Me resultaron más difíciles de crear las heroínas que los héroes. Ellas son más profundas y más complejas en muchos sentidos. Son fuertes pero incluso la mujer más fuerte anhela a su lado un compañero con la misma fuerza.
Las ideas simplemente vienen a mi y luego trabajo en ellas hasta que se convierten en una historia. A veces una pintura inspirará una historia, a veces un personaje empieza a hablar en mi cabeza...
El suspense es mucho más duro y supone un mayor reto para mí, lo que me obliga a ser una escritora mejor y más fuerte. Es maravillosa la sensación que tienes al lograrlo.
Al principio, escribo un resumen capítulo por capítulo y luego comienzo a trabajar en varias escenas. Sólo escribo para la primera puesta en escena - no se permite la edición!
Tengo una pendiente que se sitúa en Argelia y que he prometido corregir; hay otra de un hacendado en Venezuela, otra de la Guerra de Secesión americana… El tiempo, las lectoras y las editoriales lo dirán.
Normalmente suelo combinar ambos subgéneros por lo que cuando termino una novela histórica me apetece escribir una actual y viceversa. Pero reconozco que mis inicios en la novela romántica fueron con historias contemporáneas.
No es lo mismo ver la historia que has escrito impresa en unos cuantos folios que tenerla entre tus manos encerrada en un libro. Para mí un libro es algo mágico y en ese momento sentí que entraba a formar parte de esa magia.
Me encanta la histórica. Es muy divertido conseguir escribir novelas históricas porque significa investigar mucho sobre épocas históricas que me fascinan.
El amor es cuando pones las necesidades de alguien por delante de las tuyas propias. Como una madre con su hijo. O entre una mujer y su marido o entre dos personas enamoradas.
Empecé a escribir novelas medievales porque una de las primeras novelas históricas románticas que leí fue El lobo y la paloma de Kathleen Woodiwiss que estaba ambientada en 1066.
Ahora soy más cuidadosa con cada palabra que escribo y he aprendido más recursos lingüísticos y literarios. Soy más exigente conmigo misma, y soy capaz de escribir una escena cien veces.
En el periodo de La Regencia el carácter de la historia es mucho más ligero y divertido. Les he dado un toque diferente a través de los diálogos y las tramas. El objetivo de estas novelas es hacer sonreír a las lectoras.
Los elementos de “fantasía” de la novela romántica donde millonarios se rescatan a doncellas y las llevan a vivir felizmente para siempre, en realidad no me atraen ni tampoco los héroes imposiblemente perfectos.
Mi regla es que no recuperaré personajes de libros anteriores a menos que haya una buena razón para que estén en el libro. No aparecerán sólo para saludar y decir hola.
Lo que más adoro de escribir novelas románticas es encontrar la pareja perfecta, la que encaja para que estén bien juntos. No son personas perfectas, pero son perfectos el uno para el otro.
El objetivo para cualquier escritor es crear una historia interesante y personajes con los que los lectores pueden identificarse. Sin estos elementos en un libro, sin tener en cuenta el género al que pertenece, el fallo es casi seguro.
Cada vez más, los personajes nacen primero. Tengo novelas donde los dos protagonistas surgen en mi mente y yo debo descubrir cuál es el argumento adecuado para ellos.
Tenía alrededor de catorce años cuando leí mi primera novela de Kathleen Woodiwiss y ¡Guauu!, nunca había leído un libro como ése. Para empezar por esas escenas tan íntimas. Y adoro el modo en que se centró en la relación principal de la historia. Era tan intensa.
Lo más importante es captar el ambiente lo mejor que pueda, porque es una parte crucial de la novela. A día de hoy la búsqueda de información es mucho más fácil de lo que era años atrás.