 2022 rnovelaromantica.com y elrinconromantico.com
| Aviso legal | Política de privacidad | Política de Cookies |